miércoles, abril 17, 2019

Sobre la Helms-Burton, vamos a hablar a lo cubano


Por Raúl Antonio Capote
Tomado de Granma


  • Se trata del instrumento jurídico fundamental del Gobierno de la Casa Blanca contra Cuba, con la pretensión de convertirnos en una dependencia colonial de ellos

La Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana es un engendro vengativo que va dirigido a quebrar el alma de Cuba, mediante una gran sangría, provocando un inmenso shock que la deje postrada para siempre. Es el proyecto de exterminio de una nación.
Vamos a imaginar dos escenarios hipotéticos, digamos que imposibles para los que tenemos fe en la capacidad de resistencia y valor de nuestro pueblo.


Primero: El enemigo imperialista y sus aliados, haciendo uso de su poderío militar, logran ocupar la mayor parte del país y establecer un gobierno de transición, luego de proclamar el fin de la Revolución.

Segundo: La desunión, el engaño, el desaliento sembrado por el enemigo, la traición, hacen que «dejemos caer la espada» como en 1878 –no se descarta un Baraguá–. Se establece un gobierno de transición y las tropas estadounidenses ocupan el país para garantizar la llegada de «ayuda humanitaria».

¿Tendríamos entonces elecciones «libres y democráticas»?  No, ese gobierno de tránsito, nombrado a dedo por las tropas intervencionistas, no puede convocar elecciones hasta que el Congreso de Estados Unidos no lo apruebe.

El presidente estadounidense o su procónsul nombrado al efecto, debe elaborar cada seis meses un informe al Congreso sobre cómo marcha el proceso de transición en la Isla ocupada. Nos asalta entonces una duda, ¿cuánto durará ese proceso si establecen cada seis meses la necesidad de un informe? ¿Qué tiempo permanecerán en territorio nacional las tropas yanquis? Respuesta para ambas preguntas: No se sabe (se recomienda leer el Plan Bush).

Al fin, después de quién sabe cuántos años, el Congreso de EE. UU. aprueba que se realicen elecciones. ¿Qué pasa con el bloqueo económico, comercial y financiero? ¿Acaso se levantó cuando se proclamó el fin de la Revolución? No, no se levantó, ese no es el plan, se mantiene intacto durante la transición, como férreo mecanismo de presión.

Bueno, ya finalizó la transición, ya tenemos presidente y gobierno al estilo y al gusto yanqui. ¿Quitarán el bloqueo? Cabría pensar que sí, pero no, eso no es lo que establece la aberración que lleva la firma de Helms y Burton, el presidente o su procónsul deben certificar al Congreso que se han devuelto o pagado su valor o indemnizado a sus «antiguos propietarios» estadounidenses, incluidos los cubanos convertidos después de 1959 en cubano-americanos, todas y cada una de las propiedades, nacionalizadas, intervenidas o decomisadas de acuerdo con las leyes revolucionarias apegadas al Derecho Internacional.

La «indemnización» o «compensación» según calcularon expertos estadounidenses en 1997, tendría un valor aproximado de 100 000 millones de dólares. Se contempla también la renegociación del acuerdo sobre la Base Naval de Guantánamo, sin garantías para su devolución.
Nuestras casas, nuestras tierras, nuestras escuelas, nuestras fábricas, nuestros centros de recreación, nuestros hospitales, nuestros centros de investigación, todo lo que haya quedado, libre de la depredación de las grandes transnacionales durante el periodo de transición, de país ocupado –recordar 1898–, pasaría a manos de los antiguos propietarios o de los que compraron esos bienes a los dueños originales, y lo que es peor, a manos de especuladores, cobradores de deudas y bandidos de toda laya.

Para pagar los procesos, las indemnizaciones y las deudas, los gobiernos cubanos tendrían que recurrir a préstamos, por ejemplo al FMI, que generarían intereses cada vez mayores y crearían una espiral inacabable de saqueo.

Existen personas en Estados Unidos, empresas y grupos de negocio que han comprado «propiedades» en Cuba a sus «antiguos dueños», personas que trafican con el valor de esas propiedades, que poseen títulos reales o falsificados, que se mueven en un mercado extraño, ilegal en todos los sentidos.

Especuladores inmobiliarios han vendido parcelas a futuras constructoras, existen diseños de «La Habana futura», un gran negocio para el que se afilan los dientes no pocas hienas, que sueñan con barrer municipios enteros y construir supermercados Walmart, McDonald’s, casinos de juego, enormes edificios de oficinas, barrios caros para gente muy rica y condenar a la gran mayoría de la población capitalina, a las villas miserias tan abundantes en las grandes ciudades de América Latina.

Caeríamos en manos de los fondos distressed o holdouts, más conocidos como fondos buitre. Los cubanos tardaríamos años en pagar una deuda casi impagable, pues ¿cómo podría pagarla un país arrasado, esquilmado, empobrecido por la guerra y la ocupación, un país que habría perdido a una buena parte de sus hijos en edad de trabajar y producir? Quedaríamos en manos de garroteros dispuestos a «chupar» hasta la última gota de la riqueza nacional.

Vamos a hablar claro, a lo cubano, no lo lograrán, como dijo Fidel, el pensamiento y la obra de los comunistas cubanos perdurarán. Cuba perdurará, «los cubanos somos de hierro y podremos resistir las más duras pruebas». Nos levantaremos una y otra vez a defender la libertad, generación tras generación.

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