Por Lázaro Fariñas*
Recientemente, en la sala de espera
de un médico cubanoamericano de Miami, una señora de mediana edad, se
desplayaba en una serie de insultos contra Cuba y por ende, contra los cubanos
que allí residen, ensartando, en tono medio solariego, una serie de sandeces y
mentiras contra sus compatriotas de la isla. Según ella, los cubanos eran
borrachos, ladrones y vagos, que, además, estaban pasando una tremenda hambre,
ya que en Cuba no había comida en ninguna parte. Las personas que
pacientemente esperaban que les llegara su turno estaban estupefactos al oír la
chusmería que aquella mujer había montado en medio de la consulta médica.
Nadie la miraba, me imagino que para que ella no se dirigiera directamente a
ellos, pero aún sin la atención de nadie, la mujer seguía con su verborrea
anticubana. Solo una persona, a la que ya habían llamado para entrar a ver
al médico, se dirigió a ella mientras avanzaba hacia la consulta y le preguntó:
¿Señora, cómo es posible que Ud. odie tanto al país que la vio
nacer?