Por Manuel Yepe /Cubainformación.
Para Cuba, el alcance de la elección del primer presidente no blanco ni anglo-sajón en la historia de los Estados Unidos no derivaba solamente de la política global de la superpotencia y nada tenía que ver con el color de su piel o su etnia. Lo singular para la Isla era que suscitaba la esperanza de que condujera a la renuncia a la política de feroz hostilidad contra el proyecto revolucionario que el pueblo se diera como culminación de un proceso independentista de luchas iniciado 140 años antes.
Los cubanos comprendían entonces, por su propia experiencia, que las promesas de Obama que decretaron la histórica ocurrencia de su elección, en caso de cumplirse, fatalmente convocarían a una contraofensiva de los poderosos consorcios financieros encarnados por Wall Street y el complejo militar industrial cuyos torvos intereses se afectarían.