Por Raúl Bracho
Tomado de La polilla cubana
Tomado de La polilla cubana
El armador era diferente al cuenta cuentos, aquel nos sentaba y nos deleitaba con excelentes historias que seguíamos con nuestra imaginación, su voz y sus gestos eran capaces de arropar la luna con nubes grises tan solo moviendo la mano o limpiar al sol con sus dedos abiertos.
Eran cuentos fabulosos e inolvidables, le bastaba una plaza y unos cuatro gatos para empezar a encantarnos con sus historias.