miércoles, enero 09, 2013

La memoria que cuenta “Memoria de mundos varios”

Raúl Roa Kourí.
Raúl Roa Kourí.

Por F. Vladimir Pérez Casal
Tomado de Cubadebate
La libación es un acto divino que nos acompaña y Memoria de mundos varios (Ediciones Unión, La Habana, 2012) fluye como un líquido de principio a fin.

La “culpa” de su autor, Raúl Roa Kourí -Raulito para sus amigos- es escribir como contaban las historias los de antaño, con gracia y verbo, como mismo lo hacían nuestros cuenteros y prosistas quienes, desde la cultura, sin desmesura pero sin carencias, embobecían al lector con su estilo, límpidos y exquisitos, usando las palabras de todos los días y de los días de fiesta; en fin Literatura.


“Memoria … es un ejemplo, bueno, también para demostrar que los embajadores no sólo escriben una literatura prohibida a los ojos del común mortal (es cierto que los embajadores escriben a sus gobiernos, algunos tonterías, otros no, por suerte); sino que son capaces de re-contar sus recuerdos y vivencias de ciudades entrañables y vívidas, como mismo el autor hace al mencionar Nueva York, Londres, México, Roma, París, Praga o incluso la nimia Calcata, pero se percibe ese peso en el pecho que crea la que se ha dejado atrás, la suya, La Habana, en la que han quedado sus seres más entrañables.

Raulito lleva a sus amigos y a quienes quiere - como fardo a la espalda o libro bajo el brazo-, a todos lados y “Memoria….” lo demuestra; pero también “Memoria….” nos lleva a un espacio “otro” de los amores del autor, el de los recuerdos de familia, y de quienes ya no están; toca con dolor y cariño la desaparición de algunos, porque recordar a los amigos y a quienes se quiere constituye siempre un acto de cariño y respeto. Raúl nos acerca a los “abandonados” -como hace con Mambo- su perro regalado, que nos relata sus vivencias. Raúl porta a los héroes hacia al lector, míticos personajes de la historia patria sin mentiras, como seres humanos, en la piel de las personas, vivos, como recordatorio fiero y de aprendizaje, todos salimos del pueblo.

Vivian Lechuga, en la edición, organizó el libro como una libación de textos que van de la risa a la reflexión, de la salud del brindis copioso a la ternura, amor y sed - con constante saber; en tanto el “monstruo alado” de la ilustración de  cubierta de Lilian Martinó -la Lili de Raulito-,  te anuncia el vuelo del texto y recuerda a todos las palabras del poeta Nicolás Guillén; la existencia de un “… único remedio valedero contra la maldad y la muerte: el amor de mujer”.

Este misterio de contar historias no es cosa simple, no es solo una agrupación de morfemas, porque sin el embrujo de hacernos reír y de hacernos pensar, de convocarnos a la reflexión o al recuerdo o a la curiosidad (aunque desate envidias o “invidias” -peores porque son interiores- como decía un editor de otro libro de Raúl (Bolero y otras Prosas. La Habana, 2000)-, no tendría valor, sin que de forma y contenido uniera a quien cuenta con quien lee.

Este texto, el de elogio, tiene más de un “problema” reconocido, carga fardos, largos y pesados; uno tal vez sea el invocador proverbio de Sirmond: “Si bene commemini, causae son quinque bibendi, Hospitis adventus, praesens sitis, atque futura, et vini bonitas et qualibet altera cosa (si recuerdo bien cinco son los motivos para beber, la llegada del huésped, la sed presente y futura, la bondad del vino y cualquier otra cosa)”, otro podría ser que está escrito por un amigo, que entre algunas de las “glorias” que guarda en su pasado es la de haber “apedreado” junto a su hermano el auto del doctor Roa, cuando éramos niños; y que trabajó cercano a Raulito en La Habana y Roma, pero que por sobre todo, mantiene el orgullo de quererlo junto a sus hijas como uno solo.

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