martes, diciembre 04, 2012

Memorias de Alí Rodríguez Araque con prólogo de Hugo Chávez

Libro "Antes que se me olvide" de Alí Rodríguez. Conversación con Rosa Miriam Alizalde. Con prólogo de Hugo Chávez

Por Osvaldo Martínez
Tomado de Cubadebate


Presentar el libro “Antes de que se me olvide”, feliz resultado de una conversación con intermitencias a lo largo de varios años entre Alí Rodríguez Araque, el que habla antes de que se le olvide y la compañera Rosa Miriam Elizalde es casi una tarea imposible porque el libro tiene un formidable prólogo escrito por el compañero Presidente Hugo Chávez Frías que contiene valoraciones tan profundas, exactas y entrañables de Alí, que después de leerlo la pregunta que me hice es ¿qué puedo decir yo que no esté expresado allí con conmovedora emoción y además, desde la estatura moral del compañero Chávez?


Y también porque es un libro fascinante que no cabe en un comentario de presentación porque el mismo generará no pocos otros libros; unos para el elogio merecido o para debatir y aprovechar algunas de las muchas ideas que Alí desarrolla y otros para ejercitar la carnicería de la crítica enemiga porque reconocerán en él un formidable instrumento de lucha para los revolucionarios.
 
El libro no es la biografía de Alí, pero me atrevería a decir que es, en cierta medida y sin pretenderlo, la biografía de una época latinoamericana que comprende desde las luchas contra las dictaduras de Pérez Jiménez y de Batista, la lucha armada guerrillera, el abandono de la vía armada, la difícil recomposición posterior de las fuerzas revolucionarias, el fecundo encuentro entre militares bolivarianos dignos y los revolucionarios que no se desanimaron, hasta la victoria electoral que abrió el camino hacia el gran objetivo de construir el socialismo del siglo 21, sin obviar los reveses momentáneos como el 4 de febrero de 1992 o la telúrica explosión de cólera popular salvajemente reprimida durante el Caracazo en 1989.

No pretende Alí que sus respuestas a las muchas preguntas de Rosa Miriam sean la interpretación conclusiva sobre esa época entre fines de los años 50 y finales de los 70, repleta de heroísmos, de mártires, de verdugos, la cual es diferente en cada país, pero al leer las respuestas de Alí sentimos que mucho de lo que dice sirve para entender puntos esenciales de ese ciclo de luchas armadas. De él habla Alí como protagonista directo, desde la autoridad que le dan sus 16 años de cerrada clandestinidad ante los encarnizados represores asesorados por los profesores yanquis que inauguraron en Venezuela la figura de los “desaparecidos”, desde su condición de combatiente guerrillero en varios frentes, de luchador clandestino en las ciudades, de ejecutor de sabotajes contra las instalaciones petroleras controladas por transnacionales que explotaban entonces “los veneros de petróleo” que según Alejo Carpentier había regalado el Diablo a Venezuela, y también de combatiente internacionalista ayudando a las luchas en Centroamérica, de revolucionario siempre.

No es el libro tampoco una historia sociologizada o académica de los años de las luchas armadas, pues la infancia y la formación familiar, cultural y política están allí, incluido el niño de procedencia humilde que dice haber pasado una infancia feliz viviendo entre Japón y Berlín, nombre de dos pequeños pueblitos del campo venezolano, sin relación alguna con el eje Roma-Berlín-Tokio y sin haber salido de Venezuela.

Es también el guerrillero que en su mochila llevaba no solo los elementos de subsistencia, sino que también cargaba Cien Años de Soledad, La montaña mágica, Ana Karenina, Cambio de piel, y no llevaba sus muy leídos y gruesos tomos de “El Capital” de Carlos Marx por el mucho peso.

Agotada la lucha armada, Alí actuó como negociador con el gobierno de entonces para que retornaran a la vida pública los que permanecían clandestinos y fue uno de los participantes en un acuerdo sui géneris sin papeles ni firmas mediante el cual se abrió para él una nueva etapa de lucha compleja y desafiante, en nuevas condiciones.

Una parte muy importante del libro lo ocupa el tema petrolero. No podía ser de otra forma, siendo Alí Rodríguez un muy reconocido experto en el tema a nivel mundial y por haber combinado de manera impresionante sus estudios sobre la teoría de la renta de la tierra de Marx, con una vasta práctica petrolera que incluye al autor de un libro sobre la privatización del petróleo en Venezuela, al diputado que libra valiente batalla condenada al fracaso en un parlamento de obedientes politiqueros, contra la llamada Apertura Petrolera, manifestación del dogma neoliberal que llevó a la entrega complaciente del petróleo venezolano a las transnacionales y a su manejo anti nacional por parte de la empresa PDVSA que pretendió ser más estado que el propio estado venezolano.

Alí señala, con razón, que los marxistas hemos dedicado poca atención al estudio que hace Marx de la renta de la tierra y es de allí de donde extrae las bases para su interpretación de la realidad petrolera venezolana. Adelantando conclusiones, es evidente que en los años transcurridos desde la creación de la OPEP, pasando por la Apertura petrolera neoliberal, la casi guerra de precios y la ruptura de la OPEP que los obtusos neoliberales estuvieron a punto de hacer, pasando también por el golpe petrolero contrarrevolucionario y por la sólida base que el petróleo le ha dado a la política social del gobierno bolivariano, la historia le ha dado la razón a Alí.

En Venezuela, la riqueza en petróleo determinó la estructura básica del país, pero en forma de un capitalismo atípico, en el cual la plusvalía no se obtiene en el proceso productivo interno, sino en la captación de una renta que como la renta de la tierra se basa en la propiedad soberana y es captado por el Estado. Esa renta no se cobra dentro del país, sino que se obtiene en el mercado petrolero internacional. Del auge petrolero se derivó el despoblamiento del campo venezolano y el colapso de la producción agrícola, la existencia de un Estado que como repartidor del ingreso petrolero, amamantó a una burguesía débil, corrompió a sectores del movimiento sindical, creó una cultura rentista y en ocasiones, como dice Alí, percoló migajas hacia los pobres que colocaban antenas de televisión en los ranchos de Caracas, versión que a los cubanos nos recuerda aquella época en que el voraz tiburón se bañaba, pero salpicaba mendrugos.

Es muy interesante la explicación que hace Alí -quien fue Ministro de Energía y Minas, secretario general de la OPEP y Presidente de PDVSA en los días críticos del golpe petrolero- de la conversión de PDVSA, en fiel seguimiento a la política neoliberal, en una empresa “internacionalizada” que en la práctica significaba “extranjerizada” y en manos de gentes formadas por la Creole, la Shell y otros consorcios. PDVSA llegó a mantener la política de tener liquidez cero a invertir fuera de Venezuela y reducir su contribución fiscal al país, al tiempo que aumentaban la producción para satisfacción del gran consumidor norteamericano y entablaban una guerra de precios dentro de la OPEP que puso en peligro la existencia de ella. A tal extremo llegó que a poco de asumir Chávez el gobierno, PDVSA andaba gestionando recibir un crédito por 3,000 millones de dólares para cubrir sus enormes gastos. 

A estos dirigentes de PDVSA, a la llamada “meritocracia” arrogante y convencida de que sería imposible sin ellos hacer funcionar la industria petrolera, se enfrentó Alí Rodríguez.
Utilizando una expresión -con una enorme carga histórica honorífica, el Presidente Chávez en el prólogo califica a Alí como un hombre de las dificultades-, aquel que nunca se ha negado a ocupar las más candentes responsabilidades en momentos de tremendas crisis.

Así, Alí ha sido secretario general de la OPEP cuando estaba cercana a estallar una guerra de precios en ella, Chavez apenas llegaba al gobierno y el barril de petróleo estaba a 7 centavos. Fue Canciller cuando se produjo una grave crisis con Colombia, Ministro de Finanzas cuando se intentó crear una crisis bancaria, en momentos de descenso del precio del petróleo que podría haber tenido graves consecuencias y a la que Alí se enfrentó exitosamente y dejó una reforma bancaria que hace más estricto el control sobre el funcionamiento de los bancos y protege a los pequeños depositantes.

Fue designado Ministro de la Industria Eléctrica en el momento de la más grave crisis en ese sector en la historia de Venezuela, que llegó a convertirse en un problema político para el gobierno bolivariano.

Y ahora Alí es el Secretario General de UNASUR, institución que junto a la CELAC y la ALBA son los grandes símbolos de una nueva época de conciencia de soberanía latinoamericana y de echar adelante la América Nuestra. Su gran pensamiento del momento es cómo defender los cuantiosos recursos naturales de América Latina y utilizarlos en forma concertada para armar la Patria Grande.

Hay también en el libro que presentamos penetrantes respuestas de Alí sobre el derrumbe del llamado socialismo real, el modelo de sociedad que se estructuró en la Unión Soviética y la Europa del Este, el estalinismo.

Y por supuesto, el capítulo VIII llamado el horizonte bolivariano es una muestra feliz de la combinación del curtido luchador, el teórico en contacto con la práctica, el revolucionario incansable que no abjura de los sueños, pero los mantiene siempre dentro de una modestia que en Alí es absolutamente orgánica, genuina y una autocrítica no complaciente en el penetrante análisis sobre el PSUV y el socialismo del siglo 21.

No hay temas prohibidos en las preguntas de Rosa Miriam ni hay respuestas evasivas por parte de Alí.

¿Cómo plantearse una revolución socialista en las particularidades de un capitalismo rentista con su correspondiente cultura?

¿Podrá el país satisfacer la demanda de alimentos de su población?

¿Cómo se resolverá la ausencia de una cultura cooperativista y comunitaria?

¿Cómo enfrentar la corrupción asociada al modelo rentista?

¿Cómo lograr que el PSUV transite de un contexto electoral a agrupar una militancia disciplinada, profundamente ética y que se proponga metas más elevadas que ganar unas elecciones?

¿Ha analizado el PSUV que las revoluciones pueden ser reversibles?

¿Es concebible un PSUV sin Chávez?

Estas y otras muchas preguntas responde Alí con la serenidad y la inteligencia que lo caracterizan.

Y también explica muy claramente la especificidad de la Fuerza Armada venezolana en cuanto a tradición bolivariana, origen popular y formación patriótica, lo cual es imprescindible para entender el levantamiento del 4 de febrero de 1992, la trayectoria revolucionaria de Hugo Chávez y la digna posición asumida por esa Fuerza Armada.

Hay que agradecerles a Alí y a Rosa Miriam el tener en nuestras manos este libro que al igual que el “Chávez nuestro” de 2004 nos ayuda a entender que el mundo mejor es posible aun en medio de infernales dificultades y encarnizadas luchas, si contamos entre los nuestros a compañeros como Alí Rodríguez Araque.

En el prólogo Chávez dice “Me honra sentir y saber que este hombre tan valiente como lúcido, es uno de mis seres más cercanos”.

A los cubanos nos honra sentir y saber que este hombre tan valiente como lúcido ama profundamente a Cuba y se aplica a sí mismo la frase martiana que en el libro menciona “Deme Venezuela en qué servirla y tendrá en mí un hijo”.

Es bien difícil encontrar un hombre al que los viejos combatientes guerrilleros le sigan llamando con respeto por su nombre de guerra de entonces: Fausto, y al que hoy después de desempeñar la impresionante lista de cargos ocupados para manejar grandes crisis, podemos decirle con respeto y cariño entrañable: compañero Alí, gracias por haber narrado antes de que se te olvide, pero gracias también por entregarnos este libro que es para no olvidar.

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