lunes, julio 24, 2017

Jóvenes revolucionarios ante los desafíos de la contemporaneidad

 

Traigo en el corazón sus doctrinas, su ejemplo vive en cada joven que descubre el alma de la Patria, su obra se siembra y perdura porque su pueblo lo quiere. Nos convoca a un diálogo de civilizaciones en la urgencia de salvar el mundo, de dar vida a la humanidad, de proteger la especie humana como desafío de la contemporaneidad. Su legado es ético porque la cuestión moral que movió su vida devino en esencia de su elección al lado de los humildes; de su lucha por un mundo mejor (sin odios, guerras, explotación, genocidio, barbarie); de la forja de su carácter entero en medio de tanta podredumbre moral, de crisis humanística, de egoísmos. 


Se declaró martiano en espíritu, hubo de apropiarse de manera creadora de las ideas de Martí y junto a él llevó adelante la obra hermosa de justicia social que ha significado la Revolución para Cuba y el mundo.


Es Fidel un símbolo de la resistencia de un pueblo que ama su libertad y la defiende al precio que sea necesario. Su liderazgo continúa vibrando en el corazón de la Patria Grande; he ahí su condición revolucionaria, fuerza en las ideas y praxis política, desde las armas del pensamiento, con una cultura capaz de hacer buena política. Una vida dada al sacrificio, puesto que lo entendió y tuvo ánimos para hacerlo, de mirar siempre de qué lado está el deber y no del que se vive mejor.


Era un verdadero hombre, de una altura ética trascendental, con profunda vocación de justicia, antiimperialista por esencia, soñador de imposibles y hacedor de realidades para el bien de todos. ¿Cómo no traerlo al hoy de los jóvenes cubanos cuando tan cerca lo tenemos? Es un reto de los jóvenes: salvar la memoria histórica, mantener a buen resguardo las ideas que defendemos, la verdad que nos acompaña como arma imprescindible en esta batalla que es cultural; que se gana con ideas, argumentos y razones.


Para entender el momento que vivimos hay que ir a la historia, son fuertes desafíos los que tenemos delante: la lucha por la paz, por el bien de la humanidad, por los pueblos sufridos del mundo; el enfrentamiento al capitalismo y al imperialismo donde quiera que estén, el combate ideológico y cultural, la batalla de símbolos que define posiciones, el ser revolucionario en el siglo XXI.


La humanidad, desde una contemporaneidad que asusta, donde las muertes no cesan, se incrementan; donde las civilizaciones luchan por mantenerse íntegras y las culturas o se salvan o perderemos pueblos enteros en la subjetividad y la espiritualidad de los seres humanos; presenta desafíos propios de este tiempo: ¿cómo seguir abogando por el equilibrio del mundo, por la unidad de nuestros pueblos; por consolidar procesos revolucionarios progresistas, de izquierda, de justicia social?; ¿cómo mirar a los jóvenes del mundo con los ojos de hoy para que haya un mañana, sin olvidar nunca el ayer?, ¿se puede seguir siendo un soñador y, como Martí, ponernos la camisa al codo, hundir las manos en la masa y levantarla con la levadura de nuestro sudor?, crear como palabra de pase de cada generación.


Eso es ser joven, esa es la condición: crear, porque una juventud que no crea, nos dice el Che, es una anomalía realmente. Fundar, estos son tiempos de fundar; de sembrar ideas, muchas ideas, conciencia y más conciencia. Jóvenes revolucionarios que saben por qué luchan, que le dan sentido a sus vidas, al momento histórico; que están llamados a salir al camino redentor con el ímpetu de los que no se acoquinan ni renuncian a los ideales que los mueven. Retos y desafíos de una juventud que ha de luchar por sueños de justicia, como dice el poeta: aprender que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. Eso es lo primero, el compromiso adquirido con una causa, con la defensa de ideas, bajo los pivotes éticos de la verdad. Somos hijos de Ariel, elevada condición del ser joven; no anquilosado ni enmohecido (dejaríamos de ser jóvenes); albergadores de esperanzas y anhelos, surtidores de amor y vida futura.


¿Y qué retos tenemos los jóvenes en medio de tanta inmundicia y podredumbre moral?: el enfrentamiento al capitalismo, continuar la lucha por vencer al imperialismo y hacer de la humanidad ese lugar hermoso que merecemos. Hay que descifrar las claves del ser antimperialista, asumir una cultura, porque esta es una guerra cultural, de resistencia y asimilación crítica del momento histórico (es tener sentido del mismo nos enseña Fidel); para así, con las herramientas teóricas y una plataforma ideológica capaz de vencer lo hegemónico de un sistema insostenible como el capitalismo, lograr cambiar lo que deba ser cambiado, transformar la realidad que vivimos, desde la lealtad reflexiva con lo que creemos y la asunción de los códigos nuevos de la actualidad.


Es preciso adecuarnos al momento sin que la adecuación cueste traicionar los principios por los que luchamos. Hay que luchar por la paz de nuestros pueblos; mantener viva la llama de la proclama de América Latina y el Caribe como zona de paz, eso es imprescindible en la toma de conciencia antimperialista de los jóvenes rebeldes del mundo. La especie humana y el medio ambiente en su conjunto están en peligro, el mayor de todos; cuánta vigencia las palabras de Fidel en la Cumbre de Río en 1992.


Vencer al capitalismo es salvar la especie humana, detener los efectos nocivos del cambio climático, luchar por la vida. La juventud revolucionaria debe vivir intensamente sus procesos, en América Latina y el Caribe defender, como parte de la tradición de nuestros próceres, el ideal de unidad e integración; ello como garantía de triunfo ante el peligro que representan los Estados Unidos de caer, como han hecho en no pocas ocasiones, sobre nuestros pueblos.


José Martí nos arma con su pensamiento emancipador en esta batalla de ideas para vencer al imperialismo dondequiera que esté: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”. Enfrentamos una guerra de pensamiento, y sólo con las ideas, su fuerza y verdad, podremos vencer. El pensamiento deviene esencia y reto de los jóvenes que militan por la justicia social; el ejercicio del pensar desafío, medidor constante de cuanto hacemos y cuán efectivos somos en la lucha anticapitalista.


Esta lucha requiere de preparación, de constante superación y formación política; de salvar en primer orden la cultura. “Ser culto es el único modo de ser libres”; hay que desterrar las bases coloniales y neocoloniales de nuestros procesos, dotarlos de una libertad plena que pasa por la defensa de la cultura, por la aplicación de formas cultas de hacer política, desde lo autóctono de nuestros pueblos.


Hemos de abanderarnos con las ideas revolucionadoras del marxismo, ahí están las bases teóricas necesarias (con lo original y propio de cada pueblo y proceso) para elevarnos sobre lo común de la naturaleza humana, y formar el hombre nuevo en la sociedad nueva de que hablaba el Che. De ahí la importancia de la subjetividad humana, lo que puede lograrse con la forja de valores, el cultivo de lo mejor del pensamiento y la praxis revolucionaria (sobre la base de una teoría revolucionaria) en la transformación del mundo: destronar al capitalismo e instaurar el socialismo; ello desde la cosmovisión de Mariátegui; sin calco y sin copia: creación heroica.


Hay que conocer los elementos naturales de un país, sus especificidades y caracteres propios; luego mover los enlaces del cambio necesario. Todos los modelos y ningún modelo: he ahí el modelo; la cultura de hacer política nos permite entender el cómo hacer Revolución, en lo necesario que resulta trabajar con el pensamiento, vivir intensamente el cambio que se advierte, dar el pase generacional desde la creación. Como hijos de Ariel, genio alado de la juventud (de Mella, Mariátegui, Aníbal Ponce, Ingenieros, Rodó, el Che, Fidel, Chávez); andemos en su búsqueda y en la de un ser humano superior que nos arme culturalmente en el enfrentamiento a las diversas formas de agresión que el imperialismo acomete contra nuestras revoluciones.


Es la hora de los hornos, nos dijo Martí, en la que no se ha de ver más que la luz. El cultivo de la cultura y la unidad, la paz y la justicia, el servirle a los demás, el ser bueno; nos llama a ser jóvenes, a reflejar en la alegría el ambiente de la acción, y en el entusiasmo la palanca omnipotente. Llegar a los jóvenes con el acompañamiento de aquellos referentes del arte y la cultura, líderes de opinión, utilizando los nuevos códigos, en lenguaje apropiado y siendo jóvenes; deviene en ejercicio medular para la construcción del socialismo. Nuestras armas seguirán siendo las ideas; somos jóvenes alegres y profundos; no fallaremos, es cuestión de vida, patria o muerte.

 

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