Tomado de Juventud Rebelde
- Durante su visita a Cuba, la única investigadora latinoamericana con un proyecto de excavación en tierras egipcias contó a JR las peripecias de su aventura en la búsqueda de la enigmática reina del Nilo y su amante romano, Marco Antonio
Es joven, mujer, latinoamericana y sin formación académica en el
mundo de la arqueología. Pero aun así la audacia de la dominicana
Kathleen Martínez Berry podría conducir a uno de los hallazgos
arqueológicos más importantes del siglo XXI: la tumba de la reina
egipcia Cleopatra VII.
Quienes tuvimos el privilegio de conocer recientemente en Cuba a la
única investigadora de un país subdesarrollado con un proyecto de
excavación en tierras egipcias, quedamos sorprendidos ante la idea de
que la cámara que guarda los restos de la antológica seductora de
hombres y el político romano Marco Antonio, permanece escondida en un
lugar diferente al que muchos piensan.
La teoría se sustenta en más de seis años dedicados con todo el
esfuerzo —y hasta con sus recursos financieros— a descubrir este pasaje
que esclarecería las interrogantes sobre la muerte, en el año 30 antes
de nuestra era, de estos dos personajes tan controversiales de la
historia antigua.
El interés de Kathleen por el Antiguo Egipto surgió en el colegio,
durante las clases de historia en su ciudad natal, Santo Domingo. Pero
no fue hasta cumplir 15 años que prometió a un grupo de intelectuales,
reunido en la casa de su padre, reivindicar la imagen de Cleopatra, a
quien los presentes estaban retratando como una mujer «lujuriosa» y
«banal».
Graduada de Derecho de la Universidad Católica de Santo Domingo,
arqueóloga por afición, la joven comenzó a sentir la necesidad de
investigar a este enigmático personaje. «Fue entonces que aparecieron
muchas dudas y empecé a sentir una gran fascinación», confesó Kathleen,
quien estuvo más de 15 años estudiando la vida de la última reina de la
dinastía Ptolemaica.
¿Intuición femenina?
Según la versión más extendida, Cleopatra se quitó la vida al hacerse picar por una cobra egipcia (áspid), pero antes de morir designó el lugar en que sería enterrada junto a su amante, Marco Antonio, que ya se había suicidado tras ser derrotado por Octavio en su lucha por dominar el Imperio Romano.
«Un buen día entendí que había hecho el descubrimiento del posible
lugar que ella escogió para ser sepultada junto a su amor», relató.
Entonces Kathleen tomó un avión rumbo a Egipto, para visitar las
ruinas de varios templos y la biblioteca de Alejandría, y así confirmar
su hipótesis.
La tumba de Cleopatra, así como la de Alejandro Magno y la de
importantes faraones del antiguo Egipto, ha sido buscada durante siglos.
Sin embargo, Kathleen sugiere que la indagación se ha realizado en los
sitios equivocados.
«Mi idea se basa en el hecho de que la muerte de Cleopatra, usando
una cobra egipcia, no fue un suceso aislado, producto de la
desesperación, como se pensaba, sino el inicio de un acto religioso
consumado con mucha espiritualidad, que tenía que ser completado con
ella enterrada en un templo… ¿pero cuál?».
En 2004 la investigadora latinoamericana ya había visitado disímiles
opciones. «Marqué unos 20 lugares que la reina del Nilo pudo haber
escogido; sin embargo, una vez que llegué a las colinas de Abusir, en el
templo Taposiris Magna, donde no queda prácticamente ninguna
edificación en pie —solamente las murallas y los pilares—, pude
constatar que existían todas las condiciones para que fuera ese el sitio
indicado».
Al decir de la estudiosa, el Taposiris Magna era el templo más
sagrado en su tiempo y fue construido por la dinastía griega de los
Ptolomeo, que gobernó Egipto tras la muerte de Alejandro Magno.
Este se halla en el límite de Alejandría, lo suficientemente lejos
como para que los romanos, que ya estaban en ese momento tomando control
de la ciudad, no pudiesen saber lo que estaba ocurriendo en sus
adentros, precisó.
Segura de lo que tenía entre sus manos, Kathleen se embarcó en lo que
podría ser una misión imposible: presentar un proyecto de excavación al
Doctor Zahi Hawass, director del Consejo Supremo de Antigüedades de
Egipto.
Contra molinos de viento
Fue así que en 2005 la joven presentó el proyecto al Gobierno egipcio, sustentado por la Universidad Católica de Santo Domingo.
«En ese momento parecía que no estaban creadas las condiciones para
que las autoridades egipcias me dieran el permiso, puesto que soy
abogada y no arqueóloga. Además, nunca se había otorgado una licencia a
un latino para excavar en su territorio, menos a una mujer», refirió
Martínez.
Sin embargo, resulta curioso que los dos grandes hallazgos
arqueológicos de la historia los hicieron dos personas cuya profesión no
era precisamente de esta especialidad, subrayó.
«Una de estas era Heinrich Schliemann, un simple mercader de
antigüedades que desde niño soñó con Troya, y confiaba en lo que narraba
La Ilíada. Después de varios años de excavación en las
costas turcas, en 1870 descubrió la nombrada ciudad, sin dudas uno de
los proyectos arqueológicos más significativos.
«Por otra parte, el hallazgo más importante realizado en Egipto, la
tumba de Tutankamon, lo hizo Howard Carter, un dibujante que sustituyó a
su padre, por problemas de salud, como aprendiz de William Matthew
Flinders Petrie, el más famoso de los expertos ingleses de este campo.
«Si estas personas lo lograron, no había razón para que yo no pudiera
intentarlo. Así que le presenté mi teoría al Doctor Hawass y este
accedió a mostrarla al Consejo Superior Egipcio de Antigüedades»,
confesó.
Entonces le concedieron una licencia de solo dos meses para demostrar
que tenía razón, un tiempo que en arqueología resulta prácticamente
insignificante.
Si la teoría era correcta —explicó Kathleen—, en el templo debían
encontrarse túneles, pasadizos y cámaras subterráneas que condujeran a
la tumba perdida de Cleopatra y Marco Antonio.
Sin embargo, en aquel momento el Doctor Hawass insistió en que la
idea carecía de fundamento, ya que era conocido que los pasadizos y
túneles en los templos egipcios se construían por fuera, y no bajo
tierra.
Más cerca de la reina del Nilo
El sitio seleccionado para iniciar la búsqueda de la tumba de
Cleopatra y Marco Antonio había sido excavado previamente en 1805 por
una expedición de Napoleón Bonaparte.
Si bien nunca se supo exactamente el motivo, la información
recopilada en aquel entonces fue de gran utilidad para Kathleen y su
equipo.
«Gracias a los datos recopilados supimos que existió una carretera
que conducía desde la zona oeste de Alejandría al templo y que bordeaba
toda la costa. Este era un importante indicio de que en su momento el
mausoleo era uno de los más significativos de la zona.
«En cambio, algunos historiadores y arqueólogos indicaban que ese
lugar no llegó a terminarse y que nunca funcionó. Si la teoría de ellos
era correcta, entonces yo estaba equivocada», afirmó Martínez.
Durante semanas no apareció ninguna evidencia concluyente. Pero la
mañana anterior a la fecha límite de la licencia, con las esperanzas por
el piso, el equipo se topó con un hueco que conducía hacia dos cámaras
subterráneas.
«Hasta ese momento no se sabía que los templos dentro de sus murallas
podían tener esa estructura, con cámaras fúnebres subterráneas. El
hallazgo permitió que el Gobierno egipcio nos extendiera el permiso por
dos meses más», relató.
El hueco, que era redondo y conducía a dos cámaras en disposición
norte-sur, cubiertas de escombros, posiblemente había sido abierto
durante el período bizantino.
«No encontramos ningún objeto, reliquia o evidencia, pero el
descubrimiento por sí solo cambió la manera en que se concebía la
arquitectura de los templos», destacó.
Decidida a no detenerse en su empeño, Kathleen solicitó más tiempo al
Gobierno egipcio para demostrar arqueológicamente que el Taposiris
Magna estaba dedicado a la diosa Isis, que se construyó al inicio de la
dinastía Ptolemaica y que fue de gran relevancia en el período de los
faraones griegos.
«De ser así mi teoría se fortalecería, pues lo único que se sabe de
Cleopatra es que yace en un templo de la diosa Isis, a quien
representaba en la Tierra. Ella habría utilizado este lugar para ser
enterrada junto con su amante romano, y así apoderarse de la leyenda de
los dioses Isis y Osiris (hermanos y esposos) y convertirla en la de
Marco Antonio y ella».
No obstante, la comunidad científica, específicamente en Europa,
parecía no estar de acuerdo con Kathleen y no aceptaba que ese hallazgo
se correspondiese con el de un templo de Isis.
Unos meses después, a unas pulgadas de la excavación que realizaran
arqueólogos húngaros durante siete años, el equipo hizo el hallazgo más
importante que podría hacer una expedición de este tipo: encontraron la
placa de la fundación del templo.
«Esa placa estaba escrita en jeroglíficos y en idioma griego, y decía
que el templo había sido construido por Ptolomeo IV, y que estaba
dedicado precisamente a la oración de los dioses Osiris e Isis.
«Inmediatamente demostramos que este era un sitio que sí funcionó y
que era importante para la adoración de la diosa. Con ello la teoría se
fortaleció y aumentaron las posibilidades de que fuese correcta»,
puntualizó.
Luego de varios meses de excavación apareció una entrada original, a
25 metros de profundidad. «Esta daba paso a un complejo de túneles de
unos 25 kilómetros, que todavía hoy estamos limpiando, pues nosotros
solo podemos abarcar en cada temporada (cuatro meses) de 20 a 25
metros».
Según la especialista, diariamente en el lugar que ella indicó en su
teoría, se hacen hallazgos de importantes piezas. Se han encontrado
monedas con símbolos de los Ptolomeo, como el halcón; objetos con la
imagen de Alejandro Magno y Ptolomeo IV, alfileres y anillos utilizados
por las sacerdotisas de Isis, cerámicas del período bizantino, estatuas
de Afrodita, instrucciones en jeroglíficos, lámparas, así como medallas
de sacerdotes.
En el Taposiris Magna también se han descubierto estatuas faraónicas,
todas sin cabeza, que hoy son parte de una exhibición itinerante de la
National Geographic por los cinco museos más importantes de Estados
Unidos. «Pensamos que en la próxima temporada, cuando excavemos en la
puerta sur del templo, podemos encontrar las cabezas», aseguró.
En el sitio, además, fueron descubiertos los sepulcros de
personalidades de la época, monedas de bronce con las efigies de
Cleopatra y Alejandro Magno y una máscara funeraria con rasgos faciales
similares a los que se conocen del general romano.
Aparecieron cámaras subterráneas, algunas ubicadas solamente a un
metro por debajo del suelo, que nunca habían sido vistas y que en
aquella etapa de la historia de la humanidad funcionaban como almacenes
para la elaboración de vino.
En una de esas cámaras —narró la investigadora— se encontraba el
cuerpo de una mujer que al parecer murió dando a luz. En su mano derecha
sostiene un busto de Alejandro Magno, y tiene un talismán en forma de
serpiente en el tobillo derecho. Las circunstancias y detalles de su
muerte todavía se están analizando.
«Estoy convencida de que limpiando esos túneles vamos a llegar a la
tumba de Cleopatra. Aunque sabemos que nos tomará mucho tiempo, por la
compleja arquitectura laberíntica y longitud de las cámaras.
«Además debemos cambiar el personal cada dos horas, por la falta de
oxígeno, y lidiar con animales que representan un peligro para nosotros,
como serpientes venenosas, alacranes y roedores», explicó.
Simultáneamente con las excavaciones bajo tierra, el equipo liderado
por Kathleen ha continuado el trabajo en la superficie, analizando las
estructuras que una vez compusieron el templo Taposiris Magna.
En los alrededores del mausoleo han descubierto uno de los
cementerios más grandes conocidos hasta ahora en Egipto. «Para los
arqueólogos indica la presencia cercana de una tumba real», afirmó
Martínez.
«Estamos limpiando el lugar y el trabajo es enorme. Una sola de esas
tumbas nos consume una temporada completa. Hemos estimado que completar
este cementerio puede tomarnos unos 20 o 25 años de trabajo.
«Incluso trabajando continuamente, sin detenernos hasta el final de
nuestros días, no vamos a poder ver todos los hallazgos. Pero mi
prioridad en las próximas temporadas sigue siendo localizar la tumba de
Cleopatra y Marco Antonio.
«Ya hemos demostrado científicamente que el templo funcionó. Sabemos
que lo construyó Ptolomeo IV, y que fue uno de los más importantes para
la adoración de la diosa Isis…».
Lo que vendrá después solo el tiempo lo dirá, cautivado por esta
suerte de magia que, a pesar de los siglos, sigue preservando en secreto
la tumba de Cleopatra, de una mujer enigmática y seductora que marcó un
hito en la historia de la humanidad.
En tierra cubana
La destacada arqueóloga y egiptóloga dominicana visitó el Instituto
Cubano de Antropología, del 11 al 14 del mes de octubre, luego de la
invitación de su director, Jesús Rafael Robaina Jaramillo, y de varios
meses de coordinación.
En su visita a la capital cubana —un privilegio para los
profesionales vinculados al patrimonio arqueológico y su conservación—
Martínez ofreció un ciclo de conferencias titulado Tras las huellas de
Cleopatra VII en las Colinas de Abusir, relacionadas con las campañas
que por más de seis años se ejecutan en las arenas egipcias, y los
resultados más recientes.
La visita incluyó un recorrido por lugares de interés histórico y
cultural de La Habana, como el Gabinete de Arqueología de la Oficina
del Historiador, institución dedicada a las investigaciones
arqueológicas en el Centro Histórico de La Habana Vieja.
Otros destinos fueron el Museo de la Revolución y el Memorial del
yate Granma, así como Finca Vigía, casa y retiro del afamado escritor
estadounidense Ernest Hemingway.
«Me invitan constantemente a muchas conferencias y yo en verdad no
tengo el tiempo. Sin embargo, Cuba y República Dominicana son islas
hermanas», comentó Kathleen.
«Uno de mis proyectos es crear una escuela utilizando los yacimientos
donde estamos investigando para formar arqueólogos de Latinoamérica que
continúen el trabajo. Por eso, cuando se trata de alguna invitación de
América Latina, le doy prioridad en mi agenda, porque pienso que todos
los países de la región pueden hacer su aporte a la arqueología»,
agregó.
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