Dada la importancia, actualidad y exquisita profundidad y argumentos en los análisis que entrega en este artículo Atilio Borón, consideramos que el mismo prestigia a nuestra publicación y es de sumo interés que sea multiplicado y leído por muchas personas. Gracias a todos los que hagan posible ese propósito.
Por Atilio A. Boron
La
frustrada incursión de un grupo de mercenarios pretendiendo desembarcar en las
costas de Macuto, estado de La Guaira, es la enésima prueba de que Estados
Unidos, es un “estado canalla”; es decir, un país que viola sistemáticamente la
legalidad internacional y al hacerlo pone en peligro la paz mundial. La
tentativa de la madrugada del pasado domingo confirma que la Casa Blanca
persiste en su criminal actitud de mantener el bloqueo e intentar por cualquier
medio derrocar a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. E insiste en
esta actitud en medio del desastre que la pandemia está produciendo en su país
(69.000 muertos y más de 30 millones de desempleados). Imperturbable ante el
caos, Trump tiene tiempo para ordenar que una banda de mercenarios ponga en
marcha su criminal “licitación para una invasión tercerizada” tal como fuera
formalmente anunciada por el bandolero neoyorquino.[1]
El
objetivo de este primer ataque fue testear la capacidad de respuesta de la FANB
(Fuerza Armada Nacional Bolivariana), su cohesión frente a los invasores
y su eventual vulnerabilidad ante la tentación que despierta entre malhechores
de todo tipo la millonaria recompensa ofrecida por Washington. A no
confundirse: lo ocurrido en Macuto no es un incidente aislado sino un engranaje
de un plan meticulosamente concebido y cuyo desenlace final, en la afiebrada
alucinación de quienes lo pergeñaron, es el secuestro o el asesinato del
presidente Nicolás Maduro y la concreción del tan ansiado como elusivo “cambio
de régimen.” De hecho, al día siguiente del primer incidente en Macuto un nuevo
colectivo mercenario fue interceptado y sometido por las milicias populares en
Chuao, en la región costera del Estado Aragua.[2]
Es
indudable que la escala de esta operación fue incomparablemente menor que la
que lanzara un grupo de cubanos contrarrevolucionarios en el desembarco de
Playa Girón, el 15 de abril de 1961. En aquella ocasión se movilizaron unos
1400 hombres, más de una docena de aviones de transporte y bombarderos,
numerosos barcos, tanques y una impresionante armamento. La fulminante
respuesta de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas impidió que los
invasores lograran su primer objetivo estratégico, preámbulo de otros más
ambiciosos: crear una “zona liberada” en donde se instalase un gobierno
provisional que obtendría el inmediato reconocimiento de la Casa Blanca y de la
OEA y que permitiría que los medios de comunicación y los políticos serviles y
sirvientes del imperio presionar a otros gobiernos para que reconozcan el nuevo
gobierno cubano y lanzar una campaña mundial para que la “comunidad internacional”
avale esta maniobra.
Lo
de Macuto tuvo otra dimensión, pero no se debería caer en el error de creer que
ese era todo el plan. De hecho, la nueva incursión por Chuao prueba lo que
venimos diciendo. Ambos operativos son “globos de ensayo” para medir la
rapidez y contundencia de la respuesta del chavismo y, también, operaciones de
distracción para facilitar el eventual ingreso de contingentes de mercenarios
–“contratistas militares privados”, según las leyes de Estados Unidos, como
Academi (ex Blackwater) y Triple Canopy que cuentan con miles de efectivos-
regularmente contratados por la CIA y el Departamento de Estado para realizar
lo que eufemísticamente se llaman “operaciones especiales.” Por ejemplo,
organizar micro-operaciones en el dilatado litoral atlántico-caribeño de
Venezuela o por la extensa frontera colombo-venezolana (2.219 kilómetros) que
ofrece muchas rutas alternativas de ingreso ilegal y de difícil detección.
Por
supuesto que el narcogobierno de Iván Duque en Colombia hará absolutamente
cualquier cosa que le sea solicitada por Trump pues es consciente que si
desobedeciera la orden tanto él como su jefe político, Álvaro Uribe Vélez,
podrían terminar sus días en una cárcel de máxima seguridad como el ex
presidente panameño Manuel Antonio Noriega. Por otra parte no puede
olvidarse el hecho de que la IVª Flota de Estados Unidos lleva semanas
patrullando el Mar Caribe con el pretexto de desarticular las redes del
narcotráfico cuando los informes de la DEA señalan que el 93 % de la cocaína que
ingresa a ese país lo hace desde Colombia y vía el Océano Pacífico.
Ese
vasto despliegue naval fue diseñado para otorgar apoyo logístico, y
eventualmente de tropas y equipos, a las operaciones desbaratadas en las
últimas horas. La situación, por lo tanto, es de extrema gravedad y la
subestimación de la prensa es la mejor prueba de que se quiere minimizar el
peligro para que el gobierno bolivariano baje su guardia y piense que lo peor
ya pasó. Tal actitud subestima grandemente al liderazgo de Nicolás Maduro
y el patriotismo de venezolanas y venezolanos que, de producirse el ataque,
propinarán una tremenda derrota a los invasores. Sería bueno que alguien le
cuente al ignorante de Trump que fue lo que le ocurrió a Estados Unidos en
Playa Girón y en Vietnam.
Los
sicarios mediáticos del imperio dicen que las agresiones a Venezuela cuentan
con el beneplácito, o al menos la aquiescencia, de la “comunidad
internacional”. Pero ocurre que esa tal comunidad no existe y es una engañosa
entelequia. Así la describió un experto estadounidense, Samuel P. Huntington,
conservador pero poco amigo de las “posverdades” y ardides propagandísticos de
la derecha. Escribió que “los líderes estadounidenses constantemente dicen que
hablan en nombre de ‘la comunidad internacional.’ ¿Pero a quiénes tienen en
mente? A China, Rusia, India, Paquistán, Irán, el mundo árabe, América Latina,
Francia? ¿Será que algunos de esos países o regiones perciben a Estados Unidos
como el vocero de una comunidad de la cual son partes integrantes? La comunidad
en cuyo nombre habla Estados Unidos incluye, como mucho, a sus primos
anglo-sajones (Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda) … a Alemania y
algunas pequeñas democracias europeas … a Israel en cuestiones relacionadas con
Oriente Medio y a Japón. Son estados importantes, pero están muy lejos de ser
la “comunidad internacional global.”[3]
Pese
a ello Trump y sus secuaces de la Fundación Libertad siguen diciendo, por
ejemplo, que a Juan Guaidó o el bloqueo a Cuba y Venezuela son apoyados por “la
comunidad internacional”. O acusando de “populistas”, “autoritarios” o
violatorios de la separación de poderes a los gobiernos latinoamericanos
que priorizan la salud de sus poblaciones en lugar de garantizar el libérrimo
funcionamiento de los mercados, algo que para Mario Vargas Llosa y su tropa de
impresentables políticos comenzando por Álvaro Uribe Vélez, José María Aznar y
Mauricio Macri refleja las aspiraciones de la “comunidad internacional.”
Mienten a sabiendas y deberían recordar, antes de que tengan un abrupto
despertar, la sabia sentencia de Abraham Lincoln cuando dijo que:“Puedes engañar
a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no
puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”
Ante
esta ofensiva de Washington lo primero que se impone es la necesidad de cerrar
filas en defensa del gobierno bolivariano. La injerencia de Estados Unidos y su
peón colombiano los asuntos internos de Venezuela es absolutamente inadmisible
y debe ser condenada de modo rotundo. Este es un imperativo categórico, de raíz
kantiana, imprescindible para evitar que el sistema internacional desate una
espiral incontenible de caos, violencia y muertes. Segundo, será también
inaceptable cualquier actitud ecléctica o que pretenda apelar a una imaginaria
neutralidad, y menos en tiempos de una pandemia universal. Y si algunos
gobernantes extravían el rumbo sea porque ceden a la coerción de la Casa Blanca
o debido a sus propias debilidades ideológicas deberán saber que la repulsa
popular ante esa conducta más pronto que tarde podría causar el derrumbe de sus
gobiernos. Tercero y último: potenciar los dispositivos de coordinación a
través de la Internet que nos hemos visto forzados a utilizar debido a la
cuarentena para formar un gran movimiento de opinión continental repudiando la
ofensiva norteamericana en contra del gobierno bolivariano y, por supuesto, de
Cuba, Nicaragua e Irán.
Y,
agregaríamos, en contra de las políticas de sanciones económicas en contra de
Rusia y China y la “extraterritorialidad” de las leyes de Estados Unidos que
exacerban las ya de por sí peligrosas tensiones del sistema internacional.
Hemos aprendido que aún cuando no podamos reunirnos físicamente podemos hacerlo
virtualmente, e impulsar iniciativas de autodefensa que impidan que el capital
utilice los estragos de la pandemia para reconstruir, en clave aún más autoritaria,
su dominación sobre los pueblos. Este “asociativismo digital” puede y debe
convertirse en un significativo aporte para facilitar la coordinación
internacional de las luchas antiimperialistas e idóneo instrumento para
combatir las mentiras y manipulaciones mediáticas con las que se nos quiere
subyugar.
[1] Cf. María Fernanda Barreto, en Correo del Alba, 26 de
Marzo de 2020, accesible en: https://correodelalba.org/2020/03/26/trump-abre-la-licitacion-para-la-invasion-militar-a-venezuela-en-medio-de-la-pandemia/
La cifra de 55 millones de dólares resulta de sumar los 15 millones ofrecidos
por la captura (o el asesinato) de Nicolás Maduro a los que se agregan los 10
millones por Diosdado Cabello y Tareck El Aissami y, además, por los traidores
Hugo Carvajal y Clíver Alcalá que seguramente querrán capturarlos vivos. Cf.
los datos en el periódico colombiano El
Tiempo: https://www.eltiempo.com/unidad-investigativa/quienes-estan-con-maduro-en-el-cartel-de-recompensas-de-ee-uu-477386
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