martes, abril 16, 2019

Socialismo por siempre.




Por Sergio I. Rivero Carrasco


Una mañana diferente fue la de aquel domingo 16 de abril de 1961 cuando los capitalinos, volcados a las calles en marcha solemne y antiimperialista, acompañaban a las víctimas del a ataque a los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, que habían cobrado la vida de siete retoños en su plenitud y causado cientos de heridos.


Ante el planeamiento de Fidel, desde la tribuna ubicada en la céntrica esquina de 23 y 12, en el Vedado capitalino, el pueblo armado para defender sus conquistas, levantando los fusiles juró hacer realidad lo dicho por el Mayor General Antonio Maceo: “quien intente apoderarse de Cuba, solo recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”. Así se dispuso a formar los destacamentos de milicias como lo indicó el máximo líder, e ir a defender la Patria Socialista seriamente amenazada por el yanqui opresor.


Solo bastaron unas 72 horas para que los cubanos demostraran lo que vale defender la patria con el corazón y con las uñas si fuera necesario. Siempre el enemigo sostuvo que sería
muy fácil someter al país porque no contábamos con los dispositivos militares para ello y el día anterior habían inutilizado siete aviones; pero se impuso la moral, valentía y defensa de las mayores tradiciones de lucha de los cubanos iniciadas el 10 de octubre de 1868. Quedaron con las maletas hechas para formar el “gobierno provisional después del supuesto triunfo”.


El socialismo en Cuba, fue el que logró la unidad, entregó la tierra, la justicia y el derecho de todos a ser dignos y libres. Fue el socialismo el que hizo de la educación, la salud, la cultura y la recreación sana junto al deporte, derechos del pueblo. Una economía planificada, asediada y bloqueada desde 1962 no podía ser vencida si no se lograba la unidad de todas las fuerzas en torno al socialismo que se construye todavía hoy.


En el Informe Central al Primer Congreso del Partido, Fidel precisó: “Hoy necesitamos una constitución socialista, en correspondencia con las características de nuestra sociedad, con la conciencia social, las convicciones ideológicas y las aspiraciones de nuestro pueblo. Una constitución que refleje las leyes generales de la sociedad que construimos, las profundas transformaciones económicas, sociales y políticas operadas por la Revolución y los logros históricos conquistados por nuestro pueblo. Una constitución, en fin, que consolide lo que somos hoy y que ayude a alcanzar lo que queremos ser mañana” .


Esa Constitución fue la que aprobamos el 24 de febrero de 1976, es la que se acaba de proclamar este 10 de abril al cumplirse el aniversario 150 de haberse aprobado la Constitución de Guáimaro en campaña insurrecta. Una Carta Magna muy armonizada con nuestro tiempo, esperanzadora y proyectada a las grandes metas del futuro mediato e inmediato, la que también ha tenido como brújula la ratificación del Socialismo cubano, que no se parece a ninguno, construido a puro golpe de sacrificio, unidad e inteligencia de un pueblo que se resiste a perder su independencia y a ser esclavo.


El socialismo en Cuba llegó para quedarse, para aderezar la esperanza y objetivos de su pueblo, a fortalecer el papel de las masas en su construcción y desarrollo, a hacer del derecho la práctica cotidiana del ser, el respeto a la dignidad que nos caracteriza como cubanos en medio del convite antisocialista y anticomunista que pretenden imponer el imperio y sus aliados.


Esta es la época de consolidar la unidad, de enfrentar las vandálicas e irreverentes políticas lanzadas por el imperio contra nuestro país, Venezuela y Nicaragua, países que nos esforzamos por salir adelante en este mundo tan desigual en el que han pretendido privar del desarrollo a nuestros pueblos.


Hoy más que siempre cobra una gran dimensión el 16 de abril de 1961 cuando el Comandante en Jefe proclamó la Revolución Socialista como el único camino que podíamos seguir en ese momento para mantener la liberación frente al asedio yanqui. En aquella ocasión el propio Fidel en su discurso, con mucha claridad que trasciende hasta nuestros días, expresó:


“Porque lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba ( …) Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!”


Es la decisión ratificada por más del 90% de los cubanos, con la guía certera del Partido Comunista y la gestión gubernamental bien cercana al latir de los cubanos.


Como se diría en los primeros años de la Revolución, en las manifestaciones de los cubanos se lanzaban con mucha fuerza estas coplas:


“Somos socialistas,
por dentro y por fuera
y al que no le guste
que tome saldiguera”.


Por eso, el socialismo en Cuba, como la vía más certera para conducir al pueblo y mantener sus derechos, y desarrollarse, llegó para quedarse.

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