lunes, septiembre 23, 2019

Una obra de todo el pueblo


 
Por Sergio I. Rivero Carrasco
“Un pueblo instruido siempre será fuerte y libre”
José Martí. 

Al seguir la máxima martiana y evaluar la situación que se encuentra el Gobierno Revolucionario cuando llega al poder el Primero de Enero de 1959, llama la atención de cuánto se ha hecho para llegar hasta aquí con la premisa de que en el histórico alegato de Fidel en el juicio del Moncada conocido por “La Historia me absolverá”, dejaba claro que la tarea central que en el campo cultural acometería la Revolución triunfante era realizar una reforma integral de la enseñanza, la cual se convirtió en una de las más importantes y humanas conquistas que distinguirían al país en el entorno universal hasta hoy, declarado así recientemente por la UNESCO. 


La materialización de esas aspiraciones comenzaron a ser realidad el 14 de septiembre de 1959, hace ya 60 años, cuando Fidel inauguró el Primer Curso Escolar de la Revolución, precisamente en el antiguo campamento militar de Columbia en La Habana, recién convertido ya en escuela, al igual que otros existentes en el país, como un simbolismo sin precedentes en la historia universal.

Al arribo del poder revolucionario el país se debatía con más del 57 por ciento de la población analfabeta, nueve mil maestros desempleados, aproximadamente 800 mil niños de las zonas rurales, un 50 por ciento,  sin asistir a la escuela, mientras solo se contaba con unas 17 mil aulas de 35 mil que debían ser, situación que motivaba el incremento progresivo de analfabetos en el país.

En los años de 1959 y 1960, la matrícula de las escuelas municipales era de casi 583 mil alumnos. En un solo año (1960-1961) se habían creado ya 15 mil aulas nuevas en zonas rurales y la matrícula en escuelas elementales había aumentado hasta un millón 118 942 alumnos como parte de un proceso sin precedentes llevado a cabo con la máxima de que solo una educación de calidad podría acabar con la grave situación de pobreza, ignorancia y subdesarrollo que sufría el país y la vida lo confirmó.

La Revolución educacional en Cuba, iniciada en el año 1959 y glorificada dos años después con la victoriosa Campaña de Alfabetización que enseñó a leer y escribir a más de 707 mil cubanos,  fue el hecho cultural más trascendental de la vida de la nación cubana, al garantizar su definitiva independencia.

El día que inició ese primer curso escolar en 1959, el Comandante en Jefe  se dirigió a
miles de niños, maestros y familiares concentrados en la antigua fortaleza de Columbia y con alto poder de convencimiento, como solo él podía lograr, les refirió: "…El niño que no estudia no es buen revolucionario, porque el niño que no estudia no sabrá hacer las cosas bien, y le pasará lo que a nosotros, que no nos salen las cosas todo lo bien que queremos (…). Yo quiero que los niños jueguen, que tengan campos deportivos, que tengan playas, que se diviertan, que hagan excursiones por los campos, pero queremos que también estudien".

La educación se convirtió en una tarea permanente que involucra a toda la sociedad y que la Revolución cubana también compartió con otros países para contribuir a su definitiva independencia mediante la educación de sus hijos. Así miles de personas de diferentes latitudes, gracias a la labor de los maestros cubanos han sido alfabetizados;También Cuba ha sido y será escuela para otros miles de jóvenes de diferentes latitudes que se han formado aquí en variadas especialidades técnicas, universitarias y por graduados. La Isla de la Juventud fue el laboratirio primogenio ideado por Fidel a finales de los 70 del pasado siglo para reunir a más de 36 mil niños, adolescentes y jóvenes de África, Asia y Latinoamérica para formarse, al decir de Julius Niherere, entonces presidente de la OUA "El sitio más bello bajo el Sol".

Fue la educación una primera gran batalla estratégica de la Revolución que con diferentes matices ha estado presente en estos 60 años de la historia educacional revolucionaria como el mayor compromiso de los niños, adolescentes y jóvenes con su país, con el desarrollo presente y futuro de la Patria, y hasta con ellos mismos, porque al educarse logran su verdadera libertad, la consumación de sus criterios y la posibilidad de cumplir con la máxima martiana de que “el pueblo más feliz es el que mejor tenga educado a sus hijos…”,  la cual fue desde entonces, una de las más humanas obras emprendidas por el pueblo.

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