Hace dos décadas un amigo del barrio llamado Juan poco a poco comenzó a separarse del grupo; se mantenía aislado y pensativo. Cada vez que tratábamos de buscarle alguna palabra para dialogar con él, siempre tenía algo que hacer y muy rápido apenas saludaba.
Juan había cambiado. Ya no pensaba como nosotros y nos dimos cuenta cuando en un desfile por el Primero de Mayo como este que se acaba de realizar, buscó miles de pretextos para ausentarse, al punto de enfermar a uno de sus pequeños hijos.
Hace más de diez años que Juan reside en Estados Unidos. Uno de sus retoños enfermó y él no ha podido reunir el dinero para pagar la intervención quirúrgica que se le debe practicar de inmediato. Ahora su hijo enfermó de verdad y en las circunstancias actuales que vive la potencia del Norte, unida a su condición de cubano que aún no ha encontrado el sueño y los cantos de sirena que lo llevaron hasta allá, tiene que buscar el dinero para cubrir la operación, de lo contrario Javierito dejará de existir.
¡¡¡¡¿Qué hará Juan ahora?!!!
En realidad no tengo idea porque nuestras realidades son bien diferentes. Aunque el mundo se debata entre el ser o no ser, comer o no comer, vivir o no vivir y la Crisis Global que lo acecha arrecia cada vez más, todavía los cubanos por decisión y voluntad política expresa del gobierno, estamos protegidos, al menos en las necesidades más perentorias para la existencia humana, dígase alimentación básica, servicios de salud gratuito, educación para todos, seguridad social, empleo para todos los cubanos, condiciones mínimas de vivienda y los que sufrieron afectación por los huracanes que azotaron al país el pasado año, se les viene asegurando la rehabilitación de sus viviendas.
Lo que sucede es que Juan no tuvo los pantalones todo lo largo que hacía falta para encaminar por el sendero adecuado a sus hijos y a su familia. Hoy Juan es un hombre no realizado. Le hicieron varias propuestas para integrarse al ejército y pelear en Afganistán, pero también tuvo mucho miedo morir en un país al que no lo ata nada, ni siquiera la historia.
Lo que me pregunto es que cómo un hombre tan desenvuelto, inteligente y decidido, pudo no ver más allá de sus narices y empeñar su vida y con la suya, la de sus familiares más allegados.
Estoy seguro de que si hubiera estado aquí, junto a los suyos, su hijo no estuviera a punto de abandonar la vida; la vivienda que le dio la fábrica nunca sería hipotecada y la sonrisa que siempre le acompañaba no fuera hoy una gran mueca. Nadie lo hubiera presionado para que fuera a matar inocentes a Afganiftán.
Él, allá en los Estados Unidos, no se enteró que era Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, su día, porque es “el día de los pobres de la tierra”, como dijo Fidel en su Reflexión, y él no ha dejado de serlo.