- A un año de los embates del huracán Gustav, la Isla de la Juventud se muestra hermosa, cual jovencita renacida de las ruinas, inconforme siempre y orgullosa de enseñar sus más preciadas joyas: el pueblo, su historia y la naturaleza.
Este 30 de agosto se cumple un año de que la madre natura se ensañó con esta ínsula cubana. Era como una gran nube de agua salada, impulsada por fortísimos remolinos y vientos que superaron los 250 kilómetros por hora, los que a ras de tierra y elevados hasta el infinito, arrancaron muchos árboles a las entrañas de la tierra, voltearon infinitas paredes, armazones de acero, hicieron volar miles de techos y a otros, sin importarles el duro material hecho de cabillas y concreto, los torcieron como si fueran latas de sardina.
¡Increíble lo que vieron nuestros ojos! La patana Enif se escapó del mar y fue a parar a la ciudad, mientras decenas de embarcaciones descansaron por unos días sobre la tierra; una camioneta trepó un poste de la luz frente al hospital y lo abrazó en sus alturas; también hubo sillas que se encajaron en puertas y paredes, palmas que descansaron sobre armaduras de techos. Pero un Fidel sobrevivió los embates quedando firme en un cartel que desgajó el resto.
El río se hizo dueño de las calles y hasta las segundas plantas llegó su nivel. La floresta quemada y destrozada con la fuerte combinación de agua, sal y viento cubrió de luto su follajes. El destrozo y la desolación pululaban por doquier. Era como si se hubiera acabado la vida…
La respuesta del país no se hizo esperar. Decenas de cargueros y trasbordadores llegaron hasta aquí con hombres, productos, materiales, equipos y cargas. La solidaridad creció hasta el infinito y como un solo corazón, en toda Cuba latió el despertar.
Los pineros tienen como una ética que les viene de antaño, sobreponerse a los embates de la naturaleza y, antes del amanecer, junto a muchas lágrimas por lo perdido fue creciendo, el optimismo, sobrevino el trabajo y la confianza en que sí podíamos recuperarnos y emprendimos la carrera que aún continúa y no parará hasta que no hayamos empinado todo cuánto cayó y lo elevemos mucho más de lo que estaban.
La Cultura es el alma de la nación, sentenció Fidel, y también lo fue de los pineros. La primera conga callejera, símbolo de cubana y tradiciones, las brigadas artísticas del patio y foráneas empezaron a levantar el espíritu y a transformar los duros rostros en sonrisas que zurcieron las heridas.
Una meta nos puso el Presidente cubano Raúl Castro Ruz en su visita aquí recién despertados del embelezo:”La Isla se pondrá como antes y más bonita”, sentenció.
Y así ha sido.
Los más de 1 000 postes eléctricos y los 400 de teléfonos caídos, al asomo de diciembre estaban espigados y se amplían los servicios, se concluye otra planta más económica que genera con fuel oil y comienza el soterrado de las redes. Nuevas plantaciones reverdecen los campos y los frutos poco a poco se hicieron realidad en la mesa diaria; ahora se amplía con un programa que se detuvo por unos meses, pero de inmediato también siguió creciendo para lograr que la agricultura, la industria alimenticia y las ganaderías continuaran su fomento con amplias perspectivas de desarrollo.
Como hormigas fueron asaltados los campos; en las cuadras y centros laborales familiares y amigos siguen ayudando a levantar las moradas que reciben el impulso con los techos techos rígidos de Poliestireno Expandido, crecen las Petrocasas como alternativa más rápida y confortable a la par de cinco centros educacionales que se transforman en más de 300 viviendas. Otros, menos del 50 por ciento, aún esperan porque los anhelados materiales toquen a sus puertas para enmendar sus averías.
Nuevos proyectos hoy ocupan a los habitantes de este terruño salido de los cuentos y leyendas, protagonista de historias piratescas y de mucho heroísmo multiplicado por la historia que se escribe día a día.
Hoy, cuando han pasado 365 días de aquel Golpe Nuclear, como lo calificó Fidel en una importante Reflexión que publicó por esos días, al hacer el recuento, parece increíble que todavía se humedezcan los ojos y a la par lata el corazón de orgullo por la respuesta dada por los más de 86 000 pineros ante ese fenómeno. Ha sido sorprendente que esta especie de holocausto no nos haya cobrado ni una sola vida humana.
¡Aquí estamos! Ya el Gustav, que ha pasado a la historia como uno de los huracanes sin paralelo, es solo eso, una historia, un pretexto para erguirnos y para que esta Isla renacida, siga creciendo por el trabajo creador y el sudor de sus hijos.