Por Sergio I. Rivero Carrasco
Raúl
Roa es la viva y eterna dignidad de un Canciller, epíteto de ganó por las múltiples
ocasiones que tuvo que aferrarse en léxico cortante y de elevada tesitura, para
defender a la Revolución Cubana en todos los espacios internacionales en los
que por incitación o directamente por los representantes de Washington, fue
atacada con saña.
Cuando este 6 de julio se cumplen 39 años del tránsito hacia la inmortalidad de ese valiente e intrépido cubano rellollo, Roa, nieto de mambí y mambí él mismo de la pluma y la palabra, sigue su sello presente en nuestra diplomacia, distintivo de Cubano 100%, defensor a ultranza del concepto de la verdad, la justicia, la libertad, el antiimperialismo y sobre todo, la dignidad de un pueblo que ha demostrado su valía en los más de 150 años de lucha frente enemigos poderosos, como intérprete idóneo de las concepciones de Fidel sobre la diplomacia revolucionaria.
Esos dotes de líder, aglutinador de masas, verbo intransigente y limpio, fueron expuestos por la escritora Loló de la Torriente, cuando expresaba entonces que Roa era "más hueso que carne y por eso le decían El Flaco. Nunca lo vi solo, siempre en muchedumbre... Era un formidable asambleísta y dominaba (a la audiencia) con la dialéctica de la verdad en sus razonamientos... Era el más greñudo de todos los greñudos, el más malhablado de todos los insolentes y el más ingenioso de todos los hidalgos".
Roa se destacó además, por ser un polemista por excelencia, y político por convicción revolucionaria que le hacía brotar el verbo encendido y cortante, amigo fiel de Pablo de la Torriente Brau, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, entre otros, tuvo una destacada participación en la Revolución de los años 30 contra la dictadura de Gerardo Machado.
Fue en esa época entre los años 1931 y 33 que el Presidio Modelo fue testigo de los vejámenes sufridos por los revolucionarios que enfrentaron al Asno con Garras, protagonizando así con otro grupo de valerosos jóvenes revolucionarios los episodios de la Revolución de los años 30. Una vez liberado en 1933 escribe el Manifiesto al pueblo de Cuba y avizora las consecuencias de la mediación y tiene una muy destacada participación en la Huelga General de 1933 que motivó la derrota del gobierno machadista. Después enfrenta los desafueros del gobierno de Batista y se convierte en blanco perfecto para volver a prisión por su condición revolucionaria, lo que motiva que sea forzado a exiliarse en Estados Unidos.
Mucha es la historia que acumuló este convencido revolucionario de todos los tiempos, quien se entregó en cuerpo y alma al servicio de la independencia y la dignidad de su patria, ejecutando una política exterior de la Revolución cubana diferente; llevó a todos los confines del mundo la voz de una Cuba independiente, la voz de un país que transformó su actitud plegada a los intereses norteamericanos en una política de principios, siempre en la defensa de causas justas y nobles.
A inicios del Triunfo revolucionario Raúl Roa fungió primero como embajador cubano en la Organización de Estados Americanos (OEA), y luego como Ministro de Estado, le abrió el camino para ser designado en el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, cargo que ocupó hasta 1976, cuando pasó a ser el Vicepresidente de la Primera Asamblea Nacional del Poder Popular, cargo que ocupó hasta su muerte el 6 de julio de 1982.
Gracias a la ejemplar batalla librada en la defensa de la Revolución en las arenas internacionales Cuba pudo ser aislada de Latinoamérica ni del resto del mundo, estrategia política que ha preservado la diplomacia revolucionaria a través de su fecunda vida, valiente, transparente y cortante.
Pero el verbo y el ejemplo del eterno Canciller Raúl Roa García sigue presente en para enfrentar cada desafío, para condenar por 29 0casiones a Estados Unidos en las Naciones Unidas por la persistencia de la política genocida del Bloqueo a Cuba, en los foros de la CELAC, los pueblos del ALBA, CARICOM, los No Alineados y cuanto espacio se abra para mostrar el paradigma que representa Cuba por su altura digna y transparente ante los pueblos del Orbe, mostrando la eterna dignidad de un Canciller que marcó con su obra el derrotero de la diplomacia cubana.
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