Según señala hoy la agencia Prensa Latina, Estados Unidos ha estado cinco años yuxtaponiendo propaganda para escamotear la verdad a la opinión pública nacional y mundial, y persisten en camuflar el fracaso de su carrera en la guerra contra Iraq.
Se precisa que hay un verdadero estancamiento que nada lo justifica como no hay bajos costos de vidas y financieros que respalden la retórica del equipo de George W. Bush, ni avanza la ejecución de contiendas intensas y cortas contra la resistencia y el propio conflicto es una amenaza para la estabilidad regional.
En fin, con sus declaraciones Washington sólo parece ganar tiempo, quizás el período que demore la campaña electoral o el lapso necesario para repensar una salida menos penosa que la prevista, si es que deciden algún día marcharse.
La guerra segó la vida a casi cuatro mil militares, una cifra desconocida en los empleados de las empresas privadas de seguridad –que reemplazan las funciones de las tropas-, y alrededor de 30 mil heridos, cientos de ellos mutilados e incapacitados síquicamente de forma permanente.
Por la parte del endiosado capital, las pérdidas ascienden a más de tres millones de millones de dólares, según el estudio del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, muy superior a lo gastado en las guerras de Vietnam y de Corea, y aportado por el contribuyente.
Para la sobriedad con que Washington presume ejecutar sus gastos bélicos, sorprende ver como cada día la administración despilfarra cientos de miles de millones de dólares en un drenaje monetario que el discurso triunfalista intenta ocultar.
Lo invertido por Estados Unidos en su aventura bélica iraquí no logró compensar esas inversiones ni con el atraco a las fuentes petroleras ni con la tan mencionada reconstrucción, caracterizada por irregularidades financieras cuyos montos fueron a parar a bolsillos particulares.
Un éxito en el orden interno para la Casa Blanca ha sido la manipulación y desinformación en torno al conflicto, que logra mantener a sus conciudadanos en la ignorancia parcial o casi total de los acontecimientos.
Un reciente estudio arrojó que el 72 por ciento de los norteamericanos desconoce gran parte de lo que realmente sucede en las arenas iraquíes, principalmente los reportes de pérdidas humanas y materiales.
Esa técnica mediática distorsionadora no es nada nueva, ya se empleó cuando hubo que buscar los argumentos de las armas de destrucción masiva y el vínculo de Saddam Hussein con Al Qaeda, para llevar a cabo la guerra, aunque después se demostrara lo contrario.
En los últimos 12 meses las tácticas del ejército estadounidense se concentraron en la eliminación de rebeldes en las provincias centrales y del norte iraquí, y en el uso de nuevos empleados locales.
Desde febrero del pasado año se desató una furiosa campaña con 30 mil nuevos hombres para controlar militarmente territorios donde la resistencia es muy activa, sin embargo los resultados fueron escasos, al persistir el caos y la violencia.
Las mayores acciones de los combatientes ocurrieron en las provincias de Al Anbar, Salahadin, Bagdad, Diyala., Tamiz y Nínive, siendo los artefactos dinamiteros el arma más mortífera para las fuerzas de ocupación.
Pese a la embestida contrainsurgentes en 2007, la cifra de soldados norteamericanos muertos fue de 901, la más alta en un año desde el inicio de la contienda y las bajas reportadas en el 2008 suman ya 83, según el Pentágono.
Las bajas mortales norteamericanas ya rondan los cuatro mil -en la mayoría de los casos por acciones de los insurgentes en esos u otros territorios- y la cifra podría seguir creciendo en los próximos días ante el evidente incremento de las hostilidades en las últimas semanas.
Los llamados Consejos del Despertar -identificadas como grupos de autodefensa- son un ingrediente novedoso de la campaña militar en los últimos meses, y funcionan como células paramilitares asociadas al mando de Estados Unidos.
Esas formaciones son pagadas y armadas por el ejército norteamericano, con la misión de enfrentar a las supuestas bandas terroristas que operan en el país, pero que en la práctica sirven como carne de cañón para reducir las pérdidas entre sus filas.
Lo cierto es que la creación de esos Consejos muestra la incapacidad de las tropas extranjeras y el ejército nacional de recomponer al país, por una parte, aunque hacen pensar en la posibilidad de que Washington enfrente a los iraquíes entre sí para justificar su permanencia.
Cabe la posibilidad de que Estados Unidos potencie un reacomodo de fuerzas que encienda la vela en el polvorín y entonces asuma el papel de “salvador de la ley y el orden” para esconder bajo las ruinas de Iraq su culpabilidad, lo único legítimo en estos cinco años.
Mientras, la resistencia popular, armada, organizada y cualitativamente superior a períodos anteriores en cuanto a dominio del teatro de operaciones se perfila cada día como un elemento político de gran vitalidad en medio del caos, algo inobjetable.