Las nuevas tecnologías, internet, las
redes sociales han llegado a la ciudadanía con una aureola de
democratización, participación e igualitarismo que conllevó una
fascinación progresista unida a la ya de por sí inherente de la
tecnológica. No solamente se trataba de aparatitos, formatos y soportes
fascinantes tecnológicamente -como toda tecnología innovadora-,
sino que además resultaban -en tanto que igualitarias y baratas-
libertadoras en la medida en que parecía que rompían el monopolio de la
difusión de los grandes grupos de comunicación y las grandes empresas.
No se podía pedir más. No negaremos que parte de todo esto es verdad,
pero no basta con esa conclusión, existen muchos más elementos en torno a
las nuevas tecnologías de los que debemos estar alertados y preparados;
y es necesario poner en tela de juicio ese mito progresista respecto al
nuevo fenómeno comunicacional.
Debemos de plantearnos si las redes
sociales son un elemento de socialización o, por el contrario, de
aislamiento. Ya sabemos que el 39% de los usuarios de redes pasa más
tiempo socializado a través de estos canales que con otras personas cara
a cara. Y en cuanto a las motivaciones que les llevan al uso de las
redes y los contenidos y temáticas que les ocupan, el exhibicionismo de
la intimidad, la vanidad y el egocentrismo priman en redes como Facebook
por encima del interés por formarse cultural o intelectualmente.