miércoles, agosto 19, 2009

La crisis no es un fantasma


Desde pequeño la abuela trataba de controlarnos con la amenaza perenne de un fantasma que desataría sus artimañas con el propósito de capturarnos. Algunos parece que al crecer, cuando oyen o aprecian por la TV las noticias que se expanden como espuma acerca de los efectos de la crisis global que enrolan al mundo entero, la asocian con aquellos fantasmas que nunca vimos y siempre pensamos que no podrían afectarnos.

Pero la crisis no es un fantasma, está ahí, es tangible y de forma progresiva incrementa sus consecuencias sobre la sociedad, la economía, el ecosistema y el desarrollo sostenible del planeta, sobre todo, en las poblaciones más pobres que llevan sobre sus espaldas el peso de las economías sin que ello se complemente con las formas de distribución preestablecidas.

Noticias que se expanden por estos días alertan: “Más de siete millones de desempleados en los últimos tres meses acumulan países europeos”; “Graduada norteamericana no encuentra trabajo en Estados Unidos”; “Informe de la FAO alerta acerca del crecimiento de hambrientos en el mundo”; “Miles de norteamericanos perdieron sus viviendas y ahora duermen en carpas de lona”… Todas son vistas con el prisma de la distancia, es decir, sucede allá en esos países.

Que esto ocurra y mantengamos un comportamiento ajeno a esas vivencias que desgarran al mundo, para nada puede ser fortuito; la verdad es que ningún cubano ha sido desalojado de su vivienda, se ha quedado sin comer por no poder comprar los alimentos de la canasta básica familiar o ha perdido su puesto de trabajo porque la fábrica o la escuela quebraron.

Todo lo contrario, se ha elevado el salario a los educadores, mejoraron los sistemas de pago por las producciones agropecuarias y el reclamo es a trabajar y producir más.

Pero la CRISIS, con mayúsculas, sí está ahí.

El presidente Raúl Castro Ruz en sus últimas intervenciones públicas hizo un pormenorizado análisis de las circunstancias adversas en las que se está desenvolviendo la economía del país y los esfuerzos realizados para asegurar una vida digna a los cubanos, pero a la vez nos llamó a cumplir con los deberes que cada uno tiene como ciudadano, revolucionario y Comunista, integrante de este pueblo.

Caracterizó la crisis de los alimentos como un problema de Seguridad Nacional, por lo cual nos convocó a producirlos cultivando cada palmo de tierra ociosa, a ser eficientes, ahorrativos hasta el tuétano, a gastar solo lo imprescindible; en tal sentido dio prioridad a los combustibles y la energía eléctrica y a sustituir las importaciones y multiplicar las exportaciones.
Ratificó que no es posible gastar más de lo que se tiene, ni la familia ni la nación, a la vez declaró el combate abierto a las manifestaciones de corrupción, a la doble moral, al desvío de recursos del Estado y a mantener una conducta social y disciplina acordes con la educación y los valores sembrados por la Revolución, porque de ese modo estamos salvando la especie humana, hoy seriamente amenazada.

Entonces, podemos interiorizar bien ese sincero reclamo que se entrelaza con los conceptos expuestos por el Comandante en Jefe en varias de sus Reflexiones, de manera especial en la publicada el día 12 de agosto en la que expresó: “Algunos hablan de que la crisis económica es el fin del imperialismo; quizá habría que plantearse si no significa algo peor para nuestra especie.”

Por tanto, la lucha por la preservación de la especie humana y por la defensa de la Revolución, pasa por la comprensión de cuánto puede hacer cada pinero y cada cubano desde el centro de trabajo o la comunidad. En ello tiene que ver la calidad con que construyamos las viviendas, centros productivos y de servicios y con la optimización de los recursos y del tiempo. El barrio también cobra significación con la entrega de los desechos sólidos de papel, plástico, metales ferrosos y no ferrosos para el reciclaje, el aprovechamiento del espacio cultivable en los patios y el cuidado de los medios colectivos puestos a nuestra disposición.

Lo anterior no está distante del uso y cuidado del transporte y el pago por los bienes y servicios que se nos ofrecen. No puede el Estado seguir erogando divisas que puede utilizar en la compra de alimentos y otros medios, para destinarlos a la compra de teléfonos públicos u ómnibus que se deterioran por el maltrato, ni permitir la chapucería en el arreglo de un inmueble, el bache de una calle o que se reciba una obra sin concluir por “cumplir con el compromiso”.

Como ven, la crisis es tangible porque sentimos sus efectos y estamos llamados a enfrentarla con las armas que nos dan la responsabilidad, la laboriosidad y la solidaridad en la acepción más amplia.

Me gustaría finalizar haciéndole juego a este fantasma con el serio optimismo con que el Comandante en Jefe concluyó su última Reflexión: “A mi juicio, lo mejor siempre será tener una causa justa que defender y la esperanza de seguir adelante.”


El hambre, plaga del Siglo XXI

Circulan noticias e informes de los organismos internacionales acerca de la hambruna en el planeta que le ponen los pelos de punta al más pinto de la paloma o al más indiferente ser humano que pueda existir, porque como tal, tenemos necesidades comunes y estamos amenazados a vivir en carne propia la desgracia de que padecen otros.


En un sitio enciclopédico oficial se expresa que “la sensación de hambre es algo natural, pero privarse de alimento durante mucho tiempo perjudica la salud mental y física. La privación de alimento induce a la somnolencia, atenúa las emociones e impide pensar con normalidad. El deseo de comer se hace prioritario y se diluyen los valores morales.


El hambre extrema puede tener un efecto deshumanizador que lleve al robo, al asesinato e incluso al canibalismo. A menudo el hambre va acompañada de enfermedades y epidemias, que tienen su origen en el estado de debilitamiento de los afectados.”

Si analizamos con detenimiento lo expresado anteriormente nos damos cuenta de que solo por esa causa la humanidad está amenazada con desaparecer o de provocarse irreparables conflictos con fatales consecuencias de todo tipo.

Cómo es posible entonces, que vivamos amenazados de morir por hambre ante los peligros y realidades que vive hoy la humanidad con la extrema pobreza, la crisis de los alimentos y la elevación desmedida de sus precios o simplemente la inacción y falta de voluntad política de una buena parte de los gobiernos para enfrentar esta realidad que puede hacer desaparecer a la especie.


Algunas estadísticas lo ilustran cuando decimos que hoy, casi 1 500 millones de personas en el mundo sufren de hambre y desnutrición, una cantidad cerca de 200 veces mayor que el número de personas que efectivamente mueren por esas causas al año y no pueden obtener alimentos suficientes para satisfacer siquiera sus necesidades energéticas mínimas.

También se anuncia que unos 200 millones de niños menores de cinco años padecen síntomas de malnutrición aguda o crónica, cifra que aumenta en los períodos de escasez estacional de alimentos y en épocas de hambre y desórdenes sociales.

Según algunas apreciaciones, la malnutrición es un factor importante entre los que determinan, cada año, la muerte de unos 13 millones de niños menores de cinco años por enfermedades e infecciones evitables, como sarampión, diarrea, malaria, neumonía y en algunos casos combinaciones de las mismas.

En un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se ha expresado que solo en América Latina y el Caribe unos 53 millones de personas retornarán a los mismos niveles de sub-nutrición que existía en los años 90 del siglo XX, motivado por las consecuencias que generan la combinación de la crisis de los alimentos con la financiera mundial, lo que aumentó la vulnerabilidad de la alimentación en esta área geográfica.

Si tenemos en cuenta que el 24 de agosto de 2006, se celebró la Cumbre Mundial Contra el Hambre liderada por los gobiernos de Brasil, Chile, España y Francia en la que mandatarios de 113 países, entre ellos Cuba, firmaron una declaración contra el hambre en el mundo, debía existir un mayor consenso internacional y hemisférico con acciones concretas a favor de los menos aventajados económicamente y no literales como ha ocurrido en todos los foros en que los mandatarios de las grandes potencias se pronuncian por ello, pero no se ve resultado alguno.


En el caso de Cuba, según ha referido Sergio Rodríguez Morales, director del Instituto Nacional de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT), el país está en condiciones paliar los efectos de la crisis global del capitalismo, incluyendo la producción de alimentos, a partir de diseñar una estrategia en la producción agrícola que conlleve a la soberanía alimentaria cubana, ya que en el mundo un mínimo de 10 empresas controlan el 89 por ciento del mercado global de semillas y agrotóxicos.


También debemos tener en cuenta la existencia en el país de un potencial científico estimulado y creado por la Revolución que no puede ser despreciado, el cual trabajará en función de la optimización en el uso de los recursos, evitar la depresión de los suelos y alcanzar los rendimientos adecuados que conduzcan a elevar las producciones y poner a producir las tierras ociosas existentes hoy, dando respuesta al llamado el Presidente cubano Raúl Castro Ruz en sus últimas intervenciones, al declarar la producción de alimentos como un problema de Seguridad Nacional que debe ser atendido y resuelto con la mayor prioridad y celeridad.


Por otra parte, el Estado cubano ante la elevación desmedida de los precios de los productos alimenticios, ha erogado millones de dólares para asegurar el financiamiento de los alimentos básicos, lo que ha provocado la necesidad de realizar ajustes en el presupuesto demostrando una vez más su voluntad política para proteger al pueblo, ante la amenaza real de la hambruna como consecuencia de la crisis global del sistema capitalista.


Este ejemplo de Cuba y de los países del Alba, que han adoptado medidas proteccionistas ante este fenómeno, debe ser seguido por otros gobiernos que con más recursos hacen meno y los malgastan en la desenfrenada carrera armamentista, contrario a como debiera ocurrir. El problema es que la crisis está ahí, y la hambruna, como plaga del Siglo XXI, constituirá una amenaza perenne para todos.