Por estos días de 1999 circulaban, desde
la ciudad de Miami, las primeras noticias alrededor de un hecho que
jamás debió ocurrir. La llegada a las costas de La Florida del niño Elián González,
luego de un naufragio en que pereciera su madre, era convertida por los
grandes medios de comunicación en materia prima para la demonización de
Cuba.
Políticos caracterizados por su
hostilidad hacia la Isla se retrataban junto al niño que apenas cumplías
seis años y lo exhibían como trofeo de una guerra donde acumulaban
demasiadas derrotas. Familiares lejanos, asentados en La pequeña Habana
de Miami, recibían de las autoridades norteamericanas
la custodia del pequeño y se negaban a devolverlo a su padre que lo
reclamaba en Cuba.