- Hoy este espacio se viste de lujo al ser honrado con una crónica, salida del alma de la joven periodista Yuliet Calaña, quien tiene tanta fuerza en la mente como en su noble corazón. Aquí se la entrego.
No
fue él quien puso el espermatozoide que fecundó el óvulo de mi madre
para engendrarme. No la ayudó a escoger mi nombre, ni estuvo cuando me
salió el primer diente, ni mi dedo minúsculo apuntó hacia él cuando
aprendí a decir papá, ni aparece en las fotos del año, ni del primer día
en la escuela, ni en las de la tabla de Preescolar. Él llegó mucho
después a mi vida, pero con un torbellino de amor que bastó para los
días presentes y los pasados; y a estas alturas sé que todo el que me ha
dado alcanzará también para cuando ya no esté.