En
un hecho sin precedentes, todos los cubanos tuvimos la oportunidad de
ver en vivo, por la televisión nacional, la ceremonia inaugural del
segundo mandato del presidente Barack Obama.
Presenciamos un acto sobrio y tradicionalista, frente a una imagen del capitolio que se me antoja más imponente que la real,
donde otra vez impresionó la personalidad y capacidad de comunicación
del mandatario, así como la cantidad de personas que asistieron al
evento, aunque fue menor y menos entusiasta que hace cuatro años. Para
los cubanos, al menos los mejor enterados, no dejó tener un valor
simbólico que dos personas de nuestro origen, un pastor y un poeta,
tuviesen cierto protagonismo en la actividad y fuesen escogidos
precisamente por representar la diversidad y la tolerancia.