lunes, enero 27, 2020

El abrazo martiano de Fidel


Por Sergio I. Rivero Carrasco
“Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro
y en el pensamiento las nobles ideas de todos los
 hombres que han defendido la libertad de los pueblos”.
Fidel Castro

No caben dudas que el pensamiento y la proyección revolucionaria, transformadora y prospectiva de Fidel tuvo sus  simientes en Martí, a quién no abandonó en ningún momento de su fecunda y lúcida existencia, y a la que nos continúa convocando hoy, para regresar, hacer un alto en el camino, y continuar.

Fidel llevaba consigo, como bien expresó en aquella oportunidad, el ideario de José Martí que levantó a los jóvenes de la época a vivificar en la Nación los sueños libertadores y de edificación de una República “con todos y para el bien de todos”, como protegió en 1895 el Apóstol de la independencia de Cuba. 

Tanta fuerza de pensamiento y el verbo del líder acentuó el peligro que sacudía a aquella sala en la que el tirano acentuaba su desprestigio,  inventaron suspender el juicio imputándole una falsa enfermedad, y aunque desmentida por él, ante la decisión de impedírsele continuar en el juicio por la Causa 37,  el joven Fidel, a partir de una pregunta del fiscal que inducía que el dinero para las armas y demás pertrechos habían salido del bolsillo del expresidente Carlos Prío Socarrás, afirmó con toda su hidalguía: “Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia”.

Era como si el propio Martí estuviera enfrentando los males de la Nación, el que con exquisito recurso de autodefensa, esbozara el presente y sus causas, a la vez que proyectaba el futuro de tener éxito la lucha, el que estimulara a los sobrevivientes del Moncada a tomar el cielo por asalto aquella madrugada de la Santa Ana y reiniciar la lucha armada en la Sierra, iniciada por Céspedes el 10 de Octubre de 1868.

Ambos iban hasta la línea del horizonte para visionar el futuro y regresaban de nuevo para explicarlo. También en muy temprana circunstancia nuestro Martí pudo identificar al monstruo del Norte como Imperialismo, condición argumentada científicamente después por Lenin y muchas veces actualizada por Fidel ante la difícil circunstancia de soportar su perversidad por más de medio siglo.

No pudo haber un Moncada, un Granma, la Sierra Maestra, el triunfo del Primero de Enero, o un Girón, sin que el más universal de los cubanos estuviera presente en cada acción y en el ideal libertario y antiimperialista de los cubanos. La nobleza y el espíritu de justicia, el orden social y jurídico, la imprescindibilidad de forjar un pueblo culto, inteligente y sano, batallador y apegado a las más profundas tradiciones, comandadas por Fidel, solo tuvieron como paradigma al Martí de “con todos y para el bien de todos”, al de “con los pobres de la tierra, quiero yo mi suerte echar…”; al que no dudó en lanzarse a la manigua redentora junto a los más nobles guerrilleros mambises, para enfrentar al colonialismo español que oprimía el corazón de su pueblo.

 Hoy retomo a Nicolás Guillén,  cuando en su poema “Se acabó”, dejó una trascendente lección de amor, de abrazo compartido entre dos cubanos dignos: Martí y Fidel: “…Se acabó. / Te lo prometió Martí / y Fidel te lo cumplió. / Se acabó”.

 

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