Por su originalidad y aceptación en la red, reproducimos el post publicado por la periodista Yuliet Calaña en el sitio web del Canal Territorial Islavisión y lo ponemos a disposición de los lectores del blog.
No
importaba el tipo de reunión que fuera, ni el tema a tratar, ni quien estuviera
en la presidencia. No importaba si se extendía y todo el mundo estaba loco por
salir a merendar, yo levantaba mi mano y hablaba del salario, de que era joven,
de que aún vivía con mis padres, de que no tenía nada y de que quería forjar mi
futuro, mi casa y mi familia con el dinero que saliera de la profesión
que escogí y me escogió. Que no quería terminar vendiendo pizzas como otros periodistas
de mi generación, que son, por cierto, los que me pagan la cuenta en una que
otra lujosa paladar donde de vez en cuando nos citamos para ponernos al día.
Lo
hice una y otra vez, reunión tras reunión…y recibí aplauso tras aplauso, excusa
tras excusa, retorcijón de ojos tras retorcijón de ojos, palmadita en la
espalda tras palmadita en la espalda. A veces estaba afónica o desanimada y no
pensaba intervenir, pero tenía que pararme a codazo limpio de mis compañeros…a
decir lo que ellos mismos podían decir…“pero tú lo dices más bonito”, me
alentaban. Me habían elegido, por unanimidad, embajadora del tema salario y yo
desempeñaba mi trabajo con creces… hasta que un día fui presa del desgano y
renuncié a mi embajada, más bien a mí “en-subida” de salario.
En la
última reunión que asistí, pedí la palabra como de costumbre, hablé del
avestruz y
de la jutía, de cómo nos hace falta ganar en comunicación política,
de que hay que ponerle ciencia al trabajo en las redes… hablé, hablé mucho, de
todo, por hablar hablé hasta de más y la gente escucha y escucha en espera de
que la palabra salario saltara, pero nada, terminé, me recogí el moño y me
senté sin mencionarla.
Recuerdo
como si fuera ahora que quien presidía la reunión me felicitó porque había
madurado… “cómo ha madurado Yuliet”, fueron sus palabras exactas. Y a partir de
entonces quise hacer gala de esa madurez y decidí vivir al margen del tema
salario, no así del tema dinero.
Inventé
las mil y una formas de ganarlo, todas legales o al menos eso creo. Acepté nuevos
trabajos, negocié con el saldo de mi celular, compré y vendí a plazos, hice
videos de reguetón, ofrecí el servicio gratuito de revisar las canciones antes.
Hice concesiones –o papelazos- del tipo: “pero eso no puede ser así, usted
tendrá mucho dinero, pero de comunicación no sabe nada”, dar la espalda e irme…
después regresar, “ordene jefe”, ejecutar, cobrar…”usted no sabe nada de
comunicación, a mí me hace falta el dinero, el mundo no es perfecto…llámeme
cuando quiera”.
Fui
explotada: 1000 palabras por 5 cuc, fui estafada: una vez me dejaron de pagar
2000 palabras, estafé: en 10 palabras decía lo que podía decir con 2. Escribí
hasta sangrarme las manos, de todo: guiones, prosa, verso, tesis, cartas de
renuncia, de reclamación, despedidas de duelos…escribí casi tanto por dinero
como por amor…escribí cartas de amor por dinero…me alcanzó para las croquetas y
algunas cervezas los fines de semana…sobreviví…soy feliz.
Y un
jueves como otro cualquiera, donde cogí un carro de diez pesos para llegar al
trabajo, donde he descubierto que tengo atrasos en el pago de la cotización,
donde he desembolsillado 15 cuc para una batería medio palo para mi celular,
donde he gastado otros diez de los suaves para coger un bici hasta la parada,
donde he pagado con un peso el camello que vale en teoría, solo en teoría, 35
centavos, se ha dado a conocer el notición del aumento salarial para el sector
presupuestado.
Primero
lo anunció el Presidente en su cuenta de Twitter y luego lo ampliaron en elNoticiero de las ocho. Aún no me queda claro cuánto me aumentarán, las únicas
dos certezas que tengo son que esa emisión del estelar destrozó el récord de
audiencia de aquella novela colombiana, Las Aguas Mansas, creo que era su
nombre y que cuando cobre el primer sueldo aumentado haré otra crónica…no sé si
cómica o trágica…o tragicómica, ese estilo tan cubano.
Recibí
la noticia sola en casa, no tenía a quien abrazar, ni con quien llorar,
así que cogí el celular y llamé a mi mamá que no está en la Isla: -Mami, mami,
me subieron el salario. -Qué bueno mi niña, al fin. –Ahora sí te voy a poder
comprar las laticas de maíz y los pomos de ensalada en divisa que tanto te
gustan, le dije emocionada y colgué.
Como
a los cinco minutos mi mamá me hace una perdida para que la llame y lo hago.
-Niña, a mí también me van a subir el salario. -Mami, te lo acabo de decir.
-No, me dijiste que era a ti y pensé que hablabas de los periodistas. Claro, yo
en mi tremendo egoísmo le había dado un enfoque tan personal al asunto que había olvidado a los más de dos millones de personas que también se favorecerán.
Me tomé un tiempo entonces para pensar en Mayrita, esa decana
del periodismo pinero que aún llena de achaques se plantó y dijo: “hasta que no
me suban el salario no me jubilo”… y en Quiala, otro veterano, que había dicho
lo mismo años antes, pero no pudo cumplir y hasta en Melisa, la estudiante de
Periodismo que tenemos de práctica en estos días en la redacción y que ya no va
a tener que oír mis peroratas acerca del salario en las reuniones de la UPEC.
Mayra Lamotte, periodista del Victoria |
Alexis Quiala, periodista Jubilado de ese medio |
-No, chica, es a todo el sector presupuestado, a las bodegueras también, le aclaré… y mi mamá que no se parece a nadie, con su sabrosura cubanísima, me suelta: -Pues a mí que me quiten lo “bailao”, pero nunca lo “presupuestao”. Reímos como locas a través del cell por unos minutos, hasta que otros dineros me vinieron a la mente: -Mami, cuelga ya, que estoy pagando yo y no creo que ETECSA se nos baje tan pronto con un notición de este calibre.
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