Ayer hablé de la Venezuela aliada al imperio donde Posada Carriles y Orlando Bosch organizaron el brutal estallido de un avión de Cubana en pleno vuelo, que originó la muerte y la desaparición de todos sus pasajeros, incluido el equipo juvenil de esgrima que obtuvo todas las medallas de oro en el Campeonato Centroamericano y del Caribe del que fue sede ese país, a los que hoy, cuando tienen lugar los Juegos Panamericanos en Guadalajara, se les recuerda con tristeza.
No era la Venezuela de Rómulo Gallego y Andrés Eloy Blanco, sino la del tránsfuga, traidor y ponzoñoso Rómulo Betancourt, envidioso de la Revolución Cubana, aliado al imperialismo, que tanto cooperó con las agresiones a nuestra Patria. Después de Miami, aquella propiedad petrolera de Estados Unidos fue el principal centro de la contrarrevolución contra Cuba; a él corresponde ante la historia una parte importante de la aventura imperialista en Girón, el bloqueo económico y los crímenes contra nuestro pueblo. De esa forma se inició la era tenebrosa, finalizada el día en que Hugo Chávez juró el cargo sobre la “moribunda constitución” que sostenía en sus manos temblorosas el ex presidente Rafael Caldera.