Desde hace algún tiempo algunos ven en el mundo cultural español el modelo que debemos imitar en América Latina.
Sus jugosos premios, sus listas de ventas y sus catálogos de vivos
colores han seducido a no pocos de este lado del Atlántico e incluso,
desde las tribunas que allí se les facilitan -vaya usted a saber por
qué-, algunos nacidos en nuestras tierras intentan darnos lecciones de
libertad a quienes habitamos estas pobres naciones plagadas de defectos.
Pero, al
parecer, hay algo de espejismo en esa arcadia cultural, cuando desde
allí mismo salen voces que dicen lo que nuestros afortunados coterráneos
no han tenido el valor de contarnos.
La escritora Ana María Moix
lo ha puesto en evidencia durante una charla en la Universidad Menéndez
Pelayo de Santander, donde ha afirmado que desde hace treinta años la
cultura española “se ha bajado los pantalones ante el mundo del dinero”.
Ha recordado Moix a editores como el fallecido Carlos Barral:
“Si resucitara y se encontrara con que en el consejo de administración
de su editorial estaban sentados gerentes y banqueros y ningún escritor,
no digo que se hubiera suicidado pero hubiera gritado, se hubiera
desesperado”.