sábado, junio 15, 2013

Huella en el tiempo (A propósito del Día de los Padres)


Por Sergio Rivero Carrasco 

Ya es el Día de los Padres, y a la vez que le hago llegar a todos la mayor felicidad del mundo por asumir con responsabilidad y amor esa cualidad en la vida,  me dispongo a intercambiar con ustedes algunos sentimientos  acumulados durante algunos años en esta faena hermosa de ser papá, amigo y hermano de mis hijos y nietos.

 Estamos seguros de que no somos carne y sangre solamente, sino el corazón el que nos une y nos hace padre e hijos y cuando ha llegado el momento de ver volar a nuestros pichones, nuestros corazones nunca se han desligado.

Porque es que un papá es ante todo un hombre con corazón, que sabe señalar el horizonte con optimismo y confianza; claro, algo así como una combinación inteligente de razón y sentimiento. A veces, cuando solo ha pasado un minuto de haber requerido a alguno por motivos muy justificados, le sonreímos, guiñamos un ojo con la mayor ternura porque tiene que saber que todo quedó ahí, y solo el amor es el sentimiento que nos une en un instante y en el tiempo.

No siempre hemos podido hacer realidad el placer que significa dedicarles todo el tiempo de nuestras vidas conociendo que es el mejor legado que podamos dar a nuestros hijos, y ellos lo necesitan aunque comiencen a peinar canas. El abrazo amoroso, el beso en la frente, el "hasta mañana, que duermas bien" o el cotidiano "buenos días" hace crecer el espíritu, porque el mejor legado de un padre a sus hijos es un poco de su tiempo cada día.

¿Qué adorno más grande puede haber para un hijo que la gloria de un padre, o para un padre que la conducta honrosa de un hijo? Siempre oímos de nuestros progenitores que un hombre es sabio cuando conoce de verdad a su propio hijo. No hace falta colmarlos de estímulos materiales ni satisfacer a cualquier costo sus antojos. A veces el hombre más pobre deja a sus hijos la herencia más rica, porque deja su imagen perdurable en los hijos. Un proverbio imprescindible en esta ocasión es el que nos entrega el escritor, filósofo y músico franco-suizo Jean Jacques Rousseau: "Un buen padre vale por cien maestros". 

A propósito, les propongo reflexionar con un poema de la Madre Teresa de Calcuta:

 Padres y Maestros

Enseñarás a volar,

pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar,

pero no soñarán tu sueño.

Enseñarás a vivir,

pero no vivirán tu vida.

Sin embargo…

en cada vuelo,

en cada vida,

en cada sueño,

perdurará siempre la huella

del camino enseñado.

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