Por estos días de asombroso
terror implementado por los tradicionales causantes, que no se vanaglorian en
las tribunas internacionales como ocurrió en la 74
sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas,
para tratar de dar fe ante el mundo a las más descaradas mentiras que por años
les han servido de careta para mostrarse ante él y ocultar sus verdaderas acciones.
El Presidente Norteamericano
Donald Trump, impunemente condenó a Cuba, Venezuela y Nicaragua ubicados por su
gobierno como parte del “eje del mal”, y
con toda la hipocresía y falsedad que lo caracteriza expresó: "El futuro le
pertenece a las naciones soberanas e independientes que protegen a sus
ciudadanos, respetan a sus vecinos y honran las diferencias que hacen que cada
país sea especial y único” (…) y
se comprometió a “…apoyar a aquellos
pueblos del hemisferio occidental que viven bajo la opresión brutal como el
pueblo de Nicaragua, Cuba y Venezuela", con lo cual pretendió justificar
las presentes y futuras acciones previstas en sus planes contra nuestros
países. Fue
una burla a la memoria de los pueblos, una injuria a los miles de muertos que
reclaman hoy justicia junto a sus familiares.
Olvidan los muy perversos que nosotros TENEMOS MEMORIA.
Esa memoria viva que muestra la sonrisa de la vida, pero a la vez llora como el
primer día, las vidas cobradas ese seis de octubre de 1976 cuando al medio día,
fuera derribado por un ataque terrorista el
vuelo CU-455 de Cubana de Aviación siniestrado por la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) de Estados Unidos utilizando criminales a sueldo de
origen cubano. Fueron 73 pasajeros y
tripulantes del DC8, de los que 57 eran cubanos, entre los que se
encontraban el equipo juvenil de esgrima que había participado en una
competencia en Venezuela, especialistas de Cubana de Aviación y otros
funcionarios; 11 jóvenes guyaneses, seis de ellos seleccionados para realizar
estudios de medicina en Cuba, y cinco ciudadanos de la República Popular Democrática
de Corea, que visitaban países de América Latina en viaje de amistad.
Las
víctimas de este aterrador flagelo no son solo mártires, sino símbolos del
reclamo por la paz y la justicia en el mundo porque la larga lista de actos
terroristas que desde los primeros años del triunfo de la Revolución fueron
alentados y financiados por el Gobierno de Estados Unidos con el fin de
revertir el proceso revolucionario cubano, han cobrado las vidas de más de tres
mil personas.
A pesar de los
esfuerzos de encubrimiento a los protagonistas de ese horrendo crimen, pronto
se conoció que los autores materiales del sabotaje fueron los ciudadanos
venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo, encargados de viajar en la nave en un
vuelo anterior al viaje fatal para dejar en ella cargas explosivas, bajo la
dirección de Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, ambos de origen cubano, y
todos vinculados con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos
(CIA) desde su arribo a Miami, poniéndose al servicio de las organizaciones
terroristas que perseguían destruir la Revolución por cualquier vía.
Por
el dolor causado a los familiares de las víctimas y a toda una nación, fue
declarada esta fecha en nuestro país desde el 2010, como el Día de las Víctimas
del Terrorismo de Estado. Cuba se yergue con el prestigio y la dignidad que enaltece su justa política como un ejemplo mundial en
la lucha contra las acciones terroristas, lo cual será ratificado en este
aniversario del Crimen de Barbados en todos los escenarios previstos para que
el pueblo rinda el merecido tributo a sus muertos y condene esas viles acciones.
Han
pasado 43 años y el pueblo cubano no cesa en su lucha por borrar este flagelo
universal de la faz de la tierra. Todavía suenan en nuestros oídos aquellas
indignadas y dolorosas palabras de Fidel el día 15 de octubre de 1976 en el
acto de despedida de duelo de los muertos, frente a la multitud de cubanos
reunidos en la Plaza de la Revolución para acompañar a los caídos hasta su
última morada, denunció
con irrebatibles datos la responsabilidad de la CIA en el hecho, describió
sus métodos y expresó la decisión de enfrentar la ofensiva terrorista del
imperio lanzando a viva voz el sentir del pueblo cubano que, hoy más que
siempre, demuestra que la injusticia aun tiembla:
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