 
Opositores al acecho del edificio donde dicen que está Gadafi.
Andan raudos  los dirigentes del Consejo de Transición libio  (CNT). Sin el beneplácito todavía de todas las tribus imperantes en el  país y antes de que exista una rendición total o hayan capturado Muamar  el Gadafi,  emprendieron una gira para recolectar fondos. Dicen que  necesitan  2 500 millones de dólares  para reconstruir lo aniquilado por  la OTAN: hospitales, escuelas, carreteras y puentes, entre otros  recursos de infraestructura, fabriles o suministro de agua y gas,  elementos todos que le dieron al país  un nivel de vida alto y trabajo  tanto a los nacionales como a ciudadanos de países vecinos.
Un negocio parecido ya se probó en Irak, aunque los auditores del  propio Congreso norteamericano descubrieran un defalco multimillonario  que no se sabe, o no se desea saber, adónde fue a dar y no castigaron a  nadie en la Haliburton cuando se supo que entregaba suministros  defectuosos y comida sucia a las propias tropas estadounidenses.
Afganistán ha vivido experiencia igual o peor. Las  edificaciones se  desmoronaron a semanas de ser levantadas o, sencilla y tristemente,  las  fuerzas de ocupación de Estados Unidos y Europa, estimularon (quizás  participen) la siembra de amapola y el tráfico de heroína, aunque ello  implique otro tipo de efecto, hasta más letal que el que ocasionan con  sus bombas.