Por Juan Gelman
(Tomado de Página 12)
Las alarmas de la crisis económica europea, los vaivenes del euro, la salida de Grecia
o no de la Eurozona, el enfrentamiento Hollande/Merkel sobre cómo
superar la situación juntando agua y aceite, o sea, austeridad y de-
sarrollo, las reuniones cumbre de los mandatarios de la Unión sacudidas
por las protestas populares, han silenciado casi un hecho no pequeño: la
confesión tácita de EE.UU. y la OTAN de su derrota en Afganistán.
Se produjo el lunes pasado, en la cumbre de Chicago, cuando los líderes otanescos adoptaron la posición de Obama
y firmaron un “pacto de transición” que presentan como conducente a “la
retirada irreversible” de sus tropas del país asiático en el segundo
semestre del 2013, dejando las tareas de seguridad en manos locales.
“Ahora estamos unidos para dar fin responsablemente a la guerra en
Afganistán”, subrayó el presidente estadounidense (www.mcclatchyde.com,
22-5-2). Tal como sucede en Europa, la mayoría de la opinión pública de
EE.UU. se opone a la continuación del conflicto, considera que se acabó
con la muerte de Bin Laden. Y Obama está en brega por su reelección en
pleno año electoral: así cumpliría entonces con su promesa de retirar
las tropas en el 2014 a más tardar.
El nuevo pacto prácticamente es igual al
que adoptó la cumbre de jefes de Estado de la OTAN que tuvo lugar en
Lisboa los días 18 y 19 de noviembre del 2010, sólo que hay un detallito
diferente: más de dos semanas antes de la cumbre de Chicago, en un
rápido y no anunciado viaje a Kabul, Obama firmó un acuerdo con el
presidente afgano Karzai “para cubrir la década siguiente a la retirada
final de las tropas de combate de EE.UU. en el 2014” (www.ajc.com,
2-5-12). Los términos de este trato no son públicos y el ocupante de la
Casa Blanca aclaró que las tropas que no sean retiradas sólo se ocuparán
de “entrenar a las fuerzas afganas y de combatir al terrorismo, pero no
construirán bases permanentes en este país, ni patrullarán sus ciudades
y montañas”. Es una curiosa victoria: EE.UU. continuará la guerra diez
años más. Por ahora.
Las declaraciones de Obama recuerdan a W.
Bush cuando dijo “misión cumplida” en mayo del 2003 al ser derrocado
Saddam Husein: los efectivos de EE.UU. y la OTAN se quedaron ocho años
más y no todos se fueron. Esta experiencia tal vez aconsejó a la Casa
Blanca que era preferible extender por una década las previsiones de
combate, dado que los hechos indican que la violencia en Afganistán ha
aumentado en el 2011 por quinto año consecutivo: el número de civiles
afganos muertos se incrementó más del 15 por ciento en el primer
semestre de ese año, se intensificaron los ataques suicidas y no ha
cesado el empeño de los talibán en combatir a los ocupantes.
Una Evaluación Nacional de Inteligencia
(NIE, por sus siglas en inglés) elaborada en enero de este año por el
Consejo Nacional de Inteligencia de EE.UU. que agrupa a los 16
organismos del ramo estima que la lucha en Afganistán se halla en punto
muerto: “La corrupción imperante, la inoperancia del gobierno (afgano) y
los operativos que los talibán lanzan desde Pakistán minaron lo ganado
con el aumento de tropas estadounidenses (en el 2009)”
(www.militaryphotos.net, 12-1-12).
El propio Obama reconoció en Chicago que el talibán
sigue siendo “un enemigo vigoroso” y que lo conseguido por la OTAN en
el campo de batalla es frágil (Reuters, 21-5-12). De manera que
Afganistán seguirá ocupado de un modo o de otro hasta el 2024 por la
continuación de una guerra que Washington y sus aliados comenzaron hace
más de diez años sin éxito a la vista. Esto no le impidió insistir en el
triunfalismo durante su visita a Kabul: “Ya vemos la luz de un nuevo
día… nuestro objetivo es destruir a Al Qaida y estamos exactamente en el
camino que nos llevará a lograrlo”. Quién sabe. Horas después de que
Obama dejara Kabul se produjo una serie de explosiones y tiroteos en la
capital afgana con un saldo de seis muertos. Los talibán se atribuyeron
el ataque a un complejo habitacional armado que alberga a centenares de
contratados extranjeros.
Hay más de un problema en las entrañas de
la Organización del Tratado del Atlántico Norte. La decisión de retirar
del país asiático a todas las tropas de Francia a fin de año que, en
cumplimiento de una promesa electoral, anunció el presidente socialista
François Hollande –3400 soldados, 14 helicópteros y 900 vehículos– no se
atiene a lo que se acordó en Chicago y es un reto a Obama y a la OTAN.
Por otra parte, EE.UU. financia el 85 por ciento de la guerra y presiona
a los aliados europeos, en plena crisis económica, para que aumenten
sus aportes.
El problema central es que la guerra
continúa pese a los anuncios optimistas del Pentágono. El general John
Allen, comandante de todas las tropas instaladas en Afganistán, afirmó
que EE.UU. utilizará “un poder de fuego significativo” en el período
2012-2013 (Reuters, 23-5-12). “Vamos a necesitar capacidad de combate
–afirmó– y creo que nadie cuestiona esto. Le debo al presidente un
análisis realista del tema.” El general se halla sobre el terreno y
sabrá por qué lo dice.
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