Por la expresión de su rostro parece que le simpatiza su nuevo juguete |
Por Sergio Rivero Carrasco
A veces nos parece mentira que
podamos dedicar un día a las cosas que nos gustan y sin presiones de trabajo o
familiares, echar vuelo a la imaginación y lograr la satisfacción de la sonrisa
a los que beneficiamos con nuestro quehacer.
Hoy quise parecerme a Jeppetto para convertirme en un hacedor de títeres, como en mis buenos tiempos
en la Universidad o en las escuelas en el campo en las que laboré los primeros
años en la Isla de la Juventud. Mis
alumnos eran los actores y esfuerzo tras esfuerzo lograron dar vida a todos los
personajes de las obras teatrales “Ya viene Gorgonio Esparza”, “Los cuentos del Decamerón negro” “El mancebo
que casó con mujer brava” y “El pequeño príncipe”.
Pero ahora el compromiso no era
con los alumnos sino con una de mis nietas. Exigente, muy exigente con la
calidad. La carita tiene que parecerse o
ser “igualita” a como ella la imagina.
Engrudo, papel periódico, papel
blanco, plastilina, cinta adhesiva, acrílico, cemento blanco, barniz mate y
otros materiales resultaron imprescindibles para el inicio.
Vuelta que vuelta a la masa y
al papel mojado hecho tiritas, se modela la base del rostro de la princesa; sí,
porque quiere una princesa como en los tiempos de hadas… No muy segura de que
va a cumplir con sus expectativas replica: “-Abuelito, me parece que esa
princesita debe ser de pelo rojo y ojos carmelitas. Ah, mira, las manitos pueden
tener guantes y trata que mis manos quepan bien en el cuello.
Se dan cuenta de que no trabajo
con cualquier persona. Ella sabe bien lo que quiere, cómo lo quiere y exige por
ello.
Bueno, hoy tengo que abrazar al
Pequeño Príncipe cuando el aviador, cansado de pintar la oveja que nunca aceptó
el Principito, la “introdujo” en una caja y le explicó: “La oveja que tú
quieres está ahí dentro”. Algo así tuve que hacer hoy pero con el pretexto de
que para lograr el volumen de rostro, debo esperar que se seque la base.
Entonces, mañana continuamos cuando regrese del trabajo.
Solo así mi nena me dio una
tregua para concebir bien el rostro que añora y poder ver en el suyo una
sonrisa de “oreja a oreja”. Estoy seguro de que la voy a complacer, no lo duden
ustedes.
¿Tuve en realidad un día de
asueto cuando mi jornada se extendió desde las ocho de la mañana hasta cerca de
las siete de la noche?
raFructífera y placentera jornada, ya verás qué princesa le regalarás a tu reina.
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