No cabe dudas y coincide con la mayoría de las personas consultadas, junto al protagonismo de los excelentes artistas que desfilaron por la escena, los organizadores y los que lo concibieron el concierto Paz sin Fronteras, se impone tener en muy alta estima el papel desempeñado por el pueblo habanero y cubano, concentrado por más de cinco horas en la Plaza resistiendo el fuerte sol, el calor y el cansancio que produce una larga estancia de pie.
Es el pueblo cubano el protagonista de que este concierto, junto a la decisión de hacerlo en nuestro país, fue el que le dio el brillo especial y el otro calor que no lo produce el sol sino el latir de los corazones y las manifestaciones de afecto y cariño repartido por millones a los artistas. ¡Gracias al pueblo!
Juanes cumplió su anhelo de cantar en Cuba junto a sus invitados nacionales y foráneos, en un concierto devenido en tribuna de paz, amor y felicidad entre los seres humanos y los pueblos; fue un hermoso mensaje de amor en el preludio del Día Mundial por la Paz que se celebra hoy, instituido por la Asamblea General de naciones Unidas en todo el planeta.
Hasta libelo de la mafia cubano-americana de Miami tuvo que declinar la pluma –amén de su retórico leguaje en relación con nuestro país–, para emitir sus valoraciones acerca del éxito del megaconcierto Paz sin fronteras, realizado ayer en la Plaza de la Revolución José Martí al calificarlo como hecho sin precedentes en La Habana y le agregamos que según informó Miguel Bocé, “es el tercero en la historia con mayor cantidad de público después de presentaciones en Río de Janeiro de Rod Stewart y The Rolling Stones en diciembre de 1994 y febrero de 2006, respectivamente”.
Una Habana declinada a los pies de los artistas que sortearon suerte y demostraron la valía de sus principios y de sus convicciones como seres humanos amantes de la Paz, la solidaridad y luchadores por el bienestar y la justicia de los hombres. Me refiero en específico al colombiano Juanes, la boricua Olga Tañón y al ibérico Miguel Bocé, que hasta fueron amenazados con hacerles daños a ellos y a los familiares por los sectores más reaccionarios y retrógradas de Miami.
Mientras la Habana y el mundo se llenaban de amor, en la república bananera de Miami se disputaban el odio y la justicia. Unos, los que desde el inicio se opusieron y pretendían pasar una aplanadora para romper los discos de Juanes, y los que comprenden, alejados de todo odio, que hay que cambiar el lenguaje y la forma de tratar a Cuba y todos los temas que hacia nuestro país se tejan. Es momento de unir, no de separar. Esa diatriba llegó a los golpes, las faltas de respeto y la intervención de las autoridades policiales, según se demuestra en las fotos publicadas por el Miami Herald y en la TV estadounidense.
Sobran argumentos para sacar las experiencias de este inusitado hecho, principalmente las que nos indican que el camino recorrido es solo el comienzo de un hermoso sendero de Paz, justicia, solidaridad y bienestar para los cubanos y para los que con toda responsabilidad, asuman el respeto a nuestra integridad como nación y como cultura.
¿Quién ganó? Ganó la justicia, ganó la Paz, ganó la sonrisa que se apoderó de los presentes en símbolo de felicidad y bienestar. Ganó el pueblo, ganó Cuba, ganó el mundo, ganamos todos, porque hoy somos mejores que ayer.