Tomado de Antorcha Encendida
Estados Unidos
suele autoproclamarse como un santuario de respeto a los derechos
humanos, libertades y democracia, pero en realidad comete crímenes
monstruosos contra su propio pueblo y contra los pueblos pobres e
indefensos del Tercer Mundo a los que somete a crueles experimentos
biomédicos “con fines científicos” con el apoyo y sustento oficial de la
Casa Blanca. Esos experimentos científicos con personas vivas son tan
criminales como fueron los experimentos médicos de los nazis a los que
juzgó y condenó a muerte en el histórico proceso de Nüremberg.
Desde 1932, es
decir antes de que los nazis practicaran sus inhumanos y crueles
“experimentos” en los campos de concentración, ya en Estados Unidos se
efectuaban ese tipo de estudios pseudocientíficos. Uno de los casos de
mayor impacto fue el "Experimento Tuskegee", un “estudio clínico” que
comenzó en 1932 y que finalizó 1972 en Tuskegee (Estado de Alabama).
Consistió en que los servicios públicos de salud americanos utilizaron a
399 hombres pobres de raza negra a los que tuvieron en observación para
ver la progresión de la sífilis, si esta no era tratada.
Durante 40 años
esas personas infectadas por la sífilis fueron estudiadas y morían en
condiciones miserables porque nunca recibieron tratamiento médico
situación que condujo a contagios programados a esposas e hijos que, en
muchos casos, nacieron con enfermedades venéreas que tampoco fueron
tratadas a pesar de que se había demostrado que la penicilina era un
antibiótico eficaz contra la sífilis.
Los
“científicos” en ningún caso se molestaron, hasta para experimentar, en
tratarlos con alguna dosis de ese antibiótico. El experimento Tuskegee
fue calificado como "posiblemente, la más infame investigación biomédica
de la historia de los Estados Unidos". Esos estudios nada tenían que
envidiar a los de los nazis, pero hubo diferencias fundamentales: Los
nazis recibieron condenas de muerte por crímenes contra la humanidad,
por crímenes de guerra y los estadounidenses posiblemente recibieron
honores y reconocimientos. Pero, el "experimento Tuskegee", no fue el
único caso de investigación biomédica realizada por los Estados Unidos
en el que se utilizó a personas inocentes para experimentar impunemente
con ellas. Decenas, quizá miles de investigaciones se habrían llevado a
cabo dentro de Estados Unidos, en América Latina, África y Asia, pero
muy pocos han sido denunciados públicamente, en tanto que en decenas de
países los documentos no existen porque están “extraviados” o han sido
suprimidos con la complicidad de gobiernos y autoridades serviles y
vendepatria.
Los científicos
estadounidenses actuaron con total impunidad ya sea protegidos por su
gobierno o porque las personas a quienes convirtieron en conejillos de
indias jamás tuvieron oportunidad de enterarse de lo que hacían con
ellas o porque debido a su condición de pobreza y abandono nunca
reclamaron ni supieron dónde acudir con sus quejas,
Ciertamente que
los experimentos de los nazis -en los campos de exterminio- fueron
posteriores a los de sus colegas estadounidenses que desarrollaron una
serie de experimentos desde la década de los 30s del siglo XX hasta la
actualidad, como si para ellos no hubiese sido proclamado el Código de
Nüremberg en 1947 que contiene una serie de normas que pretendieron
proteger a los seres humanos de cualquier clase de experimentos que se
consideren éticamente intolerables. “Pero los científicos
estadounidenses no se dieron por aludidos por el código, ya que
argumentaban que éste había sido aprobado para evitar las atrocidades
nazis y no sus estudios.
Impunes a todo
esto y libres de cualquier carga moral de conciencia, los expertos
realizaron innumerables experimentos, muchos con los colectivos más
desfavorecidos y/o desprotegidos de la sociedad, que se convirtieron en
conejillos de indias para realizar todo tipo de investigaciones
biomédicas, algunas de trágicas consecuencias. No tuvieron reparo en
experimentar con discapacitados, ancianos, presos o enfermos mentales.
En manos de científicos sin escrúpulos fueron auténticas cobayas humanas
con unas consecuencias devastadoras.
La malaria, la
gripe asiática, el paludismo, sífilis o la gonorrea, entre otras muchas,
eran enfermedades muy comúnmente estudiadas a través del contagio a
personas sin su consentimiento o sin ser conocedoras a lo que se les
estaba exponiendo, informaba el periodista Alfred López en Associated
Press.
Juan Carlos
Tealdi en su estudio sobre El fundamento histórico de las normas éticas
Internacionales afirma que la postulación de normas internacionales como
el Código de Nüremberg o la Declaración de Helsinki encierra en su
significado histórico, sin embargo, al menos dos aspectos de
legitimación de las mismas. Por un lado, las normas internacionales son
expresión de un consenso pragmático entre naciones o actores sociales
que tienen uno u otro grado de representación nacional y por otro lado,
las normas internacionales son expresión de un consenso racional entre
las partes que construyen las normas.
Anota que El
Código de Nüremberg de 1947 es considerado el primer antecedente de
relevancia internacional sobre ética de la investigación. El Código fue
producto del “Juicio a los médicos”, también llamado el “Caso Médico”,
uno de los juicios de Nüremberg contra la Alemania nazi. Ese juicio se
abrió el 9 de diciembre de 1946 y tuvo pronunciamiento el 19 de agosto
de 1947 con la imposición al día siguiente de la pena de muerte por
horca a siete médicos. El veredicto de culpabilidad fue por crímenes de
guerra y crímenes contra la humanidad, con pruebas documentales de los
experimentos.
Los siete
médicos nazis condenados a la horca fueron Karl Brandt, Rudolf Brandt,
Karl Gebhardt, Joachin Mrugowsky, Victor Brack, Wolfram Sievers y
Waldemer Hoven. Los experimentos médicos de los nazis abarcaban desde
pruebas de supervivencia bajo situaciones de hambre, congelamiento,
infecciones provocadas y exposición a gas mostaza, hasta diversas
mutilaciones quirúrgicas y actos de esterilización y eugenesia. Josef
Mengele “El Ángel de la Muerte” escapó de la horca porque huyó hacia
América del Sur. Vivió en Buenos Aires, luego en Paraguay protegido por
el dictador Strossner y finalmente murió en Brasil, sin pagar por sus
monstruosos crímenes.
El juicio de
Núremberg concluyó con la enumeración de un código de diez puntos sobre
ética de la experimentación en humanos conocido como Código de
Nüremberg. Irónicamente, las fuentes del mismo fueron las Richtlinien o
directivas del Ministerio de Sanidad del Reich alemán relativas a los
nuevos tratamientos médicos y la experimentación científica sobre el
hombre, promulgadas en 1931.
Por otra parte
La Asociación Médica Mundial, que daría lugar a la Declaración de
Helsinki, se constituyó en Londres en 1946 y realizó su primera asamblea
general en París en 1947. En esa asamblea se trataron un conjunto de
resoluciones condenatorias de la conducta adoptada por los médicos en
Alemania desde 1933. Sin embargo, sólo a partir de 1953 se discutió la
idea de un documento de posición sobre experimentación humana, y así, en
1954, la Asociación adoptó en su 8ª asamblea general la “Resolución
sobre experimentación humana: principios para aquellos en
experimentación e investigación”.
La Declaración
de Helsinki pasó a ser la norma internacional sobre ética de la
investigación biomédica que recogió el espíritu del Código de Nüremberg,
para perfeccionarlo desde un punto de vista procedimental y sustantivo.
A través de sus sucesivas versiones, la Declaración se constituyó en la
piedra angular de referencia internacional en ética de la
investigación” pero esas normas éticas no existen para los expertos
estadounidenses que actúan peor que los nazis.
Durante el
siglo XX se hicieron grandes avances en el campo de la medicina, miles
de experimentos se realizaron para encontrar vacunas y remedios y así
combatir enfermedades y pandemias. Lo más aterrador del asunto es que
muchos de esos experimentos se llevaron a cabo con seres humanos. No se
tuvo ningún tipo de escrúpulo ante las atrocidades que se llegaron a
hacer en nombre de la ciencia.
El “Gen de Dios”, el Pentágono y las vacunas
Las ideologías y
doctrinas sustentadas en bases seudocientíficas (biologismo, eugenesia,
darwinismo social) no sólo cautivaron (¿cautivan?) a filósofos, médicos
y sociólogos. En asuntos de derecho penal, los delitos sociales también
suelen ser vistos como “enfermedades”, sostenía el periodista argentino
José Steinsleger, radicado en México.
Para José
Steinsleger, la experimentación biomédica estadounidense tiende a
ejercer el Control Social; modificando la conducta. Dice que primero se
trata de que haya respaldo científico para difundir la existencia de un
determinado problema de salud y su solución, en este caso el “fanatismo
religioso” ocasionado por un gen, el llamado “gen de Dios” pero puede
ser cualquier otro invento de la pseudociencia al servicio de los
poderosos del mundo,
En 2004, Dean
Hamer publicó (ed. Double Day) un libro titulado: “The God gene”, libro,
que a finales de 2006, la editorial Esfera de los Libros, lo ha
publicado en español. El núcleo del libro lo constituye el trabajo
experimental que Hamer y colaboradores hicieron con un grupo de sujetos.
Buscaron si en aquellos que mostraban mayor inclinación a la “self
transcendence”, al misticismo (en la significación que Hamer da a este
término: facilidad para salir de sí mismo, sensación de estar en
conexión con un amplio universo y con una mente abierta a sucesos no
fácilmente explicables) alguna modificación genética en alguno de los 10
genes que investigaron. El resultado fue que en los individuos con
mayor tendencia al misticismo aparecía, con más frecuencia que en los
demás, una variante en el gen VMAT2 (variante 3305). Esa variante
implicaba un aumento en el número de receptores monoaminérgicos, alguno
de los cuales favorece la “self transcendence”. A ese gen es al que ha
denominado el “gen de Dios”. A pesar de que la propaganda del libro hace
notar que el autor es uno de los más prestigiosos genetistas mundiales,
una lectura objetiva de lo que Hamer nos cuenta, no puede menos de
detectar graves lagunas e imprecisiones…
Entre otros
disparates el “científico” añadía que los ateos carecen de este gen,
Hamer no descarta la posibilidad de que el llamado “gen de la fe” haya
sido heredado por los cristianos a partir del propio Jesucristo. Aunque
parezcan cómicas, estas afirmaciones vienen de la ortodoxia de la
ciencia norteamericana, y no surgen por casualidad, sino gracias a las
condiciones propicias que existen para este tipo de especulaciones.
El periodista
sostiene que el problema es que estas especulaciones, aunque nos
perezcan a muchos ridículas, tienen un enorme poder ideologizador y no
están ahí por casualidad, pues forman parte de la manera de ver el mundo
que predomina y que interesa actualmente en la sociedad, y que consiste
básicamente en atribuir a la naturaleza humana y no a la misma
sociedad, el origen de las desigualdades, de la injusticia y de la
violencia.
Luego viene la
industria farmacéutica a trabajar codo a codo con el complejo
militar-industrial de los Estados Unidos. Entre los experimentos con
seres humanos en el año 2005, un científico expone en instalaciones del
pentágono, sobre el proyecto de crear una vacuna que inhiba (mediante
virus) el llamado GEN DE DIOS o GEN VMAT2.
El científico
hablaba de aplicar el virus en vacunas, especialmente la de la gripe,
para cambiar la conducta de los “fanáticos religiosos”, mediante el
bloqueo del gen VMAT2, y apunta a la gente de Afganistán. Sin embargo,
con esto nos queda clarísimo lo que ya sabíamos. Están usando las
vacunas como armas biológicas y con el fin de controlar a la población
ya no sólo enfermándola, sino que cambiando sus conductas. Es condenable
que se experimente o se manipule la salud de un sólo individuo pero,
¿de verdad creemos que esta vacuna está enfocada únicamente para
eliminar el “fundamentalismo religioso” de los musulmanes? Con ellos se
prueba, como lo han hecho con otros fármacos y experimentos en África o
en América Latina e incluso en sus propios ciudadanos. El objetivo somos
toda la población mundial que tiene que ser controlada por los Amos del
Mundo que son el verdadero peligro para la humanidad, sostiene José
Steinsleger.
En su estudio
añadía que los primeros experimentos médicos con humanos tuvieron lugar
en Namibia, colonia alemana de África occidental. Allí, el secretario de
la oficina colonial del Reich, Bernard Dernburg (1865-1937), banquero,
político liberal y miembro de una influyente organización judía,
concibió un sistema para liberar al negro de sus “…defectos físicos… y
de este modo su espíritu se abrirá a la influencia beneficiosa de la
naturaleza superior”.
En 1913, el
antropólogo Eugen Fischer (1874-1967), publicó el estudio “Los bastardos
de Rehoboth” (comunidad de Namibia), donde intentó demostrar “el
predominio de una raza prehistórica en tiempos históricos”. Gran amigo
del filósofo Martin Heidegeer, Fischer fue uno de los responsables del
exterminio de judíos y enfermos mentales durante la Segunda Guerra
Mundial.
Afirmaba que en
poco más de medio siglo, las fantasías del doctor Frankenstein echaron
raíces profundas en los estamentos científicos, políticos y económicos
de la cultura occidental. El menú “científico” para experimentar a
escala individual o en masa con seres humanos, quedó listo: biologismo,
racismo, higiene racial, eugenesia y darwinismo social. La eugenesia al
servicio del “libre comercio” y la industria bélica Cuando en 1993, con
base en expedientes secretos desclasificados, la periodista Eileen
Welsome documentó la historia de casos de radiación en niños huérfanos y
mujeres pobres indefensas durante la llamada “Guerra Fría”, la
secretaria de Energía Hazle 0’Leary quedó vivamente impresionada.
Entonces, el
gobierno de William Clinton formó una comisión para investigar los casos
denunciados por Welsome: 18 adultos irradiados con plutonio, 73 niños
de una escuela de Massachusetts que ingirieron radioisótopos
radioactivos en la avena del desayuno, una mujer inyectada con plutonio
por los médicos del Proyecto Manhattan (el de la bomba atómica, 1945),
829 mujeres negras embarazadas de una clínica de Tennessee que bebieron
cócteles vitamínicos con hierro radioactivo, etcétera (The Plutonium
files, Dialy Press, 1999).
Simultáneamente,
la profesora Susan Reverby (Wellesley Collage, Massachusetts),
descubría los archivos del cirujano John Charles Cutler (1915-2003),
responsable de los experimentos médicos en más de 1.500 personas entre
soldados, reos, pacientes psiquiátricos, prostitutas y niños de
Tuskegee, localidad Alabama (1932-72). Y de los archivos de Tuskegee,
saltaron los experimentos sobre sífilis y gonorrea en 1.500
guatemaltecos (1946-48), en el marco de un programa patrocinado y
ejecutado por el Departamento de Defensa durante el gobierno de Harry
Truman.
Álvaro Colom,
presidente de Guatemala, calificó de “espeluznantes” y de “crímenes de
lesa humanidad” los experimentos realizados por médicos del servicio de
salud pública estadunidense, y en octubre pasado la secretaria de Estado
Hillary Clinton pidió perdón en nombre de su gobierno. El presidente
Barak Obama, inclusive, se puso en contacto telefónico con Colom,
expresando su “profundo pesar” por lo sucedido.
Los casos de
Tuskegee y Guatemala guardaban antecedentes en el empleo de ciudadanos
estadunidenses y extranjeros para investigaciones similares con el virus
de la malaria, el VIH, el ébola, radiaciones nucleares y drogas
alucinógenas como el LSD y otras. Un caso famoso y muy comentado tuvo
lugar en 1919, en la prisión de San Quintín, donde el médico residente
Ll. Stanley experimentaba con los presos más ancianos.
En pleno apogeo
del llamado “movimiento eugenésico”, Stanley quería demostrar que se
podía devolver a los viejos el vigor sexual, y para ello realizaba
trasplantes de testículos provenientes de ganado o de presos más jóvenes
recientemente ejecutados. En noviembre de aquel año, el Washington Post
publicó un informe alabando los progresos realizados por Stanley para
“…restaurar la juventud primaveral, el rejuvenecimiento del cerebro, el
vigor de los músculos y la ambición del espíritu”.
En 1935, el
servicio de salud pública decidió actuar contra el pelagra (una
deficiencia de niacina) después de observar durante 20 años los estragos
mortales del mal en la población negra azotada por la pobreza. En 1940,
400 presos de Chicago fueron infectados con malaria para probar los
efectos de nuevas drogas contra esa enfermedad A finales del decenio de
1940, el gobierno estadunidense prohibió los experimentos radioactivos
con humanos, y a mediados de los años 70 excluyó a los presos y enfermos
mentales de cualquier experimento médico… oficial. Pero la cosa queda
en mera denuncia si los experimentos son impulsados por fundaciones y
laboratorios privados. Así se explica la inusual petición de perdón a
los afroamericanos y guatemaltecos, víctimas del servicio público de
salud y la Oficina Sanitaria Panamericana, hoy conocida como Oficina
Panamericana de la Salud.
El comunicado
oficial de Washington dice así: “A medida que avanzamos para comprender
mejor este atroz suceso, reiteramos la importancia de nuestra relación
con Guatemala y nuestro respeto por su pueblo, así como nuestro
compromiso con las normas éticas más exigentes en la investigación
médica”.
Sin embargo, a
las mujeres de Uganda y Nigeria embarazadas que fueron infectadas por el
laboratorio estadunidense Pfizer con el virus del VIH, se les negó el
fármaco AZT contra el SIDA, mientras que a 11 niños con meningitis de
Uganda se les hizo probar el antibiótico “Trovan”, cuando no se tenía
conocimiento de su eficacia. Fallecieron 11 niños y Pfizer se limitó a
indemnizar a Nigeria con 75 millones de dólares. Pero en ningún momento
reconoció haber cometido irregularidad alguna.
A los
puertorriqueños les ha ido peor. Según la investigadora Marta Villaizán
Montalvo, el primer experimento humano se realizó en la colonia yanqui
en 1904, con un total de 1.158 casos que aparecen citados en la página
oficial del Instituto Nacional de la Salud. El más famoso fue el del
líder independentista Pedro Albizú Campos (1891-1965), sometido a
radiaciones en la cárcel La Princesa de San Juan.
Los
experimentos médicos y no médicos con humanos continúan realizándose día
tras día en el mundo, y a pesar de los cuatro delitos capitales
imputados por el tribunal de Nüremberg a los nazis (1945-46). Tales
delitos son: 1) crímenes de guerra (asesinatos, torturas y violaciones);
2) crímenes contra la humanidad (exterminio y muerte en masa); 3)
genocidio (contra grupos étnicos determinados), y 4) de agresión
premeditada para alterar la paz y la seguridad de los estados soberanos.
Por su parte,
Sergio Barrios Escalante en Alai-amlatina cita a Fritjtjof Capra quien
decía: “Muchos de los principales genetistas de nuestros días son
propietarios de compañías de biotecnología o tienen lazos estrechos con
ellas. La motivación subyacente en la ingeniería genética no es ya el
avance científico, la lucha contra las enfermedades o la eliminación del
hambre de la faz del globo, sino la carrera por asegurarse unos
beneficios económicos sin precedentes”.
Luego añadía:
La revelación hecha pública por la investigadora norteamericana Susan
Reverby, a través del estudio intitulado “Sífilis por exposición normal e
inoculación: un médico PHS Tuskegee en Guatemala, 1946-1948”, ha sacado
a luz las viejas prácticas nazistoides realizadas por Estados Unidos en
países tradicionalmente considerados como su “traspatio”, es decir
América Latina”.
El escándalo
generado a nivel mundial por dichas revelaciones, obliga a vigilar y
castigar las prácticas criminales y anti-éticas de investigación médica
patrocinadas por Estados Unidos y otros países desarrollados con grandes
intereses económicos en empresas y agencias transnacionales privadas
dedicadas a la farmacología y a generar productos de laboratorio. Esas
transnacionales del crímenes colectivo son responsables de la
biopiratería que asola a los pueblos de América Latina desde hace muchas
décadas.
En el caso
guatemalteco descubierto por Reverby, la repulsa de la opinión pública
se ha hecho mayor al conocer ciertos detalles espeluznantes y
revulsivos, tales como saber que hasta niños de orfanatos (incluyendo a
enfermos psiquiátricos, prostitutas y soldados de bajo rango),
estuvieron sistemáticamente expuestos a los llamados métodos de
“sifilización”, que tenía como objetivo probar la respuesta del cuerpo
humano al “material infeccioso fresco”, para exacerbar la repuesta del
organismo y así conocer las manifestaciones y procesos de infección y
reinfección.
Los
experimentos científicos realizados por EEUU y otras potencias, bajo la
nebulosa de oscuros, ambiguos y anti-éticos objetivos no se limitan a lo
descubierto por la citada investigadora, y hay que recordar que forman
parte de una larga tradición que continúa en muchos lugares hasta el día
de hoy.
Basta con
recordar las cuestionadas actividades del Instituto Lingüístico de
Verano (ILV), que en los años sesenta desarrolló sospechosas e
imprecisas “investigaciones de campo” en diversas partes de América
Latina, tales como en diversas zonas rurales de Colombia, Ecuador, Perú,
Bolivia y Centro América.
Cabe recordar
que durante los años setenta circularon múltiples noticias y sospechas
sobre la implementación de programas secretos de esterilización masiva,
llevados a cabo en muchas poblaciones indígenas y campesinas de
latinoamericanas.
En los años
ochentas y noventas, con el inicio del auge de la biotecnología y la
ingeniería genética, la bióloga Mae-Wan Ho denunció los graves riesgos
que implicaban para la salud humana y para numerosas especies animales y
vegetales, la realización de experimentos a gran escala relacionados
con el diseño de nuevos organismos genéticamente modificados (OGM).
El mismo tipo
de denuncias ha realizado profusamente en los últimos años la
investigadora Silvia Ribeiro, al señalar la irresponsabilidad de
numerosos centros y laboratorios de investigación, en producir y
comercializar en gran escala alimentos de consumo básico (como leche
producida en base a la hormona transgénica denominada “Somato-Tropina
Bovina”, por ejemplo), bajo condiciones de alteraciones genéticas con
alto potencial de riesgo para la salud.
De acuerdo con
Ribeiro, la hormona transgénica no sólo enferma al ganado, sino además,
provoca en la leche una elevación de otra hormona denominada IGF-1
(“Factor de crecimiento insulínico tipo 1), que estaría asociada con el
surgimiento de cáncer de seno, próstata y colón.
La Defensoría
del Pueblo del Ecuador, recientemente denunció que “expertos”
estadounidenses robaron y comercializaron el ADN de los Waorani, un
pueblo originario de la Amazonía ecuatoriana ¿Y qué podemos decir sobre
la vacuna contra el virus de la gripe porcina? Al respecto, llamó
poderosamente la atención la exagerada alharaca que se armó tomando a la
ciudad de México (D.F.) como centro de “supuesta irradiación mundial”,
alarmismo que un año después de la supuesta “primera gran crisis de
pandemia viral” del siglo XXI”, la Comisión Europea reconoció (en mayo
del 2010), que había sido intencionalmente exagerada.
¿Cuáles fueron
las verdaderas razones para ello? ¿Fueron razones estrictamente
comerciales o de inescrupulosa experimentación secreta? Hay que recordar
que surgieron muchas voces advirtiendo que la vacuna contra la gripe
A1-HN1, muy probablemente podría contener ciertos componentes químicos
de dudosos efectos.
Estas voces de
advertencia sin embargo no fueron tomadas en cuenta por los grandes
medios de comunicación, y lejos de ello, una vez que el pánico viral
había quedado plenamente “inyectado” en la mente de millones de
personas, muchos gobiernos empezaron a adquirir monumentales pedidos de
la citada vacuna, sin que hasta el día de hoy se sepa a ciencia cierta
si este compuesto anti-viral puede o no afectar en alguna medida la
salud de niños y adultos.
Es de suponer
que si la OMS ha facilitado la distribución de esta vacuna en numerosos
países, ello constituye (o debería de constituir) una garantía
suficiente. Pero aparte de esta agencia intergubernamental, ¿hay alguna
comisión científica de alto nivel e independiente que haya avalado la
solvencia médica de tal vacuna?
Sergio Barrios
Escalante, Científico Social, investigador, ensayista y escritor, en la
Edición No. 63 de la revista virtual Raf-Tulum, al referirse al caso de
Guatemala se preguntaba ¿cuántas cosas aberrantes hechas por USA y
gobiernos títeres han pasado y están pasando en la actualidad? eso no lo
divulgarán ni pedirán disculpas hipócritas.
Al criticar los
experimentos criminales realizados por Estados Unidos expresaba que la
infección deliberada de enfermedades en individuos y el estudio de los
efectos de antivirales, sicotrópicos y sustancias diversas en seres
humanos sin su consentimiento han sido actividades ampliamente
documentadas en Estados Unidos y en otras partes del mundo y conocidas
desde hace tiempo por la opinión pública internacional, la declaración
realizada por la administración de Barack Obama pone en perspectiva
factores adicionales de agravio en lo que, de suyo, es una práctica
inhumana y criminal: el experimento referido se desarrolló en un país
extranjero, con la aparente connivencia del gobierno local –según consta
en los documentos disponibles–, en contra de una población
particularmente vulnerable –en su mayoría presos y enfermos mentales,
muchos de ellos sometidos a la prueba con engaños– y en condiciones de
descontrol y opacidad tal que hasta la fecha no se sabe cuántos de los
infectados recibieron atención, ni cuántos de ellos murieron.
Estos hechos no
podrán, pues, ser subsanados por una disculpa como la que el mandatario
estadunidense ofreció al guatemalteco: ambos gobiernos deberán llevar a
cabo las investigaciones correspondientes, y emprender las sanciones
que ameriten y las medidas de reparación del daño hacia las víctimas y
sus familias.
Por lo demás,
es importante señalar que el episodio de Guatemala tuvo como correlato
otro de mucho más largo aliento: el “estudio clínico” desarrollado entre
1932 y 1972 por los servicios públicos de salud estadunidenses en
Tuskegee, Alabama, que consistió en infectar de sífilis a unos 600
negros presos que no recibieron tratamiento alguno, un experimento no
muy distinto a los aplicados por el criminal de guerra nazi Josef
Mengele en el campo de concentración de Auschwitz. Respecto de este
estudio –al final del cual sólo unos 70 presos continuaban con vida– el
ex presidente Bill Clinton ofreció una disculpa a las víctimas y sus
deudos.
Andreu Martí en
Rebelión expresaba una gran verdad al decir que es sabido que las
empresas farmacéuticas experimentan sus fármacos con seres humanos en
África y América Latina. No importa que mueran miles y miles de hombres,
mujeres y niños si con ello se garantiza la medicación en el “mundo
desarrollado”.
Pero no es tan
conocido que el gobierno de los EEUU tiene a sus propios ciudadanos y a
su propio territorio como cobayas para experimentar productos químicos y
biológicos. Y con la misma consecuencia: miles y miles de muertos.
Cabe agregar
que esas cobayas humanas no son anglosajonas. Son pobres, miserables,
negros, inmigrantes hispanos, asiáticos, árabes, africanos. Son los
condenados de la tierra como diría Franz Fanon. El arsenal de la guerra
químico-bacteriológica del imperio, en gran parte son el producto de
investigaciones ilegales e inmorales efectuadas con elementos de la
biodiversidad de América Latina y probadas con sus pueblos e incluso con
personas de nacionalidad estadounidense.
El imperio,
desde varios años atrás, y por encima de la Convención para la
Prohibición de Armas Químicas y Bacteriológicas, estableció en el Perú,
(en Lima y la amazónica Iquitos), modernos laboratorios en los que
realizan secretas investigaciones con el objetivo de enriquecer los
estudios biológicos con fines militares.
Para encubrir
las verdaderas finalidades de esos laboratorios se han firmado convenios
entre el Centro o Instituto de Investigaciones de Enfermedades
Tropicales -NMRCD del Centro Médico Naval –CMST- y Centros de Estudios
Superiores del Perú como la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la
Universidad Peruana Cayetano Heredia. El NMRCD o Medical Research Center
que funciona en Lima está dirigido por un Oficial de la “Navy” con
status diplomático asignado a la Embajada de Estados Unidos en la
capital peruana como tantos otros jefes, directores o agentes de la CIA,
de la Agencia de Seguridad Nacional o de algún otro organismo de
espionaje.
Y más grave es
que el NMRCD realiza experimentos con seres humanos “voluntarios” de la
población local de Lima, de Iquitos o de cualquier parte. Los
“voluntarios” son convertidos en conejillos de indias por módicas sumas
de dinero y qué importa si las vidas se pierden, si sólo son hispanos
subdesarrollados o personas de segunda o tercera categoría.
Los
laboratorios están equipados con máquinas de últimas tecnología para
realizar todo tipo de investigaciones que pueden ser utilizadas para la
guerra bacteriológica. Una de las ramas de mayor atención del equipo, es
la Microbiología con modernos enfoques basados en la teoría molecular.
El investigador y analista Alfredo Embid señalaba que:
- Los experimentos se realizan preferentemente en países extranjeros empobrecidos
“Lo ocurrido en Guatemala ha sido una realidad durante décadas en Puerto Rico país al que Estados Unidos ha utilizado como un laboratorio experimental bacteriológico y químico”... “Eso que ha ocurrido en Guatemala hay que enmarcarlo en el contexto de las prácticas abominables de lo que hace Estados Unidos en sus colonias y neocolonias”.
Los experimentos se realizaron en los montes Toro Negro, en el centro de la Isla, y en El Yunque, en el oriente. “En el caso de la isla de Vieques se experimentó con distintas sustancias, desde el agente Naranja al uranio empobrecido y radiaciones nucleares”. La isla de San José, en Panamá, fue uno de los lugares donde se realizaron inmorales experimentos biomédicos. El Regimiento de Infantería 295, compuesto por soldados portorriqueños fue rociado deliberadamente con gas mostaza mientras realizaba maniobras en las selvas de ese país.
Los experimentos se realizan preferentemente en países extranjeros no “pobres”, como suelen calificarse, sino empobrecidos.
En muchos países del tercer mundo (empobrecidos) se han experimentado vacunas con sustancias toxicas y anticonceptivas sobre su población. Las multinacionales realizan experimentos, exclusivamente, con fines económicos. Según un informe del United States Department of Health and Human Services el 80% de los fármacos aprobados en 2008 estaban basados parcialmente en estudios realizados fuera de EEUU.
En muchos países del tercer mundo se han experimentado vacunas con sustancias toxicas y anticonceptivas sobre su población. A comienzos del siglo XX el caso de la pelagra es muy significativo en Estados Unidos. Incontables individuos murieron de pelagra o de los tratamientos tóxicos que se experimentaban con ellos.
Con la píldora anticonceptiva sucedió lo mismo. Fue experimentada por el laboratorio norteamericano Searle (luego absorbido por Monsanto) en un centenar de portorriqueñas pobres y a las que murieron ni siquiera se les hizo la autopsia. .
“Idéntica situación nos encontramos con los experimentos de psiconeurocirujía. El Dr. Peter Breggin ha denunciado que los cobayas de elección eran pacientes psiquiátricos, pobres, negros y mujeres”, según documentos e informes elaborados por especialistas denunciantes. .
Los experimentos se realizan preferentemente sobre poblaciones indefensas al peor estilo de los médicos nazis que fueron ahorcados por crímenes contra la humanidad. Una crónica especializada reseña: “Antes de la Segunda Guerra Mundial, los experimentos con seres humanos en EEUU eran ya una práctica corriente. Lo mismo que en la Alemania nazi.
En 1931 los médicos del Instituto Rockefeller inoculaban células de cáncer a seres humanos.
En 1932 comienza la operación Tuskegee para el estudio de la sífilis. Esta “operación “duró décadas. Se comenzó con 600 negros, y durante 40 años a 400 de ellos se les inoculó la sífilis para ver su evolución frente a los otros 200 “sanos”. Conforme iban muriendo, el gobierno ofrecía a las familias entierros gratuitos a cambio de autopsias. En 1940 se experimenta con 400 presos de Chicago, que son infectados de malaria y tratados con medicamentos experimentales. Los nazis pusieron como ejemplo este tratamiento para justificar su propio genocidio cuando fueron acusados en Núremberg.
En 1942 se hacen experimentos con gas mostaza en 4.000 soldados. También se experimenta con nanonitas (amish) a cambio de librarse del servicio militar. Nadie era sabedor de las consecuencias de la pruebas a que eran sometidos.
En 1944 la Marina prueba máscaras y ropa antigás; los “cobayas humanos” eran encerrados en una cámara de gas y rociados con gas mostaza. ¿Les suena a algo?
En 1995 el gobierno admite que ofreció sueldos y medios para seguir con sus investigaciones a los científicos criminales de guerra japoneses que habían experimentado con seres humanos.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, con el comienzo de la Guerra Fría, los experimentos con seres humanos en los EEUU alcanzaron cotas increíbles
Realizaron experimentos con sus propios soldados a los que los expusieron a gas mostaza, gas nervioso, radiación de iones, psicoquímicos, alucinógenos y drogas y a una serie de armas químicas y biológicas.
En 1994 el Dr. Garth Nicolson en el Centro del Cáncer MD Anderson en Houston, descubre que los veteranos de Irak fueron inoculados con Micoplasma Incognitus, un microbio normalmente usado en la producción de armas biológicas.
En 2003 dos abogados denunciaron que a los pilotos en Afganistán se les suministra anfetaminas para evitar la fatiga, en detrimento de su capacidad de concentración.
En 1990, se experimentó con 1.500 bebés negros e hispanos de 6 meses de edad en Los Angeles. Es una vacuna contra el sarampión aún no autorizada.
En los años de la Guerra Fría se experimentó con niños deficientes de Massachusetts. Se les dio de comer alimentos radiactivos. A niños huérfanos con HIV de Illinois, New York, Maryland y Texas se les suministró fármacos experimentales contra el sida en los años 90 del siglo pasado. Si el niño mejoraba, la prueba era positiva; si el niño moría, la prueba era negativa. Los diagnósticos oficiales a los niños que morían eran neumonía o envenenamiento en la sangre. La mayoría de niños eran latinos o negros o blancos pobres
Experimentaron con LSD como agente químico paralizante. En 1965 comienza el Proyecto MKSEARCH, que estudia las reacciones humanas ante drogas sicodélicas. El proyecto MKOFTEN, iniciado al año siguiente, trata de comprobar los efectos toxicológicos de ciertas drogas. En 1965 se aplica dioxino a los presos de la Prisión Estatal de Holmesburg en Filadelfia. El dioximo es un componente cancerígeno del Agente Naranja que se estaba utilizando en Vietnam. Se estudian los casos que desarrollan cáncer.
En 1970 se da a conocer la existencia de “armas étnicas”, que actúan y eliminan colectivos determinados.
También están afectados los mineros que trabajaron en minas de uranio, a los que se suministró medicamentos radiactivos.
En 1981 aparecen los primeros casos de SIDA entre la comunidad homosexual de New York, Los Angeles y San Francisco. Tres años antes se habían hecho pruebas con una vacuna de Hepatitis B, requiriendo especialmente hombres homosexuales promiscuos.
Esta es una crónica relatada año por año de los distintos experimentos e investigaciones (algunas de ellas Top Secret, y otras no tanto) llevadas a cabo por los Estados Unidos de América en el campo de la salud, para ser utilizados posteriormente como armas letales alternativas.”
También están afectados los mineros que trabajaron en minas de uranio, a los que se suministró medicamentos radiactivos.
En 1981 aparecen los primeros casos de SIDA entre la comunidad homosexual de New York, Los Angeles y San Francisco. Tres años antes se habían hecho pruebas con una vacuna de Hepatitis B, requiriendo especialmente hombres homosexuales promiscuos.
Esta es una crónica relatada año por año de los distintos experimentos e investigaciones (algunas de ellas Top Secret, y otras no tanto) llevadas a cabo por los Estados Unidos de América en el campo de la salud, para ser utilizados posteriormente como armas letales alternativas.”
Todos los
documentos e informes demuestran que Estados Unidos mantiene inalterable
el doble estándar: Por un lado dice defender los derechos humanos y por
otro comete monstruosos crímenes más execrables que los cometidos por
los nazis.
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