domingo, marzo 17, 2013

En el Ogadén con 18 años


Por Elizabeth Domínguez Vázquez*

Fotos: Cortesía del testimoniante
 Con la publicación de este testimonio en mi blog, me uno al homenaje a los cientos de cubanos que entregaron sus vidas en tierras etiopes y a los que como Emilio, siendo muy jóven, derrocharon coraje y valor por una causa justa en nombre del internacionalismo.
 
Emilio Pérez Pérez actualmente es capitán de la reserva, jefe de batería de artillería y miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Se desempeña como diseñador en el semanario Victoria en la Isla de la Juventud. Al cumplirse este 15 de marzo el aniversario 35 de la misión internacionalista cubana en Etiopía, honramos con este testimonio a los caídos y participantes en esa misión internacionalista

 “Cuando entramos en la maniobra, no teníamos conciencia de su envergadura y, menos aún, del peligro que corríamos.

“El principal riesgo era que se nos reventaran los oídos; los veteranos nos dijeron que debíamos colocarnos un pedazo de madera entre los dientes para no sentir tan fuerte el disparo de los obuses 122 mm, del cual era jefe de pieza, o colocar una soga en el disparador para accionar este mecanismo desde lejos y aminorar el enorme ruido tan cerca.


“Al llegar la hora de la verdad no hicimos nada de eso; el olor a pólvora nos volvió como leones y rápidamente nos acostumbramos”.


Así lo cuenta Emilio Pérez Pérez, combatiente internacionalista en Etiopía, con el rostro compungido, como si volviera a vivir ese instante.
“Era el año 1983, tenía 18 años y trabajaba en el periódico Victoria. Llevaba poco tiempo de finalizar mis estudios en el politécnico de artes gráficas Alfredo López Arencibia, en Ciudad Habana. Por la edad me tocaba incorporarme al Servicio Militar Activo y me preguntaron acerca de mi disposición de cumplir una misión en el exterior.

“En ese momento no pude dar la respuesta, debido a que mi mamá estaba enferma de cáncer en fase terminar. Fui de inmediato a Guantánamo, donde ella vivía y le manifesté: ‘Mami me proponen cumplir una misión militar fuera del país y a lo mejor cuando regrese usted no va a estar viva’.

“Sin temblarle la voz, me dijo: ‘Si es a cumplir con la Revolución ve y tiene que hacerlo bien, que cuando regrese te voy a estar esperando.

“Retorné a la Isla y di la respuesta. No sentía ningún miedo debido a que conocía compañeros que habían cumplido misión y regresaron con el pecho lleno de medallas.
“Primero estuvimos tres meses en Candelaria, que pertenecía a Pinar del Río, donde recibimos una preparación política y militar integral.

“El viaje fue difícil, debido a que nos fuimos en un barco soviético llamado Konstantín Simonot. La travesía duró 21 días; durante ese tiempo nos entreteníamos jugando dominó, voleibol, recibiendo preparación política e incluso se creó un grupo musical.

“La alimentación que recibíamos era totalmente elaborada por los soviéticos, lo cual no nos agradaba a la mayoría porque estábamos acostumbrados a nuestro sabor. Casi nadie había montado en barco y al pasar a través del océano Atlántico, el Mar Negro y el Mar Rojo, la cosa en realidad se ponía bien fea; el vómito y la deshidratación hacían estragos en la tropa, sobre todo, al regreso del restaurante.

“Donde primero tuvimos contacto con tierra fue en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, donde permanecimos en el puerto por 24 horas para abastecernos de alimentos, agua y combustible.

“Nosotros pensábamos que al llegar a las costas de Etiopía íbamos a ver una hermosa ciudad, pero no resultó así. Desembarcamos por un puerto que en la actualidad pertenece a Eritrea, provincia que se independizó. De inmediato nos distribuyeron para las distintas unidades diseminadas a lo largo de ese inmenso país; el traslado duró una semana en guagua, la distancia a recorrer era de más de 3 000 kilómetros, con una temperatura superior a los 40 grados, todos sin camisa y no se podían abrir las ventanas porque el aire caliente era insoportable.

“Ya en el trayecto pudimos apreciar la pobreza extrema que estaba viviendo ese hermano pueblo, niños moribundos por la sed y la desnutrición. Al ver aquello se nos apretaba el pecho y ganábamos más en conciencia de la necesidad de defender ese continente al precio que fuera necesario.

“Soy designado para la 5ta. Brigada de Artillería, en el desierto del Ogadén, conocido en aquellos momentos como El Frente. Recuerdo que al entrar por el paso de Carramarra, lugar donde los cubanos tuvieron una gran batalla, alguien nos dijo: han llegado al grupo de artillería, y nos sorprendimos porque no se veía ninguna instalación militar por todo aquel paraje desolador.

 

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“De momento la guagua paró y empezaron a salir los combatientes de debajo de la tierra, porque todo era soterrado. Me vino a la mente mi mamá y pensé: ¿Dónde me he metido madre mía…?

“Por los conocimientos que adquirí, el cumplimiento de las misiones y maniobras fui seleccionado para pasar un curso como jefe de pelotón donde salí con el grado de sub-teniente”.

“Un hecho curioso que enfrenté: Después de compartir como soldado toda aquella odisea inicial en mi grupo, de la noche a la mañana me convertí en su jefe inmediato y, a partir de ahí, fuimos más hermanos y existió una gran cohesión entre todos”.

“Algo muy importante que no puedo dejar de mencionar es que durante el cumplimiento de la misión, no faltó el apoyo de mi familia y compañeros de trabajo, sobre todo de mi madre que cada mes recibía más de diez cartas de su puño y letra para que supiera de su existencia, eso me daba aliento.

“Estando en esa nación me seleccionaron delegado al 12 Festival de la Juventud y los Estudiantes en la antigua Unión Soviética y, al mismo tiempo recibí unas vacaciones de estímulo a Cuba, decidí venir a la Patria, sobre todas las cosas a ver a mi madre. Al regresar del descanso a Etiopía, el avión hizo una escala en Angola, donde se me comunicó allí que había cumplido ya la misión, y permanecí tres meses allá cumpliendo otras tareas.

“Estuve en la misión durante 24 meses y lo que más me llamó la atención fue el cariño, la amistad, la valentía, el desinterés de los etíopes y su disposición de dar la vida por su país y los cubanos.

“Regreso al país en marzo de 1985 y le entrego a mi progenitora en sus manos la Medalla de Combatiente Internacionalista de Segundo Grado, Servicio Distinguido de las FAR, la Medalla Cuba-Etiopía y la satisfacción del deber cumplido; ella muere el 29 de enero de 1988”.

Emilio actualmente es capitán de la reserva, jefe de batería de artillería y miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Se desempeña como diseñador en el semanario Victoria en la Isla de la Juventud. Al cumplirse este 15 de marzo el aniversario 35 de la misión internacionalista cubana en Etiopía, honramos con este testimonio a los caídos y participantes en esa misión internacionalista.

*(Graduada de Comunicación Social y colaboradora)

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