viernes, noviembre 09, 2012

Aumento de suicidios como consecuencia de la crisis



























Por Juan Karlos Marcos, Gemma Pousa, Ibón Zubiela (*)

Un estudio que analiza datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), muestra que cada aumento del 1 % en la tasa de desempleo se asocia con incrementos del 0,8 % en las tasas de mortalidad por suicidio. Por poner un ejemplo clarificador, Grecia ha pasado de la tasa más baja de suicidio en Europa a la más alta en tres años. Según datos del Ministerio de Sanidad griego, entre enero y mayo del 2011, la tasa de suicidio subió un 40 % en comparación con el mismo periodo del 2010.


En Euskal Herria, ya indicábamos al inicio de esta coyuntura económica que si no se tomaban medidas el denominado "síndrome de la crisis" —depresión, infartos agudos del miocardio y suicidios— iría en aumento debido a una mayor incertidumbre y presión sobre la población trabajadora, aumento del paro, que en mayor medida van a sufrir personas con mayores dificultades de empleabilidad (mujeres, personas no cualificadas o con discapacidad, jóvenes o inmigrantes), con más probabilidades de paro de larga duración y de caer en la exclusión social, etc.



Mucho más, si tenemos en cuenta que todas las medidas que se están tomando van precisamente en la dirección opuesta; es decir, abaratamiento y facilidad del despido, ataque a los derechos de las personas desempleadas, centralización y liquidación del modelo de negociación colectiva, liberalización de horarios, privatizaciones, políticas fiscales regresivas, recorte de los derechos de las personas dependientes, aumento del IVA, descapitalización del sistema público, rescates bancarios, etc. Todas estas medidas van en beneficio de unos pocos y en detrimento de la mayoría; es decir, recaen en la clase trabajadora que es quien las paga y las sufre.

Desde distintos ámbitos se está detectando un aumento de suicidios en los últimos meses.
Esta situación no es casual y responde a una de las expresiones más claras que explican la división social y la lucha de clases; es decir, su reflejo en la mortalidad de las poblaciones. La desigualdad social es el rasgo definitorio de la vida en el capitalismo, pero más aún la muerte prematura en la clase obrera. Es decir, los pobres vivimos peor y menos tiempo, enfermamos antes que las clases dominantes.

En demasiadas ocasiones, intentan que un árbol no nos deje ver el bosque, y cuando se habla de salud y de sus causas, se suele insistir en la gran importancia de los factores individuales, los estilos de vida, etc. Se trata de un discurso interesado y en parte falso.

Gran parte de la investigación académica, la divulgación científica, así como de los medios de "desinformación" dominantes reproduce la creencia de que el origen de las enfermedades tiene que ver fundamentalmente con factores biológicos, genéticos, estilos de vida dañinos y la falta de tecnología médica. 

Todos esos factores son importantes, sin duda, pero hay otras causas aparentemente más "lejanas" que, aunque más difíciles de ver, son las más importantes para la salud pública; es decir, la salud colectiva. A esas causas se las califica como "causas de las causas" o también "determinantes sociales" de la salud y la desigualdad. La salud de las personas se genera especialmente en contextos sociales; es decir económicos, políticos y culturales.

Los "determinantes sociales" conforman un amplio conjunto de factores sociales (las condiciones de empleo y trabajo, la calidad de la vivienda o los factores medioambientales, etc.) y de políticas (ausencia y/o limitación de políticas sociales públicas o la implantación de políticas económicas y laborales neoliberales, etc.) que afectan decisivamente a la salud de la población. 

Son causas de gran importancia porque aumentan la probabilidad colectiva de enfermar y morir según la desigual forma en que vivimos, trabajamos, nos alimentamos, somos más o menos explotados, sufrimos o no discriminación, si existen o no políticas sociales que nos protegen o ayudan, o si tenemos el conocimiento y poder político y personal necesarios para participar en las decisiones más importantes que afectan nuestras vidas. En definitiva, debemos ver si las políticas que la sociedad elige proveen las condiciones y medios adecuados para que cada ser humano pueda vivir con dignidad y de-sarrolle sus capacidades.

Esas causas sociales y las relaciones políticas de poder que las producen y condicionan determinan qué clases y grupos sociales tendrán más o menos probabilidades, recursos y oportunida- des de vivir con dignidad, así como de poder elegir un "estilo de vida saludable". Y es que hay que entender que no todas las personas y colectivos —según sea su clase, género, etnia, situación migratoria, o edad— tienen las mismas posibilidades de escoger conductas sanas.

En realidad, podemos decir que no elige quien quiere, sino quien puede.
Por todo ello, podemos decir sin miedo a equivocarnos que la patronal, los gobiernos de Madrid, Iruñea y Gasteiz, al dictado del capital nos están abocando a una realidad llena de precariedad, enfermedades y muerte. Ese es su único camino, silenciado por una mayoría de los medios de comunicación al servicio del orden establecido.

Por eso, desde un concepto de clase obrera, tenemos que seguir luchando para construir una alternativa real a esta crisis, para cambiar el rumbo y construir un modelo diferente. Un modelo en donde la salud y la vida de la clase trabajadora sean el eje vertebrador de las políticas y del modelo de relaciones laborales y sociales. Y esto solo pasará si hay una mayoría social capaz de condicionar, capaz de ser determinante. Ese es el camino. 

 (Tomado de Gara)


(*) Licenciados en Medicina y Psicología y responsable de Salud Laboral

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