Por Sergio I. Rivero Carrasco
Imágenes: Muerte de Martí, de Carlos Enríquez
Imágenes: Muerte de Martí, de Carlos Enríquez
“Cuando se muere en brazos de la Patria agradecida
la prisión se rompe y empieza al fin,
con el morir, la vida”
la prisión se rompe y empieza al fin,
con el morir, la vida”
José Martí
Durante muchos años y en nuestros propios estudios del epistolario martiano, hemos podido comprobar la amplia capacidad de Martí para avizorar el futuro, para llegar hasta ¿allí? Y regresar a su momento; ese mismo poder, si se puede llamar así, lo tenía Fidel como alumno ilustrísimo de Marti.
Un día como hoy, 19 de mayo,
fecha en que se cumplen 124 años de la muerte de nuestro Martí en Dos Ríos, ese
lugar que significó un calvario, en el que unido a su ya resquebrajada
salud con afecciones
en el corazón, los pulmones, el hígado, el estómago, que le producían mareos,
desmayos, terribles dolores y fiebre de manera constante, se une
el hecho de los tres tiros recibidos en pleno combate, a pleno sol, así como
siempre quiso morir porque él les bueno y como bueno, murió de cara al sol, tal
como predijo ese deceso que significó el inicio de otra vida superior, marcada
por la valía de sus ideas, el ejemplo, las doctrinas, el futuro…
Muchos de sus estudiosos han
hurgado hasta el tuétano en los escritos y cartas, sobre todo las más cercanas
a esta fecha, porque progresivamente nos va dando muestras de que avizoraba su
muerte y para por ello, alerta, precisa, se despide… ¡Vive!
Una pincelada que ejemplifica lo expresado es su alarmante manera anticipada de captar la realidad, en la que se
hace en él conciencia y voluntad; por
eso nos anuncia que "adivinar es un
deber de los que pretenden dirigir", es una afirmación suya de las
muchas en esta dirección, por las exigencias del momento, las propias urgencias
independentistas, sintetizadas en una magnitud fuera de toda comparación hasta
entonces.
Es oportuno
mencionar que la escena final de su vida ese 19 de mayo no ocurrió como un
episodio fortuito, fruto de un desenlace inesperado. Fue más bien, el resultado
del camino andado previamente, significó una anticipación de la muerte misma.
En las propias palabras de Martí vemos como en los primeros meses de 1895, la
posibilidad de no regresar con vida, era asumida en un tono apasionado por el
propio Apóstol.
Fascimil carta de Martí a su Madre |
Ya la guerra
está casi lista, y entre detalles y detalles, él no pierde tiempo. Después de
febrero 24, comienza una rica obra epistolar que algunos estudiosos la han
considerado como “intentos de dejar un testamento”. Por ejemplo, en el 25 de
marzo de 1895, Martí tiene una meteórica noche donde redactó dos importantes mensajes,
empezando por el sobresaliente Manifiesto de Montecristi, y además dejó espacio
en la noche para escribirle a personas muy importantes en su vida, con un tono
de despedida. La primera de las misivas va dirigida a su madre, Doña Leonor
Pérez. La última vez que se vieron fue en 1887, por lo cual Martí comienza
declarando “Madre mía: Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje,
estoy pensando en Vd.” Nótese en todo momento el intento de dejar
claro para la posteridad que Martí tenía presente a la autora de sus días aun
en los momentos más arduos y difíciles. Pero además de eso, declara Martí que
se encuentra en “vísperas de un largo viaje”, lo cual se trataba del viaje
desde Montecristi hasta las cosas de Cuba. ¿Él trataría de decirle que no la
vería más?
Federico Enríquez y Carvajal |
Ese día
escribe además dos cartas; una dirigida a su hija amantísima María Mantilla en
la que inicia: “Salgo de pronto a un largo viaje, sin pluma ni tinta, ni modo
de escribir en mucho tiempo”. Vuelve
la idea del largo viaje y deja
claro, que sería la última carta, al menos por un determinado tiempo. También
escribió ese mismo día otra carta a su amigo el patriota dominicano Federico
Henríquez y Carvajal, la que quizás pueda ser en la que exprese su predicción
final: “Yo evoqué la guerra: mi
responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria no será
nunca triunfo, sino agonía y deber. Ya arde la sangre”, una idea de
sacrificio continuo y sin cuartel. Más adelante deja claro cuáles son sus
pensamientos futuros: “Pero mi único
deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado.
Para mí, ya es hora”. ¿Es hora para qué? ¿Acaso para morir? De ser así,
podemos afirmar que ya para marzo 25 de 1895, Martí caminaba por la ciertísima
claridad de que sus días terrenales estaban contados.
Martí lo previó todo, incluso sus escritos, su legado
patriótico, y para ello designó a los jóvenes patriotas Gonzalo de Quesada y Aróstegui y a Benjamín Guerra. Ellos
serían los responsables de dejar para la posteridad esa vasta obra, incluso,
les entregó un documento contentivo de la manera en que debían organizarse los
documentos, las cartas, el contenido de cada tomo, en fin, todo.
El 1ro. de
abril escribe la más pequeña de sus cartas dirigida a José Francisco, su hijo
más
pequeño, con el cual había tenido muy poca relación, aunque era su
“Ismaelillo”, y por eso le increpa en la carta: “salgo
sin ti, cuando debieras estar a mi lado” y en otro momento, ya
condenados a la separación definitiva, solo atina a declarar: “Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en
el camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre.
Adios. Sé justo”. No temía a la muerte y solo le dejaba el consejo oportuno
y la leontina, lo único que le pertenecía.
Martí y José Francisco |
Se cuenta que una vez cumplidos todos los compromisos testamentarios, por medio de una
cargada actividad epistolar, José Martí se embarca hacia Cuba, llegando el 11
de abril de 1895, por un pequeñísimo punto en la geografía oriental, las Playitas
de Cajobabo. Desde allí comienza el travesía por las serranías orientales hasta
que llega al campamento de Dos Ríos, donde el 18 de mayo de 1895, escribe su
carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado. Una misiva sensilla y declaratoria final
con palabras enrojecidas al fuego, explica que se encuentra casi gozoso al “estar todos los
días en peligro de dar su vida por su país y por su deber”.
En ella
señala el peligro de una intervención constante de los EE UU en los asuntos de
nuestra América, a la vez que señalaba el futuro del subcontinente, expresando
que de lo que se trataba era “de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se
extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más,
sobre nuestras tierras de América”.
Tal como avizoró
el Apóstol, la historia ha confirmado paso a paso su profesía, resultado del
estudio y el conocimiento profundo de esa nación y sus objetivos como naciente
imperialismo que aún hoy mantiene los mismos objetivos de “caer con esa fuerza más sobre las tierras de América”.
Cada 19 de mayo
la fecha nos convoca a reflexionar, a revisar las infinitas imágenes que los
artistas han concebido a Martí, pero en esta ocasión nos hemos detenido en las
muchas maneras en las que nuestro Héroe Nacional avizoró su muerte y vislumbró
el futuro desde su presente. Ese es el Martí que está en nosotros, el que
estuvo en Fidel y en la Generación del Centenario que lo declaró “Autor
intelectual del Asalto al Moncada”, el Martí de carne y hueso, que sufrió los
grilletes, amó a las mujeres y a sus hijos intensamente, el que nos dejó un
legado y una ética sólida para ser más patriotas y mejores cubanos.
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