Por Sergio I. Rivero Carrasco
“Traigo en el corazón
las doctrinas del Maestro
y en el pensamiento las nobles ideas de todos los
hombres que han defendido la libertad de los pueblos”.
Fidel Castro
y en el pensamiento las nobles ideas de todos los
hombres que han defendido la libertad de los pueblos”.
Fidel Castro
No
caben dudas que el pensamiento y la proyección revolucionaria, transformadora y
prospectiva de Fidel tuvo sus simientes
en Martí, a quién no abandonó en ningún momento de su fecunda y lúcida
existencia, y a la que nos continúa convocando hoy, para regresar, hacer un alto
en el camino, y continuar.
Fidel
llevaba consigo, como bien expresó en aquella oportunidad, el ideario de José
Martí que levantó a los jóvenes de la época a vivificar en la Nación los sueños
libertadores y de edificación de una República “con todos y para el bien de todos”, como protegió en 1895 el
Apóstol de la independencia de Cuba.
Tanta
fuerza de pensamiento y el verbo del líder acentuó el peligro que sacudía a aquella
sala en la que el tirano acentuaba su desprestigio, inventaron suspender el juicio imputándole una
falsa enfermedad, y aunque desmentida por él, ante la decisión de impedírsele
continuar en el juicio por la Causa 37, el joven Fidel, a partir de una pregunta del
fiscal que inducía que el dinero para las armas y demás pertrechos habían
salido del bolsillo del expresidente Carlos Prío Socarrás, afirmó con toda su hidalguía:
“Nadie debe preocuparse de que lo acusen
de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual
del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia”.
Era como si el propio
Martí estuviera enfrentando los males de la Nación, el que con exquisito recurso
de autodefensa, esbozara el presente y sus causas, a la vez que proyectaba el
futuro de tener éxito la lucha, el que estimulara
a los sobrevivientes del Moncada a tomar el cielo por asalto aquella madrugada
de la Santa Ana y reiniciar la lucha armada en la Sierra, iniciada por Céspedes
el 10 de Octubre de 1868.
Ambos iban hasta la línea
del horizonte para visionar el futuro y regresaban de nuevo para explicarlo. También
en muy temprana circunstancia nuestro Martí pudo identificar al monstruo del
Norte como Imperialismo, condición argumentada científicamente después por
Lenin y muchas veces actualizada por Fidel ante la difícil circunstancia de
soportar su perversidad por más de medio siglo.
No pudo haber un Moncada,
un Granma, la Sierra Maestra, el triunfo del Primero de Enero, o un Girón, sin
que el más universal de los cubanos estuviera presente en cada acción y en el
ideal libertario y antiimperialista de los cubanos. La nobleza y el espíritu de
justicia, el orden social y jurídico, la imprescindibilidad de forjar un pueblo
culto, inteligente y sano, batallador y apegado a las más profundas tradiciones,
comandadas por Fidel, solo tuvieron como paradigma al Martí de “con todos y
para el bien de todos”, al de “con los pobres de la tierra, quiero yo mi
suerte echar…”; al que no dudó en lanzarse a la manigua redentora junto a
los más nobles guerrilleros mambises, para enfrentar al colonialismo español que
oprimía el corazón de su pueblo.
Hoy
retomo a Nicolás Guillén, cuando en su
poema “Se acabó”, dejó una
trascendente lección de amor, de abrazo compartido entre dos cubanos dignos:
Martí y Fidel: “…Se acabó. / Te lo prometió Martí / y Fidel te lo cumplió. / Se acabó”.
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