La frutabomba es una de las reinas
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Texto y fotos: Roberto Díaz Martorell
Tomado de Juventud Rebelde Digital
- El cruce de conocimientos académicos y empíricos se erige como fortaleza principal de la familia de Los Paquitos, la que gracias al Decreto-Ley 300 levantó un paraíso de frutales donde hace tres años reinaba el marabú
Hasta ese paraje llegó JR para develar al lector los secretos de una familia con vocación por la tierra, que en tres años aportó a la agroindustria 25 toneladas de frutas frescas, en un territorio con poca tradición en la diversificación de ese tipo de cultivo.
«Empecé a ayudar a mi papá en mis ratos libres y hasta en el horario de almuerzo venía a “tirar unos guatacazos” porque esto estaba crudo», dice mientras sonríe y acomoda sus espejuelos sobre la mesa Frank Hernández Valero, ingeniero agrónomo beneficiado con el Decreto-Ley 300 desde 2011.
«La primera guerra fue contra el marabú. Después se crearon los bancales y el sistema de canales para irrigarlos. Lograrlo llevó tiempo y esfuerzo, sobre todo en la nivelación del terreno», narró el joven con sombrero alón.
«Mientras desmontábamos la maleza creamos un vivero con 54 especies que crecen en la finca —interrumpe Francisco Hernández Rodríguez, su padre—, aunque predominan la frutabomba, guayaba, aguacate, piña, mango, todas las variedades de las anonáceas y, de las sapotáceas: el mamey, níspero, caimito y canistel», apuntó.
El secreto de Los Paquitos
Padre e hijo desbordan orgullo. El primero fue un experimentado trabajador del sistema de la Agricultura por más de 30 años, con desempeños como dirigente y asesor en el ramo en la República Bolivariana de Venezuela, mientras el segundo laboró en el Buró Municipal de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.Los saberes acumulados del padre más la formación académica del hijo son la química perfecta para esta fusión que se puso a prueba cuando, in situ, se injertaron las especies que crecen vigorosas en este proyecto de agricultura familiar.
«El injerto y la poda garantizan que en menor tiempo se recojan los frutos y además se disminuyan los costos porque aquí producimos la planta», explicaron, y esos altos rendimientos los consiguen en suelos arenosos, poco profundos, con bajo porcentaje de materia orgánica y poca capacidad de retención de los nutrientes.
Comentó el experimentado finquero que para el mejor aprovechamiento del suelo utilizan la tecnología del bancal (cantero alto) teniendo en cuenta las pendientes y canales para favorecer el riego y drenaje.
Según la literatura especializada, el bancal es un sistema de cultivo con laboreo mínimo, sin utilizar surcos y pasillos entre ellos. Además, su principal beneficio consiste en ahorrar agua para riego, debido a que la tierra permanece húmeda.
Este modelo tiene como finalidad no pisar la superficie cultivada; de esa manera se evita compactar la tierra, se mantiene bien aireada para optimizar el intercambio gaseoso con las raíces y mantener las comunidades de organismos beneficiosos como las lombrices.
Debido al poco espacio, Los Paquitos aplican también el intercalamiento como tecnología, según el porte de la planta y la especie. De esa manera se coadyuva al control biológico de las plagas y se aporta desde el punto de vista económico.
«En el sistema de bancal que aplicamos, se triplica el uso del espacio por las dimensiones que tiene (cuatro metros), ya que en una hectárea de mango se aprovechan dos de otros cultivos de menor porte, como la guayaba roja enana y la piña. Eso nos permite amortizar la inversión en el más breve lapso y optimizar el área», precisó el más joven.
Agricultura familiar
Cuando la ONU declaró el 2014 año de la Agricultura Familiar, esta modalidad en Cuba representó una oportunidad para dinamizar economías locales, especialmente en la Isla de la Juventud, donde se materializa un Programa de Desarrollo Integral hasta el 2020 que prioriza la producción de alimentos.«Decidimos crear esta finca familiar integral de frutas, cultivos varios y ganado menor, ahora con una garantía de recursos gracias a la venta experimental y sin subsidios de insumos y equipamientos agrícolas», un paso de la actualización del modelo económico que favorece cualquier proyecto de este tipo, refirió Francisco.
La última en incorporarse a esta empresa fue Yesenia Katia García Toledo, esposa de Frank, encargada hoy de la alimentación de los trabajadores, orden, higiene y crianza de conejos, pollos y chivos.
«Me gusta el campo. Cuando una hace lo que le gusta da placer porque esto tiene sus encantos. Aunque es duro, la mejora económica es grande, y si no fuera por las ranas este sería el paraíso perfecto», expresó la joven.
Armando Sánchez Hernández e Irailde Hinojosa Quintero completan la nómina de este grupo, donde la capacitación, el diálogo y la transferencia de saberes son divisas para el éxito del trabajo. Así lo ratificaron ambos con total desenfado a este diario.
Sin embargo, padre e hijo coincidieron en señalar como debilidad la falta de espacios de socialización para las personas que se dedican al cultivo de frutales o mantienen fincas similares en la Isla de la Juventud. «El intercambio de experiencias es muy bueno para todos y lo necesitamos», aseveró Francisco.
«Quienes se inician en estas lidias deben tener deseos de trabajar la tierra. No es fácil cuando te enfrentas en el surco al sol, la carencia de agua y el cansancio, pero lo más importante es la capacitación in situ, sobre los cultivos y el proceso, el conocimiento y la experiencia. En ese sentido, mi papá y yo hacemos la combinación perfecta», ríe a carcajadas.
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