Por Nirma Acosta
Tomado de Cubadebate
Era el año 1952. La Universidad de Oriente vivía el ajetreo de
costumbre. El aula de cuarto año de Ingeniería recibía clases de
Mecánica. De un golpe la puerta se abrió y apareció un bedel ansioso por
contar cuanto sabía. La noticia irrumpió las calles y las casas de todo
el país. La radio ya estaba informando:
“Batista tomó el poder”. Ella
quedó atónita de rabia y sintió una chispa encendérsele dentro. El
profesor de turno tenía un hermano con aspiraciones a un puesto en las
elecciones de 1952 y en respuesta al comentario del hombre, dio un
puñetazo en la mesa y aseguró: “Aquí no queda otro camino: alzarse”.
Entonces, era solo Vilma Espín,
tenía 21 años y estaba entre las pocas muchachas que en aquella época
optaban por una carrera casi privativa de hombres: la Ingeniería Química
Industrial. Delgada, de elegantes maneras; suave y tierna, pero con una
firmeza y madurez que le distinguían. Recuerda que a pesar de la arenga
oportunista del académico, no cabía duda de que había llegado el
momento. ¿Cómo decírselo a los padres? ¿Por dónde empezar?
“Nos quedamos en la Universidad que se mantuvo todo el día rodeada
por los soldados. No podíamos hacer mucho, pero era la forma de
oponernos al golpe militar del 10 de marzo. Recuerdo que utilizamos un
poema de Heredia que decía: Que si un pueblo su dura cadena/ No se
atreve a romper con sus manos/ Bien le es fácil mudar de tiranos/ Pero
nunca ser libre podrá. Hasta pusimos un tocadiscos con la grabación del poema de Guillén: no sé por qué piensas tú, soldado que te odio yo.
Luego salimos a las calles a repartir volantes. Fueron detenidas
algunas compañeras, pero gracias a la intervención de uno de los
profesores se evitaron males peores.”