Por Percy Francisco Alvarado Godoy.
El
fuerte ataque mediático promovido desde Estados Unidos por los sectores
anticubanos contra el cardenal Jaime Ortega, cuyo bullicioso corrillo fue
seguido por miembros de la contrarrevolución interna, representa un ataque
difamatorio no solo contra su persona, en particular, sino contra la Iglesia Católica
Cubana. El principal leiv motiv de esta
asonada mediática tiene como finalidad viciar el papel asumido por la iglesia a
favor de un mejoramiento entre los cubanos y, por ende, viciar las crecientes
relaciones entre la misma y el Estado.
La
Iglesia, por su parte, respondió responsablemente a estos infundios por parte
del portavoz del Arzobispado de La Habana, Orlando
Márquez: “Desde hace meses venimos
observando que se ha gestado un plan encaminado a dañar la figura del cardenal
Jaime Ortega y a la Iglesia Católica en Cuba y desacreditar la línea de diálogo
que ha venido articulando desde hace muchos años”. Rubricaron sus firmas los obispos y vicarios
del Consejo Episcopal de La Habana, sabedores que estas posiciones de la
contrarrevolución estaban orientadas a “abortar cualquier esfuerzo de
entendimiento y diálogo para buscarle una solución serena y beneficiosa a la
actual situación nacional”. Entre ellos se encontraban los obispos auxiliares
monseñor Alfredo Petit, monseñor Juan de Dios Hernández, monseñor Ramón Suárez
Polcari, monseñor Carlos Manuel de Céspedes, monseñor Rodolfo Loiz, entre
otros.