lunes, enero 06, 2020

Recuerdos para un Día de Reyes



Por Sergio I. Rivero Carrasco

Desde que abrí los ojos al mundo esperaba cada cinco de enero en la noche la visita de los “Reyes Magos”, los que supuestamente  “se convertían en hormiguitas”, entraban en a la casa por debajo de la puerta”, y depositaban en la sala los juguetes que durante el último tiempo había preferido, motivando que el amanecer del día seis de enero se tornara festivo al celebrarse el tradicional Día de Reyes estimulados por los nuevos juguetes y regalos. 

Con el tiempo la situación fue cambiando y este místico quehacer se trasladó de fecha en algunas familias según llegara el cobro del viejo… Hasta que un seis de enero, al ver que no recibía los regalos, mi madre, envuelta en lágrimas, me dice que los “Reyes míos” llegaban el día 14 si era posible… pero no me visitaron más, como le sucedió a otros muchos niños.

Pero la celebración del Día de Reyes en Cuba va mucho más allá de mi infancia y de lo que por generaciones hemos conocido; tiene su origen en las más remotas tradiciones del mestizaje y el crisol de culturas que se funden desde la época colonial como crisol de la nacionalidad. Tuvieron su origen en los cabildos  del Siglo XVI en Sevilla que estimulaban esta práctica trasladada a Cuba a principios del mismo siglo XVI, y ya en 1520 habían llegado a Santiago de Cuba, y en 1570 estaban en La Habana  donde las salidas se producían durante las Epifanías del Señor o el Día de Reyes cada seis de enero.
Esta Fiesta de la liturgia católica, sirvió de entorno especial para que los cabildos salieran a las calles y realizaran el recorrido que concluía en el Palacio de los Capitanes Generales, devenido en una especie de “Carnaval negro” que provocó contradicciones porque unos decían que los negros imitaban a los que pedían el aguinaldo, acompañados de pitos, tambores y cornetas, mientras otros entienden que festejaban al rey negro Melchor, santo que por ser de su raza habían adoptado como Patrono Celestial.
En ese contexto el ensayista, antropólogo  y fundador de los estudios afrocubanos Fernando Ortiz consideraba que “con el tiempo acudieron los demás esclavos solicitados quizás por los gobernadores que encontraban así un modo de sostener una fiesta popular y captarse las simpatías de los esclavos en general de cuya adhesión no se estuvo nunca muy seguro según se ha dicho”
Otra de las referencias más claras sobre la celebración del tradicional Día de Reyes en Cuba llega del propio Fernando Ortiz en su libro “La antigua fiesta afrocubana del Día de Reyes” de 1925, que al comentarlo la ensayista Adriana Méndez Rodenas expresa: “/…/ Fernando Ortiz comunica el profundo significado que este día (6 de enero) acarreaba para las masas silenciosas de esclavos: era el único día en que podían, literalmente, exorcizar sus penas mediante el baile. Esto porque cada 6 de enero los amos relajaban las restricciones que sometían al cuerpo del esclavo, tanto en el campo como en la ciudad. En un sentido real, la fiesta del Día de Reyes se convertía en un momento de epifanía, ya que la promesa del ritual era la liberación incondicional o al menos por un día. Para el festejo del 6 de enero, los cabildos – asociaciones de negros esclavos libertos que se agrupaban de acuerdo a su nación en África- elegían un Rey, bailaban comparsas con traje tribal y se paseaban frente a los palacios de las armas para pedir aguinaldo” (p. 219).

Se ha expresado con acierto que esta costumbre de felicitar cada seis de enero al Capitán General y solicitar el obsequio de aguinaldo, hizo que cada cabildo tratara de perfeccionar sus salidas con más vistosos trajes y pendones particulares cada vez con mayor interés competitivo, lo cual estimuló la influencia entre las propias etnias africanas  al revivir las fiestas de sus tierras de origen con significativa incidencia en el desarrollo de las relaciones sociales entre ellos, convirtiendo al negro representativo de los hechos y funciones que se revivían. 

Así, en ese andar de las tradiciones y fortalecimiento de la identidad en la celebración de la Fiesta de Reyes, fruto de ese fuerte abrazo que se produce entre las  culturas originarias, se fue nutriendo y fraguando la nacionalidad cubana, el sentimiento de país y el interés por preservarla como el mayor escudo para proteger la nación.

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