jueves, noviembre 20, 2008

Redacción en apuros y multiplicada

Por mucho que quiera usted imaginar lo que sucedió en un pequeño local que servía de improvisada redacción a un grupo de periodistas durante el paso del huracán Gustav por la Isla de la Juventud, le costará trabajo acercarse a la realidad.

Habíamos preparado todo, incuso algunos trabajos ya recorrían el ciberespacio en la Web del periódico Victoria o en otras que ponían lo enviado por la corresponsal de la AIN o los periódicos Granma y Juventud Rebelde. Ya es costumbre reunirnos las mismas personas en ese lugar durante el paso de eventos meteorológicos; es muy seguro y nunca había tenido contratiempos.

Bien entrado el mediodía del sábado 30 de agosto, llegaban los periodistas de un recorrido por algunos centros que servían de albergue a los evacuados. Estaban mojados y aún el almuerzo no había asomado. Era mucho el ajetreo, incluso, el nuestro, porque queríamos llevar hasta el último detalle a los lectores de todo el mundo porque estábamos seguros de que tratarían de acceder al Victoria para conocer qué sucedía aquí con el paso del Gustav.

El ya deteriorado tiempo se fue poniendo tenebroso, los vientos comenzaron a soplar con fuerza inusitada; un ambiente nebuloso se percibía en el exterior, era una nube cerrada la que teníamos delante que no dejaba ver a poco más de un metro de distancia. La lluvia salada y horizontal cada vez más fuerte y el viento desafiante volaba los techos, arrancaba árboles centenarios, tumbaba las palmas de ese sitio insigne ubicado a la entrada de Nueva Gerona, la ciudad capital, porque a pesar de su fuerza la palma no se doblega, hay que tumbarla.

De un momento a otro pararon los vientos, se detuvo la pertinaz lluvia y salió para todos el Astro Rey. Era el ojo del Gustav, que acumulaba fuerzas y preparaba condiciones para la arremetida. Fue el momento preciso en que la vida no tenía valor, solo lo que podríamos dejar para la historia de lo que estaba sucediendo. Nos volcamos a la calle, se tomaron imágenes increíbles, ayudamos al salvamento de familias que sus viviendas quedaron casi tapadas por las aguas del mar que al penetrar, avalancha al río Las Casas hasta 300 metros fuera de sus márgenes hacia ambos lados.

Esos 27 minutos pasaron muy rápido. Como hormigas regresamos a la guarida para protegernos. Llegó el almuerzo, todo era muy apresurado y simultáneo. El ruido insoportable del viento doblegaba los oídos, aceleraba el ritmo cardíaco, nos contábamos para cerciorarnos de que nadie quedaba afuera….. De pronto, una explosión en la planta alta nos indicaba que los grandes ventanales de cristal del Salón se desplomaron y todo volaba, hasta las sillas y las mesas, los equipos de audio, cortinas, teléfonos, equipos, ¡Increíble! ¡Ver para creer!

Después de salvar lo que pudimos bajamos y, de pronto, otra explosión sobre nuestras cabezas. La baja presión atmosférica hizo reventar el falso techo que cayó sobre nuestras cabezas y computadoras, la puerta exterior fue violada por los fuertes vientos, la interior se cerró en el mismo momento, exactamente cuando una compañera se disponía a salir y su golpazo le oprimió su dedo meñique de la mano derecha y lo hizo reventar por el que lanzó un grito de terror que paralizó a todos. ¡Cuántas cosas!

Agrupaditos como los pollitos debajo de la gallina, pero esta vez en un pequeño pasillo que parecía el lugar más seguro, estuvimos por más de 40 minutos hasta que muy cerca de las seis, salimos de nuevo a la calle, desafiando el dolor por el dantesco paisaje que teníamos delante.

Como bien dijo Fidel Castro en su reflexión, la Isla recibió un Golpe Nuclear. Esta redacción de mi periódico que ya estgaba en apuros, tuvo que apurarse mucho más, multiplicarse y de un día para otro pasar de semanario a diario. Crecerse, quererse cada vez más, poner alma, corazón y vida para que cada pinero se informara de lo que había acontecido. No hubo electricidad, pero sí algunos teléfonos pudieron servir para hacer el cuento. La radio y la televisión colapsaron.

Nos tocó, una vez más dimensionar al Victoria, la obra mayor por la que esa redacción, después de 90 días de estar en campaña, continúa haciendo historia en cada una de sus páginas y en el ciberespacio, se mantiene en apuros y con el amor y el optimismo del primer día.

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