Por Sergio Rivero Carrasco
- Con toda intención nos acercamos a los acontecimientos ocurridos el 10 de octubre de 1868 en el ingenio La Demajagua, en los que Carlos Manuel de Céspedes dio la libertad a sus esclavos y lanzó el grito de “¡Viva Cuba libre!”, abrazando el pensamiento de Fidel reflejado en esa joya de la historia Patria que fue el discurso pronunciado por él en ocasión de cumplirse el Centenario del inicio de las luchas por la independencia. Los invito a leer algunos fragmentos demostrativos de que la Revolución cubana comenzó un día como hoy.
Fidel
exponía:
“¿Qué
significa para nuestro pueblo el 10 de Octubre de 1868? ¿Qué significa para los revolucionarios de
nuestra patria esta gloriosa fecha?
Significa sencillamente el comienzo de 100 años de lucha, el comienzo de
la Revolución en Cuba, porque en Cuba
solo ha habido una Revolución: la
que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868 (APLAUSOS). Y
que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes.
“No hay,
desde luego, la menor duda de que Céspedes simbolizó el espíritu de los cubanos
de aquella época, simbolizó la dignidad y la rebeldía de un pueblo —heterogéneo
todavía— que comenzaba a nacer en la historia.
“Fue
Céspedes, sin discusión, entre los conspiradores de 1868 el más decidido a
levantarse en armas. Se han elaborado
algunas interpretaciones de su actitud, cuando en la realidad su conducta tuvo
una exclusiva motivación. En todas las
reuniones de los conspiradores Céspedes siempre se había manifestado el más
decidido.
8 de ese mismo mes por el Gobernador General de Cuba dando instrucciones a las autoridades de la provincia de arrestar a Carlos Manuel de Céspedes. Y Carlos Manuel de Céspedes no les dio tiempo a las autoridades, no les permitió a aquellas tomar la iniciativa, e inmediatamente, adelantando la fecha, cursó las instrucciones correspondientes y el 10 de Octubre, en este mismo sitio, proclamó la independencia de Cuba.
“Es que la
historia de muchos movimientos revolucionarios terminó, en su inmensa mayoría,
en la prisión o en el cadalso.
“Es
incuestionable que Céspedes tuvo la clara idea de que aquel alzamiento no podía
esperar demasiado ni podía arriesgarse a recorrer el largo trámite de una
organización perfecta, de un ejército armado, de grandes cantidades de armas,
para iniciar la lucha, porque en las condiciones de nuestro país en aquellos
instantes resultaba sumamente difícil. Y
Céspedes tuvo la decisión.
“De ahí
que Martí dijera que “de Céspedes el ímpetu y de
Agramonte la virtud”, aunque hubo también mucho de ímpetu en Agramonte y mucho
de virtud en Céspedes. Y el propio Martí
expresó en una ocasión, explicando la actitud de Céspedes, sus discrepancias
sobre el aplazamiento del movimiento con otros revolucionarios, diciendo que
‘aplazar era darles tal vez la oportunidad a las autoridades coloniales
vigilantes para echárseles encima’. ”
“Con el
advenimiento de la victoria de 1959, se planteó en nuestro país de nuevo —y en
un plano más elevado aún— problemas fundamentales de la vida de nuestro
pueblo. Porque si bien en 1868 se
discutía la abolición o no de la esclavitud, se discutía la abolición o no de
la propiedad del hombre sobre el hombre, ya en nuestra época, ya en nuestro
siglo, ya al advenimiento de nuestra revolución, la cuestión fundamental, la
cuestión esencial, la que habría de definir el carácter revolucionario de esta
época y de esta revolución, ya no era la cuestión de la propiedad del hombre
sobre el hombre, sino de la propiedad del hombre sobre los medios de sustento
para el hombre.
“Si
entonces se discutía si un hombre podía tener 10 y 100 y 1 000 esclavos, ahora
se discutía si una empresa yanki, si un monopolio imperialista tenía derecho a
poseer 1 000, 5 000, 10 000 ó 15 000 caballerías de tierra; ahora se discutía
el derecho que podían tener los esclavistas de ayer a ser dueños de las mejores
tierras de nuestro país.
“Si
entonces se discutía el derecho del hombre a poseer la propiedad sobre el
hombre, ahora se discutía el derecho que podía tener un monopolio o quien
fuera, aquel propietario de un banco donde se reunía el dinero de todos los que
depositaban allí, si un monopolio o un oligarca tenía derecho a ser dueño de un
central azucarero donde trabajaba un millar de obreros; si era justo que un
monopolio o un oligarca fuera dueño de una central termoeléctrica, de una mina,
de una industria cualquiera que valía decenas de miles o cientos de miles, o
millones o decenas de millones de pesos; si era justo que una minoría
explotadora poseyera cadenas de almacenes sin otro destino que enriquecerse
encareciendo todos los bienes que este país importaba. Si en el siglo pasado se discutía el derecho
del hombre a ser propietario de otros hombres, en este siglo —en dos palabras—
se discutía el derecho de los hombres a ser propietarios de los medios de los
que tiene que vivir el hombre.
“Y desde
entonces el pueblo en el poder desarrolla su lucha, no menos difícil, no menos
dura,
frente al imperialismo yanki y contra el imperialismo yanki, el más
poderoso país imperialista, el gendarme de la reacción en el mundo. Poder acostumbrado a destruir gobiernos, a
destruir gobiernos que insinuaban un camino de liberación, derrocarlos mediante
golpes de Estado o invasiones mercenarias, destruir los movimientos políticos
mediante represalias económicas, se ha estrellado toda su técnica, todos sus
recursos, todo su poderío se ha estrellado contra la fortaleza de la
Revolución.
“Porque la
Revolución es el resultado de cien años de lucha, es el resultado del
desarrollo del movimiento político, de la conciencia revolucionaria, armada del
más moderno pensamiento político, armada de la más moderna y científica
concepción de la sociedad, de la historia y de la economía, que es el
marxismo-leninismo; arma que vino a completar el acervo, el arsenal de la
experiencia revolucionaria y de la historia de nuestro país”.
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