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Es un elixir (aditivo-adictivo) con que se empapan muchas de las estratagemas narrativas burguesas para traficar ideología chatarra en las cabezas de los pueblos. Las creencias más intragables se vuelven digeribles con una inyección generosa de sensiblería.
Así, el saqueo bancario mundial remojado en emociones fabricadas para exculpar ladrones, o las aberraciones planetarias de los terratenientes o las obscenidades degradantes del empresariado global… todo pasa a ser tragable si se lo relata en medio de una boda, un romance, un episodio de “cariño”, un escenario de arrumacos, himno meloso, una love story, de cualquier tipo, donde los protagonistas son lindos y queribles, y por lo tanto, aparecen como buenas personas a las que, por amor, “todo se les perdona”. No escapan a las orgías sensibleras ni los papas, ni los cardenales, ni los curas… ni los santos.