Por Sergio I. Rivero Carrasco
Sí, es posible
Sí, hay con qué
Sí, lo vamos a lograr
¡Depende de mí!
Sí, hay con qué
Sí, lo vamos a lograr
¡Depende de mí!
Un espejo es
suficiente para ubicarte delante de ti mismo y llamarte a la reflexión. Hay
ocasiones en que la vida y sus vericuetos llevan a las personas desde edades
muy tempranas a agarrar el cigarro como medio de desahogo de “sus problemas”,
ya sean emocionales, educacionales, de pareja o simplemente parecerse a los
mayores, atraer a las muchachas y ubicarse en el grupo de los “reconocidos”.
Generalmente
sucede sobre los 11 años, según estudios muy serios realizados en nuestro país
y en otros centros de investigación de Salud, que pretenden conocer al detalle
las causas y manifestaciones para desarrollar acciones que reduzcan esta adicción.
Adicción, sí, porque la mayoría de los fumadores no reconocen que son adictos,
como también son dependientes los alcohólicos, drogadictos, consumidores de
medicamentos; solo tienen que darse cuenta que están atrapados de tal manera
que la mayoría de las veces no pueden escapar por sí solos.
Una afección de
la salud relacionada con los sistemas cardiovascular y respiratorio, ponen las
antenas alertas y lo que en otros momentos no se había logrado, en estas
circunstancias se puede alcanzar. Utilizar el espejo como el otro yo, a mí me
dio resultado. Soy de los que a los 11 años comencé a fumar por algunos de los
motivos antes descritos y cuando apenas llegaba a los 30, el oxígeno comenzó a
faltar, la circulación a dar síntomas negativos, la presión arterial desde los
14 años, ya me daba qué hacer y entonces... ¡No podía dejar de fumar!
Llegaron los 50
y una angioplastia en la arteria Ilíaca derecha, fue la solución paliativa a
los problemas confrontados con la locomoción, entonces, volví a recurrir al
espejo, ese que siempre te machaca con
la frase ¡Decídete! ¡Decídete! ¡Decídete!.... ¡Y decidí! Solo faltaba
interiorizar la responsabilidad individual en la solución del problema, evaluar
el costo beneficio que significaba abandonar el tabaco de una vez y por todas; la vida me demostró que ante cada situación
se impone la fuerza de voluntad para vencer las dificultades y seguir.
Tuve un
amigo-hermano, de esos que se quieren como si nos circulara la misma sangre,
siempre enfermo, sin aire… Fuma que te fuma, uno detrás del otro. Lo incitaba a
dejarlo, le demostré que se podía, lo invité muchas veces a que se llenara de
valor por su propia vida, pero nada... No tuvo la voluntad necesaria y ya no
está entre nosotros.
La salud es lo
más preciado del ser humano, por ella podemos disfrutar las bondades de la vida
y aportar con nuestra acción cotidiana a los compromisos familiares y sociales.
El ejercicio físico, la salud ambiental y la calidad de vida amparada por un
sistema de salud excepcional como el nuestro, paradigma para el mundo, son
suficientes para sentirnos orgullosos y hacer cada día un poquitín más por
nosotros mismos y por los demás.
Hoy, 31 de Mayo,
“Día Mundial sin tabaco” proclamado por la Organización Mundial de la Salud desde
1989, la mayor contribución que puedo hacer es
precisamente invitar a los fumadores a pararse frente al espejo, valorar con
altruismo la vida, llenarse de la fuerza de voluntad necesaria ¡Y decidir!
Porque depende de mí.
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