Linda Restaino ante su casa en Dew Dorp, en Staten Island.Autor: Reuters |
- Una realidad a más de 60 días del paso de Sandy versus el Índice Bloomberg de Billonarios
Por Juana Carrasco Martín
Tomado de Juventud Rebelde
Linda Restaino mira directo a la cámara fotográfica y muestra
resolución en el mensaje que ha escrito sobre los restos de su vivienda
en New Dorp, Staten Island, tras el paso del huracán Sandy en octubre de
2012: «Puedes llevarte nuestro hogar, pero no quitarnos el corazón».
Sin embargo, otra realidad se impone sobre su determinación y fuerza de
voluntad.
Solo el viernes 4 de enero de 2013, el Congreso de Estados Unidos
consintió en una ayuda para las víctimas de la supertormenta, apenas 9
000 millones de dólares, cuando las aseguradoras reconocen que las
pérdidas en propiedades privadas por ese fenómeno extremo de la
naturaleza alcanzaron 20 000 millones de dólares, y la firma Eqecat las
situó en 50 000 millones de dólares sin contar las pérdidas del
Gobierno. Por supuesto, no todo el mundo estaba asegurado, así que se
quedan los cálculos por debajo del monto del verdadero costo para la
economía personal de los afectados y del país en su conjunto.
El voto en la Cámara se logró cuando, por fin, en la prensa salieron a
relucir las quejas, con el documento crítico conjunto de los
gobernadores de Nueva Jersey y Nueva York, probablemente los dos estados
más afectados por los destrozos respecto a otros territorios vecinos
(Connecticut, Distrito de Columbia o Washington capital, West Virginia,
Virginia, Maryland, New Hampshire, Delaware, Rhode Island, Pennsylvania y
Massachusetts) que apenas han recibido alguna ayuda federal. Pero NY y
NJ aspiran a mayores fondos de la administración Obama para la
recuperación de sus infraestructuras severamente dañadas.
El representante republicano de Nueva York, Peter King, al hablar en
el Capitolio cuando todavía estaba paralizado el tema en la Cámara de
Representantes, dijo que esa decisión de posponer la discusión era
«absolutamente inexcusable, absolutamente indefensible» y agregaba:
«Nosotros no podemos caminar alejándonos de nuestras responsabilidades».
El caso es que la legislatura sí lo hizo, escondió la cabeza como el
avestruz para no ver la catástrofe durante más de dos meses, aun cuando
ya habían aprobado el presupuesto del Pentágono, de seguro bajo ese
argumento reiterativo e imperativo de la seguridad nacional, que puso
para el despilfarro del Departamento de Defensa y sus guerras —en activo
o planificadas—, 635 000 millones de dólares, tal y como lo solicitaron
el presidente Barack Obama y sus jefes militares.
Por su parte, el Senado ya había aprobado 60 400 millones de dólares
para la recuperación del Sandy, pero el Comité de Apropiaciones de la
Cámara siempre ha tenido en mente una cantidad mucho menor, 27 000
millones de dólares.
Tras lo acordado el viernes 4 de enero, los afectados esperan por una
cuantía mayor en próxima etapa a ver si pueden recuperar en algo la
devastación, y la imagen desastrosa que han dejado 75 000 viviendas y
negocios totalmente destruidos solo en Nueva Jersey, y 305 000 hogares
derribados o severamente dañados en Nueva York, junto a 265 000 negocios
también afectados.
Una absoluta desgracia y una vergüenza que se tenga que clamar por una solución en el país más rico del planeta.
Y como dijo uno de esos representantes de la zona asolada, esta era
una discusión y una petición de fondos que no tenía nada que ver con la
política, sino con vidas humanas…
Mientras los sufrimientos continúan, y Linda Restaino y miles más
esperan un crédito para volver a levantar sus casas, sus trabajos y sus
vidas, otras informaciones constituyen bofetadas a los rostros de estos
damnificados.
Los billonarios disfrutaron 2012
Comenzando el año 2013, los medios de comunicación del consorcio
Bloomberg —propiedad del multimillonario alcalde de la ciudad de Nueva
York, Michael Bloomberg, uno de los que más ha gritado por la ayuda
federal—, daban a conocer su Índice Bloomberg de Billonarios, con los
nombres de los cien individuos más ricos del planeta. Y recordemos que
el neologismo millonarios, define a quienes poseen, cuando menos, una
fortuna de mil millones de dólares.
Con el cierre de los mercados bursátiles el 31 de diciembre de 2012,
esos cien príncipes de las riquezas sumaban 1 900 000 millones de
dólares en sus cuentas personales y así como el año que terminó estuvo
plagado de desgracias naturales, recesiones, medidas de austeridad,
recortes de gastos públicos en servicios sociales —preferentemente salud
y educación—, aumento del desempleo, incremento de bancarrotas y de
vencimientos de hipotecas que siguen convirtiendo en homeless (sin casa)
a miles por la pérdida de sus viviendas a manos de los bancos usureros,
otro bien distinto y halagüeño fue el panorama para los más ricos.
John Catsimatidis, el billonario dueño del Red Apple Group Inc.,
escribió alegremente en su BlackBerry desde un paradisíaco lugarcito en
las Bahamas: «El año pasado fue un año grande para los billonarios del
mundo. En 2013, continuarán (bien pudo decir continuaremos) buscando
inversiones alrededor del mundo —y no necesariamente en EE.UU.— que le
den mayores ventajas».
Solo por poner un ejemplo de esos fructíferos 12 meses, Amancio
Ortega —fundador de Inditex SA, que opera la cadena de ropa Zara, una
etiqueta que vuelve locos a millones de consumidores—, incrementó su
fortuna de 22.2 billones a 57.5 billones de dólares, un 66,7 por ciento
de aumento, cuando en su España natal uno de cada cuatro compatriotas
está sin trabajo.
Ni con mucho es Ortega el hombre más rico del orbe, pero sí lo
suficiente para, en un día tan preciso como el 6 de agosto pasado,
desbancar del tercer lugar en la lista de los privilegiados al
multimillonario caritativo Warren Buffet, que solo ganó 5,1 billones
durante el año, luego de donar 22.3 millones de acciones clase B de su
monopolio Berkshire Hathaway a organizaciones de caridad.
Buffet es un tipo raro en ese gremio, pues aboga por que se le pongan
impuestos más altos a los de mayores capitales, e incluso que esas
cargas fiscales sean progresivas de acuerdo con las ganancias de los
millonarios.
Guerra de clases
Más esa brecha insalvable entre los ricos y los pobres, y la inhumana
postura de buena parte de los legisladores estadounidenses en cuanto a
cómo afrontar la catástrofe del Sandy, también estuvo acompañado en los
días finales del año que se fue y estos primeros de 2013 por otro
enfrentamiento de clases, y ese sí ocupó los grandes titulares de
Estados Unidos e incluso a nivel planetario, por aquello de que si en
Washington se estornuda, el resto debe tener un enfisema pulmonar.
Se trata de la batalla por el presupuesto, que se conoció como «el
precipicio o abismo fiscal» —según quien hiciera la traducción—, y que
llevó a un enfrentamiento partidista a republicanos y demócratas, como
si fuera un duelo a muerte, aunque siempre hubo quien lo consideró un
reality show, un espectáculo para públicos y medios.
Sin embargo, un economista tan serio como Paul Krugman, decía el 4 de
enero en su columna del diario The New York Times que los dos mayores
partidos políticos estaban enfrascados en una fiera lucha sobre el
futuro de la sociedad norteamericana.
Con los demócratas intentando preservar la legalidad del New Deal (de
Roosevelt) y la Gran Sociedad (de Lyndon Johnson) con el
correspondiente aseguramiento financiero para la Seguridad Social,
Medicare y Medicaid, añadiéndole —decía— lo que cada país avanzado ha
conseguido: garantía universal para los cuidados de salud esenciales; y
los republicanos en la trinchera opuesta, queriendo retrotraer esos
logros con impuestos todavía más bajos para los ricos.
«Sí, esencialmente es una guerra de clase», aseguraba el Premio Nobel
de Economía 2008 y profesor de Economía y Derecho Internacional en la
Universidad Princenton.
Tácticamente los demócratas ganaron la batalla con un acuerdo donde
ambos hicieron concesiones y no es mucho el resultado favorecedor para
las grandes mayorías, porque a la corta la cúspide del uno por ciento de
los ricos, es decir el 0.1 por ciento, los más poderosos de los
poderosos, siguen ganando más y pagando menos impuestos que las familias
de clase media.
En otro aspecto del «abismo fiscal», el Pentágono se preservó bien
cuando el Congreso pospuso «automáticamente» los posibles cortes al
presupuesto militar, y todo fue posible con la emboscada que preparó la
entidad guerrera a la que se le debían reducir 500 000 millones en los
próximos diez años.
Una declaración oficial del Departamento de Defensa fue suficiente
para lograr la moratoria en los recortes, cuando advirtió que esas
reducciones podrían en riesgo los puestos de trabajo de 800 000
empleados civiles.
Al mismo tiempo, concluida la batalla del abismo fiscal, se anunciaba
por Barack Obama el próximo combate, un segundo round con el llamado
techo de la deuda estadounidense, un límite impuesto a su débito, que es
el mayor del mundo, y que los demócratas están dispuestos a rebasar
permanentemente. Y ahí están nuevamente presentados gastos vs ingresos.
Al decir de no pocos economistas, la crisis financiera está otra vez a
la vuelta de la esquina, y como siempre, en aras de un juego a la
democracia, serán los desfavorecidos por el cuerno de la fortuna quienes
paguen los platos rotos. En resumen, el status quo de la sociedad
estadounidense está perfectamente preservado.
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