Tomado de Cambios en Cuba
Después de una eternidad (casi dos años) y de un gasto fenomenal (se
calcula que las elecciones presidenciales y legislativas de este martes
serán las más caras, con un gasto total de 6 mil millones de dólares),
estamos ante el momento culminante de lo que aquí se llama "democracia":
la elección.
Los argumentos de los autollamados expertos; comentaristas;
observadores-intelectuales –tan encantados con sus ensayos, en los que
emplea un vocabulario tan exquisito que acaban desinformando o hasta
ofuscando lo que pretenden revelar, y ni hablar de la manipulación
profesional de los estrategas electorales provenientes de la industria
de las relaciones públicas, como dice Noam Chomsky–; productores de
Hollywood contratados para presentar el espectáculo de las convenciones y
otros actos políticos, y el torrente de encuestas que buscan capturar
eso que llaman "opinión pública", de repente cesarán de pronosticar el
futuro, porque al fin hablará, dicen, el demos a través de las urnas.
Claro, inmediatamente después se reiniciará la cacofonía para
interpretar, manipular y muy posiblemente cuestionar el resultado. Todo
el ejercicio será proclamado en función de la voluntad popular, la
esencia de la democracia.
Los debates han sido intensos.
Siempre es "la elección más importante de
la historia". Una vez más hay disputa entre los progresistas sobre si
votar o no, en este caso, por un presidente que ha desilusionado a
muchos, con los argumentos de siempre: que aun si no te gusta es urgente
evitar el triunfo del republicano y la agenda derechista, que podría
ser catastrófica.
Del otro lado se habla en términos bíblicos: Dios está
en esta disputa electoral sobre el futuro del país más poderoso del
mundo.
Sin embargo, es curioso cómo las cúpulas económico-financieras están
apostando con millones a ambos y no alarmadas –con algunas excepciones
muy particulares– sobre quién ganará. Lo que se podría clasificar como
el "gobierno permanente", esa clase profesional de la cúpula política,
tampoco está preocupada.
Ello a pesar de que millones están desempleados mientras los ricos
siguen festejando, hay más pobreza y hambre en el país más rico del
mundo, las familias están destrozadas, el futuro de jóvenes está anulado
y miles siguen muriendo en guerras.
Toda la lista de cosas
inaguantables que todos saben. Uno no puede dejar de preguntar si todo
ello es resultado de la voluntad del pueblo, o sea, que la mayoría desea
que sus condiciones sean las que existen ahora. ¿Esta es la expresión
democrática? También uno se pregunta: si no es lo que la mayoría desea,
¿por qué no lo cambia?
Aquí los amos del juego han logrado imponer, hasta ahora, la idea de que
la única respuesta es la electoral, porque existe la "democracia" y el
imperio de la ley. Casi todos, incluyendo progresistas críticos del
"sistema", aceptan esta verdad.
Para el historiador Howard Zinn, es una trampa.
En su discurso "El
problema es la obediencia civil", de 1970, pero que sigue más que actual
en 2012, comentó que aquí a la gente se le dice que la casilla es un
lugar casi sagrado. “Entras a una, sales, toman tu foto y la publican en
el periódico con una sonrisa beatífica. Acabas de votar. Esa es la
democracia. Pero si lees aun lo que dicen los científicos políticos
–aunque, ¿quién puede?– sobre el proceso de votación, encuentras que el
proceso electoral es una farsa. A los estados totalitarios les encantan
las votaciones: llevan a la gente a las urnas y registran su aprobación.
Sé que hay una diferencia: ellos tienen un solo partido y nosotros
tenemos dos. Tenemos un partido más que ellos ven”.
Agrega que lo necesario es recuperar los principios de la Declaración de
Independencia, que giran en torno al “espíritu de resistencia a la
autoridad ilegítima y a fuerzas que despojan al pueblo de su vida,
libertad y derecho de buscar la felicidad, y bajo estas condiciones
insta al derecho de alterar o abolir la forma actual del gobierno….”
Para lograr esos principios, Zinn sostiene que "vamos a necesitar
salirnos de la ley, de dejar de obedecer leyes que demandan matar o
alocar la riqueza de la manera en que se ha hecho".
Afirma que uno no debe seguir reglas y leyes que imponen un orden no
democrático. "Empiezo con la suposición de que las cosas están mal, que
en la cárcel están quienes no debieran, que fuera de la cárcel no están
quienes debieran, que en el poder no están los que debieran y fuera del
poder no están quienes debieran, que la riqueza está distribuida en este
país y en el mundo de tal manera que no simplemente se necesita una
reforma pequeña, sino una redistribución drástica de la riqueza". Todo
esto, diagnosticó, es porque “nuestro problema es la obediencia civil…
el número de personas que en todo el mundo obedecen los dictados de los
líderes de sus gobiernos y han ido a la guerra, y millones han muerto
como resultado de esta obediencia…
Nuestro problema es que la gente es
obediente frente a la pobreza, el hambre, la estupidez, la guerra y la
crueldad. Nuestro problema es que la gente es obediente mientras las
cárceles están llenas de pequeños rateros, mientras los grandes rateros
están a cargo del país”.
Al día siguiente de que pronunció este discurso en la Universidad Johns
Hopkins, en Baltimore, Zinn fue arrestado al regresar a su aula de la
Universidad de Boston y pasó unas noches en la cárcel. Había decidido
viajar a Baltimore a presentarse a un debate sobre este tema en lugar de
cumplir una orden judicial de comparecer ante un tribunal por un acto
de desobediencia civil contra la guerra en Vietnam.
Estas elecciones no serán suficientes para proclamar el triunfo de la
democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario