Por Sergio
Rivero Carrasco
Ya es el Día
de los Padres, y a la vez que le hago llegar a todos la mayor felicidad del
mundo por asumir con responsabilidad y amor esa cualidad en la vida, me
dispongo a intercambiar con ustedes algunos sentimientos acumulados durante
algunos años en esta faena hermosa de ser papá, amigo y hermano de mis hijos y
nietos.
Estamos seguros de que no somos carne y sangre solamente, sino el corazón el que nos une y nos hace padre e hijos y cuando ha llegado el momento de ver volar a nuestros pichones, nuestros corazones nunca se han desligado.
Porque es que un papá es ante todo un hombre con corazón, que sabe señalar el horizonte con optimismo y confianza; claro, algo así como una combinación inteligente de razón y sentimiento. A veces, cuando solo ha pasado un minuto de haber requerido a alguno por motivos muy justificados, le sonreímos, guiñamos un ojo con la mayor ternura porque tiene que saber que todo quedó ahí, y solo el amor es el sentimiento que nos une en un instante y en el tiempo.
Estamos seguros de que no somos carne y sangre solamente, sino el corazón el que nos une y nos hace padre e hijos y cuando ha llegado el momento de ver volar a nuestros pichones, nuestros corazones nunca se han desligado.
Porque es que un papá es ante todo un hombre con corazón, que sabe señalar el horizonte con optimismo y confianza; claro, algo así como una combinación inteligente de razón y sentimiento. A veces, cuando solo ha pasado un minuto de haber requerido a alguno por motivos muy justificados, le sonreímos, guiñamos un ojo con la mayor ternura porque tiene que saber que todo quedó ahí, y solo el amor es el sentimiento que nos une en un instante y en el tiempo.