viernes, julio 30, 2021

Por siempre estarán en el umbral de la historia

Por Sergio I. Rivero Carrasco

“Los mártires no saben de edades; no escogen
el momento de entregar la vida por la Patria, por
los hombres y mujeres que llevarán sus nombres
en lo alto como antorchas de la historia.”
Fidel

A la historia, nada le es ajeno. Hasta el más insignificante hecho tiene un espacio porque nunca sucede por el azar, en cada uno hay causa, manifestación y efecto que marca su trascendencia… Y lo eterniza.

La tierra cubana se ha abonado con la sangre regada por sus hijos en el camino hacia la independencia. Más de 150 años de dura batalla física y en el plano de las ideas han caracterizado el devenir histórico marcando pautas, figuras y hechos trascendentales, como sucedió en los años de la insurrección en la ardiente ciudad de Santiago de Cuba cuando el 30 de julio de 1957 la dictadura asesinaba a uno de sus más valiosos revolucionarios: Frank País García, acompañado en esa ocasión por otro joven combatiente clandestino Raúl Pujol, ambos dirigente y miembro del Movimiento 26 de Julio.

Este 30 de julio conmemoramos el aniversario 64 de ese hecho, en el que Frank País fue asesinado, ese joven a quien Fidel describiera como ejemplo de dignidad y lucha, de integridad y espíritu revolucionario. Fueron ellos los que fundaron la simiente revolucionaria, los mártires de la Patria, a los que se ha dedicado ese día para rendir el merecido tributo por todo el pueblo agradecido de su obra y de su ejemplo.

Cuando se acerquen la figura insigne de Frank, les recomiendo revisar la misiva enviada por Fidel a Celia el 31 de julio, un día después del horrendo crimen, en la que con profundo sentimiento escribió:

“¡Qué bárbaros! Lo cazaron en la calle cobardemente valiéndose de todas las ventajas que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino. ¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado. No sospecha siquiera el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él de grande y prometedor (…) Frank País, el más valioso, el más útil, el más extraordinario de nuestros combatientes (…) Ahora más que nunca debe implantarse la disciplina que tanto exigió Frank”.

Cuánta claridad en sus palabras, porque en realidad Frank fue más que el maestro ejemplar, se convirtió en el alma de la lucha, el ejemplo vivo de cada acción, el que siempre predicó con el ejemplo y por eso el pueblo lo seguía desafiando la barbarie del terror del batistato, fue el líder que la insurrección santiaguera necesitaba; mientras que Raúl Pujols  había trabajado como mensajero y aprendiz de dependiente de ferretería, pero en los tiempos del asalto al cuartel Moncada, contribuyó a salvar la vida de varios sobrevivientes a quienes se les perseguía con saña, convirtiéndose  por su incesante actuar revolucionario clandestino en uno de los fundadores de la Resistencia Cívica santiaguera, que puso a disposición del Movimiento 26 de Julio tanto su hogar como la ferretería.

Dos jóvenes llenos de vida y coraje, dos jóvenes símbolos de la resistencia revolucionaria, dos hijos ilustres de la Patria que con su actuar despertaron toda la saña del régimen que los ametralló con desgarrador odio y múltiples disparos a quemarropa.  Doña Rosario, la valiente madre de Frank expresó en relación con ello: “Conté y taponé treinta y seis perforaciones en el cuerpo de mi hijo, y no seguí porque me parecía que le dolía”.

Desde muchos balcones, techos y ventanas llovieron pétalos y flores al paso solemne de los féretros. Frank iba ataviado con el uniforme verde olivo rebelde, con grados de coronel y en su pecho reposaban la boina, el brazalete del Movimiento 26 de Julio y una rosa blanca.

La sangre de los santiagueros hervía ante tan horrendo crimen y se lanzaron a la calle desafiando el peligro y la acción justiciera de la tiranía demostrando que ese hecho solo había enardecido el sentimiento patriótico y libertario de los cubanos. El sepelio devino en protesta y por la altura de los hechos fue declarado por la Revolución el 30 de Julio como “Día de los Mártires de la Revolución”, en el que todo el pueblo venera y rinde postrer tributo a ellos.

Unos días más tarde, en agosto de 1957, el poeta Manuel Navarro Luna dejaba vibrante constancia de lo sucedido: “Es Santiago de Cuba, no os asombréis de nada”,  y en su poema se encargó de caracterizarlos con todo el sentimiento que le proporcionaron sus emociones patrias:

“Hay muertos que, aunque muertos, no están en sus entierros;
hay muertos que no caben en las tumbas cerradas
y las rompen, y salen, con los cuchillos de sus huesos 
para seguir guerreando en la batalla...!”


 
Ellos están hoy junto a nosotros, guerreando en estas nuevas batallas, presentes por siempre en el umbral de la historia. 


 

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