Una investigación publicada esta semana en la revista científica Brain: a journal of Neurology, concluye que los lóbulos parietales (zona encargada de recibir ciertas sensaciones) del ganador del Nobel de Física, Albert Einstein, tienen un patrón insólito de surcos y crestas que está relacionado con su capacidad extraordinaria para resolver y conceptualizar inventos y problemas.
Tras su muerte en 1955, a los 76 años, de un aneurisma de aorta, el cerebro de Albert Einstein fue sustraído y fotografiado desde distintos ángulos; se dividió en 240 bloques y miles de secciones histológicas -rodaja fina de un tejido- se prepararon a modo de muestra para su estudio. La corteza cerebral es una capa delgada de materia gris que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales e incluye la corteza motora, sensorial y partes vinculadas con la visión, el habla y la audición.
“En esta investigación particularmente se describe la neuroanatomía
externa de esta parte del cerebro de Einstein a partir de 14 fotografías
descubiertas recientemente y tomadas desde distintos ángulos, ángulos
poco convencionales”, asegura vía correo electrónico Dean Falk,
antropóloga de la Universidad de Florida y autora del estudio. Estas
imágenes han revelado la formación prematura del afamado científico e
inventor como violinista; su habilidad para imaginar acontecimientos y
ser capaz de prever sus consecuencias, así como su capacidad para el
procesamiento visoespacial, según concluye el informe. “Encontrar estas
características es difícil, ya que no son obvias. Se deducen por la
existencia de pliegues adicionales, bultos poco comunes u otras
peculiaridades de la corteza cerebral”, prosigue el documento.
El cerebro de Einstein no tenía un tamaño excepcional y su peso era
convencional. “Pero queríamos investigar algo que evidenciará el genio
que había dentro”, continúa la investigadora en las conclusiones del
estudio. “A diferencia de lo que habían concluido investigaciones
anteriores, estas fotografías han revelado que el cerebro de Einstein no
tenía forma esférica. El lóbulo parietal inferior izquierdo es más
grande que el derecho, mientras que el lóbulo parietal superior aparece
más marcado en el hemisferio derecho de su cerebro. Además, sugieren que
tanto la corteza somatosensorial primaria como la motora encargada de
la cara y la lengua están más desarrolladas en el hemisferio izquierdo”,
continúa el equipo de investigadores.
Por el contrario, los hallazgos sí concuerdan con los resultados de
un estudio de Witelson en 1999: los lóbulos parietales del cerebro de
Einstein le dieron al científico unas habilidades extraordinarias. Algo
que no sorprendió a Falk y a su equipo. “En esta área es donde se
fundamentan los procesos de razonamiento y juicio. Los pliegues en esta
parte de la corteza cerebral de Einstein son muy densos, lo que es una
evidencia del talento único del científico para cerrar los ojos y
visualizar objetos y resolver problemas”, agregan los autores en las
conclusiones.
“El haber tenido la posibilidad de estudiar el cerebro de Einstein de
una forma más profunda y detallada puede permitir a otros
investigadores comparar los resultados con los de otros afamados
científicos y así conseguir trazar la anatomía cerebral de los genios”,
concluye el estudio. Algunos de estos cerebros están preservados desde
hace décadas, como el de Carl Friedrich Gauss, físico alemán considerado
por muchos “el príncipe de las matemáticas”, y el del fisiólogo ruso
Ivan Pavlov, padre de la psicología conductista.
La investigación sobre el cerebro de Einstein comenzó en 1955, poco
después de su fallecimiento en Princeton, Nueva Jersey. Fue entonces
cuando los herederos de Einstein, entre ellos su hijo, Hans Albert,
aprobaron el estudio de su cerebro. El patólogoThomas Harvey fotografió y
seccionó el cerebro del científico. Preparó después 2.000 muestras que
distribuyó entre, al menos, 18 investigadores. Tras la muerte de estos,
muchas de ellas se perdieron.
Unas 160 de aquellas muestras están en la Universidad de Princeton, y
una cantidad adicional de 560 diapositivas se guardan bajo llave en el
Museo Nacional de Salud y Medicina en Maryland. Aunque el paradero de
otras muchas imágenes del cerebro del genio es desconocido, se han
encontrado algunas en Ontario (Canadá), California, Alabama, Hawaii,
Filadelfia, Japón y Argentina, según informa el diario Los Angeles
Times.
(Con información de El País)
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