jueves, mayo 20, 2021

Martí murió para vivir

 

Por Sergio I. Rivero Carrasco

Como predijo en sus versos cayó de cara al sol, un día como hoy de 1895, hace 126 años, en Dos Ríos.

Y es que Martí fue capaz de avizorar su propia muerte..."adivinar es un deber de los que pretenden dirigir", pensaba.

Al hurgar en sus escritos y cartas, sobre todo en las más cercanas a su muerte, encontramos muestras muy claras de que la escena final de su vida no ocurrió como un episodio fortuito o fruto de un desenlace inesperado.

En sus palabras, Martí nos asevera en los primeros meses de 1895 la posibilidad de no regresar con vida, lo cual era asumido con un tono apasionado.

Sin perder tiempo en su quehacer después del alzamiento del 24 de febrero comienza una rica obra epistolar que algunos estudiosos la han considerado "como intentos de dejar un testamento”.

El 25 de marzo de 1895, Martí tiene una meteórica noche en la que redactó dos importantes mensajes: el sobresaliente Manifiesto de Montecristi, y además dejó espacio para escribirle a personas muy importantes en su vida, también con un tono de despedida.

Una de estas misivas iba destinada a su amigo el patriota dominicano Federico Henríquez y Carvajal y uno de sus párrafos parecía una predicción final: "(...) Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria no será nunca triunfo, sino agonía y deber. Ya arde la sangre".

Una idea continua de sacrificio lo persigue incluso en sus pensamientos futuros: "Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado. Para mí, ya es hora".

¿Es hora para qué? ¿Acaso para morir? De ser así, podemos afirmar que ya para marzo 25 de 1895, Martí caminaba por la ciertísima claridad de que sus días terrenales estaban contados.

Llega a Cuba el 11 de abril de 1895 por Playitas de Cajobabo, sitio que le sirvió de punto de partida para la travesía emprendida por las serranías orientales hasta el campamento de Dos Ríos donde, el 18 de mayo de 1895, escribe la carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado.

Es esta una misiva sencilla y a la vez muy profunda que se convierte casi en declaratoria final: “estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber…”.

Lo que quizás no pudo avizorar Martí fue que muriendo nacía. Su ideario político, sus ansías independentistas para Cuba, su amor por la América toda y su clarividencia de lo que significaba el imperialismo para los pueblos del continente, toda su grandeza como líder, intelectual, patriota y revolucionario no pudieron ser derribados por las balas en Dos Ríos...siguen ahí para iluminarnos el camino hacia un mundo mejor.

 

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