Por Raúl Bracho
Tomado de La polilla cubana
Tomado de La polilla cubana
El armador era diferente al cuenta cuentos, aquel nos sentaba y nos deleitaba con excelentes historias que seguíamos con nuestra imaginación, su voz y sus gestos eran capaces de arropar la luna con nubes grises tan solo moviendo la mano o limpiar al sol con sus dedos abiertos.
Eran cuentos fabulosos e inolvidables, le bastaba una plaza y unos cuatro gatos para empezar a encantarnos con sus historias.
Estábamos cansados de que nos contaran historias, igual al final solo
fueron cuentos, todo quedaba como estaba, al final cuando volvíamos a
casa.
El armador era diferente al cuenta cuentos, empezaba a decirnos lo
que estaba pasando a nuestro alrededor, señalaba personajes y nos decía
su relación con nosotros, nos cambiaba de puestos, nos unía o desunía
según sus palabras iban brotando de su garganta, nos hacía seguirle y
hacer cosas junto a él.
Nos enseñó que teníamos un poder que no conocíamos, el poder de
decidir nuestro destino. Que éramos capaces de cambiarlo todo y ser
arquitectos de un nuevo escenario, cambiaba las cosas de lugar y a
nosotros de sitio, nos pedía que actuáramos siguiendo el plan que
dibujaba en el aire con sus palabras y se producían transformaciones
irreversibles. Escuchar al armador de sueños hablar era otra cosa, era
contagio y complicidad, era entrega y militancia en sus locuras: hablaba
de igualdad, de justicia, del pueblo en el poder y de la independencia
de la patria.
El armador de sueños llevaba siempre un libro con la vida de Bolívar,
chiquitito, pero que se lo sabía de memoria, como por arte de magia
siempre lo abría en la página precisa.
Eso lo hizo después siempre con otros libritos, uno del guerrero que
fue de los primeros, y desde hace un tiempo con la nueva constitución
que junto a él hicimos. Solo lo vi sacar de vez en cuando un mamotreto
enorme que confieso que nunca leí y era de Iván Mesaros, pero para que
leerlo si el me los contaba siempre. El armador es un maestro que te
enseña haciendo, transformando, desde que se de él siempre era lo mismo,
uno con nosotros, uno con su pueblo.
Cuentan que el abuelo del armador fue un revolucionario legendario,
llamado Maisanta y que le dejó como herencia a nuestro armador su
escapulario. Cuentan que una vez le tocó usarlo por primera vez, por
allá en Maracay, cuando bajaba por los aires unos paracaidistas de su
grupo y uno de ellos no lograba que se le abriera el suyo por más que
halaba la cuerda, todos miraron al armador que, dentro de su inocencia,
no había usado nunca el gran poder transferido; solo supo sacarse del
cuello el escapulario y rodilla en tierra empezó a gritar desesperado y
el paracaídas se abrió y supo entonces que tenía un destino inmenso
entre nosotros, los que lo queremos.
Quizá ese día comenzó a darse cuenta. Desde esa vez, que yo sepa no
ha sabido hacer más que armar las cosas que ve en su cabeza, armar una
patria que le parecía injusta, armar un pueblo que sabía ignorante,
sanar a aquellos que no tenían salud y sobre todo, lo que mejor hace el
armador es enfrentarse junto a nosotros a los gigantes enemigos a
quienes llama el imperio.
Es este armador de quien yo hablo, terminó siendo amado por el pueblo
al haber armado ya una patria y otras patrias, un pueblo y otros
pueblos. Este armador se hacía necesario como la luz del sol, pero un
día nos dijo que debía marcharse a hacer una cosa muy difícil para
tratar de quedarse con nosotros un poco más de tiempo. Hace ni un mes
que se nos fue nuestro armador de sueños, hace ni un mes, a esa batalla y
aun no ha vuelto.
Hace ni un mes que parece un siglo lleno de silencio, de tristeza, de
misas, de llantos, de esperanzas, de credos, de toda la gente
esperándolo con frenesí, con todos los que le seguimos haciendo lo que
nos enseño a hacer: a transformar y transformar el mundo que nos rodea,
las cosas que están mal cambiarlas por buenas, a dar comida al
hambriento, enseñanza al ignorante, salud al enfermo a luchar por los
pobres dar y guerra frontal al enemigo.
Eso estamos haciendo amigo, padre, hermano armador de nuestros sueños.
Cada día cambiaremos las cosas como nos pediste, unidos, como nos
pediste, con eficiencia, como nos pediste, con amor a Venezuela y sobre
todo con furia gigante contra nuestros enemigos. Cada día a trabajar
antes que esperar que sea otro quien cambie las cosas, cada día a hacer
la revolución con nuestras manos.
Ni yo ni nadie por aquí sabe que es lo que esta pasando contigo,
sabemos que estas armando un sueño para todas y todos, peleando con
gigantes, como siempre, pero ni el cuenta cuentos nos cuenta algo que
nos tranquilice. Así que decidí escribirte en nombre de todas y todos
los armadores de patria que por aquí dejaste, para decirte que no
encontraras nada donde lo dejaste, todo lo habremos movido, todo estará
más cerca del sueño que estamos construyendo. Armando un puente hermoso
para tu retorno, armador de sueños!
¡Patria Independiente y Socialista: Viviremos y Venceremos!
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